Bucear en la historia es una bella forma de aprender. Digo esto porque, en el mundo del toro, al margen de la actualidad que vivimos cada día por aquello de las sensaciones del momento en que, diversos toreros, con sus acciones artísticas, a veces, son capaces de emocionarnos, no es menos cierto que, ahora, en este año, un torero longevo, ha sido capaz de ponernos a pensar; incluso a reflexionar en voz alta. Se trata, sin lugar a dudas, del Faraón de Texcoco, es decir, del señor Silverio Pérez que, a sus 90 años, sigue encandilando al personal.
Hace pocas fechas, la afición mexicana, en actos de diversa índole, rindió homenaje al maestro Silverio Pérez; no era para menos puesto que, sin lugar a dudas, es el maestro vivo más representativo de la torería mundial. Silverio era, allá por las décadas de las cuarenta y cincuenta, el tormento de las mujeres y, sin lugar a dudas, la pasión más encendida para los aficionados. Se trata de un artista que, en su momento, el propio Heriberto Murrieta, inmortalizó para siempre al biografiarnos la vida y obra de tan excelso torero. Ríos de tinta hizo correr en su día el Faraón de Texcoco; no era para menos puesto que, su arte, entre otros, inspiró al inolvidable Agustín Lara para que, éste, le escribiera el pasodoble más sentido de cuantos han tenido los toreros mexicanos. Lara le compuso a Silverio para que, al final, Ana Gabriel, con su cálida voz, cantara el bellísimo pasodoble que, si sus notas musicales son excelsas, la letra del mismo es un compendio de la vida torera de Silverio Pérez. En breves estrofas, Ana Gabriel, a instancias de Agustín Lara, decía mucho más que decenas de libros juntos que pudieran escribirse del maestro texcocano.
Amigos de allende me cuentan de la lucidez del maestro y, esa dicha, la compartimos todos los aficionados del mundo. Llegar a los 90 años y, saberte reconocido y admirado y, a su vez, sentirlo en tu corazón, es un privilegio que sólo Dios ha podido darle a tan singular personaje. Como antes decía, he sido capaz de empaparme con la vida y obra de este torero mexicano y, en definitiva, soy capaz de sentir la nostalgia propia por no haber vivido aquellos inolvidables años. Tres lustros estuvo Silverio Pérez en el escalafón activo de los matadores de toros; pero le bastó y le sobró para quedar inmortalizado en el toreo azteca para la eternidad. Han pasado los años y, nadie le ha olvidado; jóvenes y contemporáneos suyos; dígase que, varias generaciones, a la hora del homenaje, se sumaron al mismo para rendirle gratitud a un hombre que supo darle gloria y fuste a la torería mexicana. Con apenas 38 años, Silverio se retiró de los ruedos, no sin antes haber inundado con su torería los ruedos del mundo; se marchó el artista y, para deleite de los mexicanos, quedaba inmerso en aquella sociedad un hombre carismático, capaz de seguir dándole gloria a los suyos, como sus hechos lo demostraron en su larga y apasionante vida.
Silverio Pérez era un artista de la torería mundial, algo por lo que ha quedado inmortalizado; pero no le bastó con ello y, a lo largo de su vida, su persona, ha valido para servir a los suyos. El maestro se adentró en el mundo de la política y, como alcalde de su Texcoco, supo servir a su comunidad; amén de otros cargos de relevante importancia. Una vida plagada de vicisitudes en la que, el mundo del toro alumbró a un ser de capacidad extraordinaria para uso y disfrute de la sociedad mexicana. Lo dice la historia y lo reflejan sus hechos.
Ahora, desde España y como no podía ser de otro modo, con nuestras letras, teníamos que sumarnos al homenaje a favor del maestro. Nuestra tarea, al respecto, no podía ser baladí. Silverio Pérez está vivo, pleno de lucidez, consciente de todo el cariño que recibe, por tanto el monarca del trincherazo, como así se le denominaba, debe estar feliz con tantas muestras de cariño. El mundo del toro, en su conjunto, le debía el homenaje que se le ha tributado. Silverio era, además de un torero mexicano, un artista de reconocida valía mundial como sus hechos así le delatan. Además de su arte, si retrocedemos hacia atrás, pensar todo lo que este hombre fue capaz de conseguir, en las dos décadas que estuvo en activo, el mérito, es innegable. Como explico, en España y desde estas páginas, nuestro tributo de gratitud al irrepetible maestro Silverio Pérez, El Faraón de Texcoco, el monarca del trincherazo y cuantos nombres hermosos existieron para definirle, aunque, la mejor definición para el maestro es que, a lo largo de su vida, como sus allegados nos han contado, Silverio supo rendirle culto a la amistad, razón inequívoca que le delataba como un gran ser humano. ¡Va por usted, maestro Silverio Pérez¡