Alguien dijo alguna vez que: "los años hacen lo que no hace un terremoto" y, viendo a Paco Camino como está en el presente, esa frase ha cobrado un significado vívido y real.
Ver la actual y magra figura del Diestro de Camas consumido casi, hasta los huesos, con una piel entre traslúcida y amarillenta y tan colgante que, es un impacto para quienes, aunque, como es el presente caso; vagamente recordamos su época de esplendor, sus faenas de triunfo y tardes de gloria.
Ver a Paco Camino desmoronado es un espectáculo difícil de aceptar, máxime si hablamos de un torero, uno de esos seres que, los aficionados vemos como seres míticos, casi indestructibles.
Son hombres que, arrollados por un toro de más de quinientos quilos, reciben revolcones (cuando queda en eso) revolcones que, a cualquier hijo de vecino lo tenderían en una cama por semanas enteras y, que a ellos; no afectan, tan es así que dos o tres días más tarde, están jugándose la vida ante las astas de otro toro.
¿Cuántas veces hemos visto, por esas plazas de Dios, porrazos que espeluznan y, a renglón seguido al torero, más encorajinado y más voluntarioso si cabe, plantarle faena al toro?.
Eso trae al recuero que, tras un percance sufrido por Víctor Méndez hace unos años en la plaza de Quito, preguntamos a un periodista si podría cumplir con el compromiso que tenía dos días más tarde y nos contestó; estos hombres están hechos de otra madera, lo más seguro es que esté. Y, ¡vaya si estuvo!, poniendo banderillas, toreando como si nada, triunfando.
Son gestos como esos los que llevan a creer al común de los mortales que, los toreros son titanes invencibles, seres a los que casi podríamos llamar místicos; están frente al toro sin importar nada más, el bagaje de su vida familiar, de sus problemas, de sus conflictos se queda fuera en el hotel, cuando dejan su ropa de calle y, se ponen el traje de luces.
Cuando un torero no está en su día, a nadie se le ocurre justificarlo porque tenga problemas familiares, o contratiempos del tipo que fueran; se lo chifla y reclama y es que, estamos tan acostumbrados a saberlos siempre por sobre la vida que, cuando la vida los impacta, nos sorprende.
Paco Camino es una muestra de eso. Aunque sean vagos los recuerdos, duele verle consumido, casi como emulando al Quijote en su aniversario de nacimiento, ¡duele ver caído al titán!.
Porque nos ha demostrado en su acabamiento físico que los toreros son, aunque no lo parezcan a veces, solo hombres; hombres increíbles, fantásticos en su capacidad de vencer su entorno y ante todo de vencerse a si mismos, pero; ¡hombres como todos!.
Solo queda pedir que su recuperación sea un éxito, que tengamos Paco Camino para rato, para que pueda aún compartir con este mundo taurino del que fue eje; mucho de su saber, de su afición, de su calidad de gran torero.