En su día, la feria de Julio de Valencia tuvo un empaque singular; hasta el punto de que, era un ciclo emblemático; años cincuenta y sesenta lo confirman. Pero las diferentes empresas que regían los destinos de la calle de Játiva, dejaron languidecer dicha feria para centrarse, única y exclusivamente en la feria de Fallas, allá por el mes de marzo. Cierto y verdad que, en el devenir de los tiempos, las situaciones han cambiado mucho y, por diversas razones, la gente dejó de asistir a dicha feria valenciana y, las empresas, como digo, tampoco le prestaban mayor interés, de ahí, el caos en que se sumió dicha feria que, en algunos años, hasta se saldaba el compromiso con muy pocos festejos.
Pero hay que reconocer que, en este año, la feria valenciana de julio se está recuperando. Ha sido un ciclo amplio de festejos que, aún sin llegar a la meta soñada, se ha notado una cierta recuperación, algo que, como aficionados, celebramos gozosos. Abogamos por el cambio y, ante todo, porque esta bendita feria sea lo que un día resultara ser: una feria importantísima en el calendario español en pleno verano. Tienen que cambiar muchas cosas dentro del organigrama de dicho ciclo; ante todo, que pueda lograrse la seriedad de antaño. Valencia lleva demasiados años sujeta a distintas presiones por parte de las figuras del toreo y, en dicha plaza, han hecho el feudo de sus fechorías, sencillamente, porque saben que, la autoridad, en Valencia, es muy sencilla de dominar. Ahí están los resultados en que, este año, El Juli, se trajo dos becerrotes inmundos para lograr el éxito; una corrida dispar en que, para César Rincón salió el toro con trapío y, para El Juli, los novillotes sin casta ni peligro alguno.
Es admirable que dicha feria se recupere; pero, ante todo, hay que recuperar a la plaza de Valencia para todos sus festejos; en fallas, en julio y en octubre. Es triste que, un coliseo como el referido, con categoría de plaza de primera, en demasiadas ocasiones, lo que dentro de ese ruedo sucede, es propio de plazas de talanqueras. Nadie logra entender semejante disparate pero, como digo, los toreros poderosos saben que, en dicha plaza pueden hacer lo que les venga en gana sin que nadie ponga la menor pega. Pruebas cantan. Ese torito que le sacaron a El Juli para que lograr el triunfo, ni en la peor plaza de carros es capaz de programarlo. Y entiendo a los toreros que, obviamente, buscan la comodidad; pero para eso debe estar la autoridad, para frenar a los desaprensivos que, sabiendo de la bondad de los huertanos, se quieren aprovechar a toda costa de unas buenas gentes que, su único pecado consiste en pagar una fortuna por una entrada.
Es hermoso que, una vez concluida la feria de julio de Valencia, ahora, los triunfadores sean toreros tan emblemáticos como César Rincón y El Cid, algo que nos llena de alegría; más que nada porque, Rincón, en su temporada más brillante tras su retiro forzado, está siendo el torero veterano más admirado del escalafón. Pero no es menos cierto que, El Juli, al que le regalaron dos orejas pueblerinas, la autoridad, a dicho torero, le consintiera que saliera por toriles un toro con pinta de novillo y, oliendo a serrucho que daba peste. Esa es la primera batalla que tiene que ganar Valencia; que haya autoridad. Si las gentes del toro, al acudir a esta plaza no sienten temor alguno, jamás arreglaremos nada porque, como se demuestra, como los hechos les delatan, en el coso de la calle de Játiva, cualquier novillote lo dejan pasar por un verdadero toro de lidia. No quiero llegar a pensar que, en Valencia, los presidentes sean fácilmente sobornables, máxime porque, a priori, les consideramos hombres serios y honestos pero, los hechos que en Valencia ocurren, desdichadamente, dejan mal pensar y, lo que es peor, la honradez de los presidentes y de la autoridad toda, queda en entredicho al consentir semejantes aberraciones. Dos cosas: si transigen porque no saben es que son tontos y, si saben, ellos sabrán. ¿Verdad?