En la primavera de 1899, casi tocando el nuevo siglo, nació en París el abogado, economista, politólogo y escritor Claude Popelin. La vida de Popelín pudo ser la propia de un parisién culto y bien formado, la de un profesional cosmopolita que supo dar renombre a su profesión y a sus conocimientos. Y así fue en gran medida pues a lo largo de su vida Popelin fue director de estudios financieros en banca, abogado del tribunal de apelación de París, agregado de prensa en la embajada de Francia en Madrid, teniente en el Estado Mayor del General Giraud, y en el Gabinete Civil de éste en Argel y encargado de relaciones públicas de empresas automovilísticas, entre otras cosas. Fue también corresponsal del diario Le Temps en Madrid. Además, Popelin cultivaba una afición poco habitual en un ciudadano parisién, una afición que iba a marcar su vida y su tiempo libre: a Popelín le entusiasmaban los toros e incluso ejercía como aficionado práctico, llegando a matar un novillo de cuatrocientos kilos en tierras navarras.
La afición taurina le viene a Popelin de sus primeras estancias en España, cuando su padre, Premio de Roma de pintura, viaja a Madrid con la intención de estudiar a Velázquez y lleva al niño Claude a la plaza de toros. Ya el progenitor conocía el espectáculo pues había asistido a la corrida que el duque de Veragua organizara en París con motivo de la Exposición Universal de 1889. Esa primera visita a la plaza de toros de Madrid será determinante en su vida. A partir de ahí su interés reside en volver a España, asistir a las ferias, pasearse por el campo bravo, ponerse delante de las vacas y así lo hace en cuanto surge la ocasión que se corresponde con los periodos vacacionales. Tiene el veneno del toreo en el cuerpo y acude, en cuanto puede, a procurarse el antídoto de su mal.
La afición práctica de Popelin le ha llevado a intimar con las más grandes figuras de su época, con las que compartió algo más que jornadas de campo. Amigo personal de Rafael Gómez Ortega, de Ignacio Sánchez Mejías, de Juan Belmonte, Domingo Ortega, Antonio Ordóñez o Manolo Bienvenida, de quien llegó a ser mozo de espadas en algunas ocasiones. Su conocimiento del toreo y de la lidia es completo y así lo muestra en sus libros, que nacen con el espíritu de la docencia y alcanzan lugares insospechados al toreo. Es de esos escritores que se recrea en explicar las suertes, que las detalla en representación gráfica, que profundiza en ellas desde su pluma. Son muchos los títulos que presenta en español como “El toro y su lidia”, “La lidia en la corrida de toros” o el ya clásico “Los toros desde la barrera” y muchos también los que presenta en francés como por ejemplo “La Tauromachie”.
En cierta ocasión hablaba yo en un artículo de un encuentro entre Popelin y Hemingway en El Escorial, en una finca brava. Uno de nuestros lectores, en su comentario, decía que Popelin le sugería un concepto europeo del toreo. Yo también lo veo así. Sus libros son técnicos, didácticos y literarios, muy europeos y quizás sea él el autor taurino extranjero con mayor conocimiento de la materia. Sus escritos son, además, un paseo por un pasado inmediato del toreo.