Luego de un mes de vacaciones fuera de mi país, he regresado al Perú y me he encontrado con dos novedades importantes: La elección de un taurino como presidente del congreso de la República, tema de la presente nota, y las insólitas declaraciones del presidente del Consorcio Taurino de Acho, en relación con la prensa independiente, que serán tema de mi próximo artículo.
Marcial Ayaipoma Alvarado, es sin lugar a duda, un personaje destacado en el mundo del toro donde es difícil encontrar alguien que no le tenga estimación y respeto. Su elección como presidente del Congreso de la República del Perú ha sido una grata noticia para los taurófilos, y le deseamos suerte y éxito en su gestión que, tal como se ven las cosas, se presenta tan difícil como torear a un marrajo con resabios.
Conocí a Marcial hace más de veinte años cuando él era empresario de Acho y yo abandonaba la cómoda situación de aficionado espectador para embarcarme en la aventura de dirigir una revista taurina, en donde empecé a escribir de toros. Fue mi primer entrevistado y reconocí en él al aficionado íntegro, confiable, sin dobleces. Sencillo y amable en su trato me brindó facilidades para cubrir la feria, entrevistar toreros y ofertar la revista dentro de la plaza. Caballero respetable y respetuoso de la opinión ajena, jamás dio muestra de incomodidad o enfado por las críticas que en la revista aparecían pese a lo cual su apoyo a ella se mantuvo inalterable. Como empresario, ganadero y periodista Marcial ha aportado mucho a la fiesta, pero es sin duda la honorabilidad con la que acompaña sus actos lo que le permite tener poder de convocatoria para mantener unida lo que él llama “la familia taurina”, no obstante las naturales y, no pocas veces, encarnizadas discrepancias de sus miembros.
Cultor de la amistad, la que tuvo con el matador de toros Antonio José Galán -que posteriormente se consolidó con el vínculo espiritual del compadrazgo- tiene ribetes de antología. El torero acababa de tomar la alternativa en Málaga y, sin confirmarla en Madrid vino al Perú en octubre de 1971, contratado por Marcial Ayaipoma para torear en Arequipa, ciudad importante al sur del país. El hecho anecdótico de ese arribo fue que cuando apareció en la escalinata del avión vio con agradable sorpresa que una multitud lo aclamaba pero su entusiasmo se desvaneció cuando comprobó que la gente estaba esperando a otro torero que no llegó. Galán fue contratado para sustituir al torero ausente en la feria de Lima. Cortó cuatro orejas en un debut apoteósico que lo catapultó para torear otras tardes en Lima y en las plazas de Ecuador y Colombia realizando una exitosa campaña americana que repercutió en España y le dio impulso a su vertiginosa carrera profesional. No obstante los distintos caracteres de Marcial y Antonio, apacible y sereno uno, alborotador y dicharachero el otro, la empatía entre ambos fue inmediata y nació una entrañable amistad que fue creciendo en el tiempo. A partir de entonces y durante treinta años consecutivos Galán vino a Lima para, como torero o espectador, estar presente en la Feria del Señor de los Milagros y celebrar su cumpleaños en la finca de su compadre, rodeado de amigos. Fue así que cada 19 de noviembre se convirtió en fecha importante dentro del ciclo ferial en la cual se reunía la familia taurina peruana, matadores y subalternos que venían a la feria, casi siempre su hermano Alfonso, sus hermanas y amigos venidos de Fuengirola para festejar el cumpleaños del “Loco” Galán que invariablemente lucía coloridas camisas, sombrero de ala ancha y habano en la mano. En tales almuerzos, en los que el propio Galán llevaba los platos servidos a cada uno de sus invitados, nunca faltó la música y el baile, unas coplas cantadas por el Loco y sus fallidos intentos de moverse al compás de un ritmo negro con una bella morena que le hacía pareja. El fin de fiesta era en el coso en donde Marcial soltaba algunas vacas para quien deseara “matar el gusanillo”.
Galán perdió la vida en un accidente de carretera, el 12 de agosto del 2001, pero Marcial ha continuado convocando a los taurinos cada 19 de noviembre para recordar con una misa y una cena al compadre desaparecido. El año pasado la ceremonia fue realmente emotiva, vinieron todos los hermanos de Antonio acompañados de sobrinos y amigos que sumaron una comitiva de 21 personas y se develó una placa de azulejos en su honor, colocada al ingreso al museo dedicado al torero.
Con motivo de la elección de Marcial Ayaipoma congresista de la república, sus amigos taurinos nos reunimos el 14 de septiembre del 2001 en un almuerzo en el cual se le hizo entrega de un azulejo con una semblanza de mi autoría que dice:
Los taurinos que aquí estamos,
queremos a Marcial festejar,
por la curul alcanzada,
en elección ejemplar.
Médico de profesión,
de la Cayetano Heredia egresó,
luego, dirigiendo su Escuela,
muchos médicos formó.
Al mundo del toro llegó,
sin pedir nada a la fiesta,
sabía que dentro de ella,
aquel que no suma, resta.
Obtuvo, como empresario,
un prestigio bien ganado,
es periodista, ganadero,
y, sobre todo, aficionado.
En un medio desconfiado,
y credibilidad devaluada,
Marcial es la excepción,
su palabra es respetada.
Sus contratos se concretan,
aunque él no esté presente,
un telefonema suyo,
suele ser suficiente.
Con los de arriba, sencillo,
con los de abajo, igual,
su trato siempre amable
a nadie hace sentir mal.
Lo vemos siempre tranquilo,
de natural reposado,
frente al éxito, sereno
ante el fracaso, templado.
Hace más de 30 años
algo importante pasó,
Antonio José llegó a Lima
y una gran amistad floreció
Sin su compadre Galán,
esta historia sería incompleta,
el Loco y Marcial siempre han sido,
lo que en hípica, la dupleta.
Dos caracteres distintos, lo sé,
pero qué bien complementados,
los taurinos junto a ellos,
buenos ratos hemos pasado.
El Loco se nos adelantó
y hoy me lo imagino en el cielo,
estoqueando sin muleta,
provocando gran revuelo.
Con Marcial el Congreso ha ganado
a un hombre honesto y cabal,
que, pasado un lustro, queremos,
nos lo devuelva tal cual.