Anoche se cerró, con la final, el ciclo de novilladas desarrolladas en Las Ventas durante este mes de julio. Auspiciadas desde hace unos años por un canal de televisión, tienen -tenían o deberían tener- el objetivo de dar paso a nuevas generaciones, a través de la oportunidad que supone el escaparate de Las Ventas.
Tras cerrarse ayer el ciclo del presente año, digamos que ha habido, naturalmente, un triunfador: lo exigía el guión. ¿Pero realmente ha habido alguno con méritos para proclamarse triunfador de un ciclo de novilladas en la plaza más importante del mundo?; convengamos que no. Existen precedentes en Algemesí o Arnedo; Arganda y en tiempos en Almorox, que propiciaban estas oportunidades. Ciclos muy celebrados y que han alcanzado gran eco entre la novillería andante. Pero Madrid es mucho Madrid, o debería serlo, y no se puede pretender que esta plaza sea un lugar donde se den cita los más inexpertos de los coletas del escalafón inferior o aquellos otros que, maduritos, intentan subirse al último tranvía.
Eso mismo ha sucedido con más crudeza este año, poniendo de manifiesto que de origen, el montaje de las novilladas es equivocado. Podría decir a nuestro juicio, para respetar el de los demás, pero ni quiero, ni debo ni puedo. Ha sido un fracaso sonoro el conjunto de aspirantes que han pasado por el ruedo venteño. Hemos visto desfilar a muchachos y muchacha con ganas, faltaría más, pero insuficientes ganas en la mayoría de forma notoria y, mayormente, insuficiente bagaje técnico y artístico para comparecer en una plaza de esta importancia. Otros han venido a lucir bonitos ternos y hacerse fotografías de sus anatomías vestidos de toreros. Como hemos dicho, estos concursos en otras poblaciones tienen cabida, pero es que además los realizan con otro tipo de novilleros por lo general.
Por dejar constancia de lo sucedido ayer, digamos que el ganador, Paco Ureña, derrocha mucho interés y tiene cierto gusto con la muleta, mientras que con el capote, de momento, es un total aprendiz. El francés Savalli es un novillero bullidor y que aporta variedad a sus intervenciones, si bien carecen del mínimo gusto artístico y se aflige bastante con la muleta en la mano. De Ana Infante, raza es lo mejor que se puede decir de ella. Está lejos de poseer la técnica suficiente para estar en estas plazas, si bien no se le niega su capacidad para dejarse voltear todos los días; pero es un gran riesgo que se tenía que haber medido. Su inexperiencia no aconsejaba anunciarla.
Al margen de este ciclo recién terminado, nuestro compañero Vivas, notario de los festejos que se vienen celebrando en esta plaza a lo largo del año, viene denunciando esta situación endémica: no existen novilleros de verdad y si existen no pasan por Las Ventas. Lejos quedan los tiempos en los que los novilleros eran capaces de interesar y llenar la plaza; fruto de su arrojo, sus ganas de arrear, sus experiencias en mil y una batallas por esos pueblos y capeas de Dios y, muchos de ellos, por estar tocados de condiciones especiales para brillar en este mundo artístico. De todo había y de todo se podía disfrutar.
Desgraciadamente hoy, el novillero revelación, así le han dado un premio la pasada semana, es un hombre madurito, con sangre torera de varias generaciones, con una proyección mediática y que se está haciendo novillero, cobrando bien, sin haber tenido que hacer el rodaje debido como novillero sin caballos. Este novillero está muy verde aún como puede apreciarse por las distintas crónicas que a lo largo de la geografía le han sido hechas, pero esa debe ser la revelación: ponerse de número uno sin haber aprendido todavía el oficio. Cosas del poder. No todos pueden hacer lo mismo, aunque quieran.
A Madrid, volviendo con el fondo de este artículo, tienen que venir aquellos, que rodados, necesitan demostrar en la cátedra sus conocimientos y sus capacidades. Esos son los que pueden proporcionar alegrías a los aficionados y sentido a las novilladas. Montarlas por montar, -que diría un famoso dúo de humoristas- “pa na”, pues si hay que montarlas se montan, pero va a ser mejor que no.