Los toros hay que verlos, observarlos, analizarlos y algo aún más profundo, quizá de cierto modo inexplicable; sentirlos.
Hay ciertos toreros que parecen adivinar las cualidades y defectos de sus toros al primer lance y, en definitiva su magia no es otra que, la de observar atentamente sus lotes.
Un torero que tiene muy desarrollada esta habilidad es sin duda, Enrique Ponce y, cuando el torea se lo puede ver concentrado analizando el toro en cuanto lo ve saltar a la arena. Lo mira, observa su evolución en sus primeros pasos dentro del ruedo, mira cómo se comporta ante los capotes de los subalternos, sopesa cada pequeña actitud de sus toros y cuando toma su capote y lancea, sabe ya, cuales son los defectos y cuales las cualidades; que podrá hacer y que no, delante del burel.
Pero, ese ejercicio de observación debería también ser ejercitado por el aficionado. Seguramente más de uno se preguntará porqué y para qué, pues muy sencillo, a lo hora de juzgar lo que ocurra en la faena; las condiciones del toro son de viral importancia.
La faena del torero está ligada intima y directamente con el comportamiento del toro, con sus falencias y cualidades y si no observamos, analizamos y hasta sentimos al toro, no podremos saber si el torero ha sacado de él todo el partido posible, no podremos estar seguros de que se le ha dado la lidia que le correspondía y por tanto, tenderemos a cometer errores de juicio con respecto al resultado final de la faena.
Si conseguimos hacer este ejercicio de observación con los animales, atendiendo al comportamiento desde el momento mismo en que salen por la puerta de chiqueros; notaremos muchas fallas en los toreros, que, de no haber observado, podrían serles atribuidas a los toros.
Por ejemplo hay animales que tienden hacia los adentros y lo demuestran claramente en los primeros capotazos, si el matador ha observado con atención sabrá que por tal o cual pitón el toro tiende a vencerse y se cuidará, pero si al momento de saltar el toro al ruedo el matador no está atento, seguramente no verá ese defecto y al torearlo por ese pitón, podría pasar un mal rato o lo que es peor, terminar prendido.
Y, si tampoco el público ha observado, en el momento del susto se culpará obviamente al toro, siendo sin lugar a dudas, falla de observación del torero.
Es cierto que el conocimiento de los encastes ayuda para hacerse una idea de las cualidades y los defectos de los toros. Pero, las características exclusivas de cada encaste no son una norma sin excepciones y se dan muchos casos en que los toros presentan complicaciones o cualidades no inherentes a su encaste, de ahí la importancia de observarlos con atención, de sentirlos a ser posible; antes de tomar los trastos y plantarles cara en el ruedo.