A los lectores que se dignan leerme en esta web he de decirles, primeramente, que no crean que he desaparecido o que pertrechado de armas me he ido a la guerra de Irak. El tan traído -y llevado- “no a la guerra”, no es la causa de esta ausencia prolongada. No, sigo igual de guerrero, incluso más, pues si lo de Irak lleva coleando doce años, lo de nuestra querida Fiesta, lleva mucho mas tiempo pidiendo la intervención. Que sea militar, no diría yo tanto, pero como en el caso de Irak, alguien deberá poner orden en una crisis que se hace eterna. Tres décadas por lo menos contemplan la decadencia, la continuada mutilación de los derechos de autenticidad reclamados por los aficionados. Y como quiera que la prensa oficial está, como en todo, al servicio de los intereses, sean los que sean, se necesita que desde determinadas tribunas se siga reclamando, aquí sí, guerra contra la desfachatez, contra la estafa continuada, contra el abuso permanente y la decadencia del toro y los toreros.
Y si hay un lugar donde esa lucha es una permanente constante es en la llamada Asociación El Toro de Madrid. No es esta Asociación una peña dedicada al alterne fácil, sino a la más difícil labor de reclamar sus derechos como aficionados, al tiempo que velar por que la Fiesta sea más íntegra y más justa. Desde las páginas de su boletín y su página de internet, lanzan al mundo sus justificadas reclamaciones, trufadas de la sabiduría que da el ejercicio continuado como aficionados y del amor a unos colores -parodiando al fútbol- como son, en este caso, los colores de la integridad y la autenticidad, verdaderos colores que deberían presidir los festejos taurinos.
Temidos y odiados por los poderes fácticos, no renuncian, no han renunciado a las señas de identidad que deben de adornar a quien se considera aficionado. Si bien esa afición debe nacer en el amor a una fiesta íntegra y no manipulada. Esa es su queja y su bandera, como lo es la nuestra. En ella no caben apasionamientos que no sea su defensa a ultranza, alejados de intereses comerciales o partidismos hacia determinados toreros. Y no es que no se pueda tener distintos gustos, que los hay, sino que estos deben sustentarse en realizar el toreo con la inequívoca seguridad de que cuanto se hace es delante de quien es el puntal que sostiene -o debería sostener, si pudieran sostenerse en pie- la Fiesta: El Toro.
Aunque todos sus miembros no sean, el espíritu es el del denostado “el 7”, rincón donde se dan cita, además de los buenos aficionados, los mayores defensores del cumplimiento del reglamento. Ya escribí en alguna ocasión que como se duerme mucho en el palco, alguien tiene que estar atento a los desmanes que se cometen a diario. Esa lucha, que por reiterada no es menos necesaria, no sólo debe de continuar, más al contrario debería incrementarse en el futuro. El día que “el 7” fuera toda la plaza, por sabido es que no se atreverían a soltar al ruedo un toro afeitado o sin trapío. Tampoco los toreros se permitirían todo tipo de ventajas y entonces se produciría el milagro del espectáculo en su integridad. El transcurso de la lidia sería tal cual se establece en los cánones y reglamento y dejarían de ser un estorbo los del 7.
Desde esta humilde tribuna quiero rendir homenaje a quienes tienen la sensibilidad, y valentía, para seguir defendiendo nuestra fiesta: es decir la voz de la afición. Esa que con el toro y el toreo en su pureza forman el triunvirato que debe sostener la Fiesta. Obsérvese, entonces, que poco necesitamos de taurinos, politiquillos y empresarios sin escrúpulos; todos ellos dedicados a llevarse beneficios económicos, pero no haciendo nada nunca en beneficio de la integridad de la Fiesta.
Por si todo esto fuera poco que ensalzar a esta Asociación, debo agradecerles también el desvelo e interés por sacar adelante uno de los proyectos más generosos y justos que se pueden dar en los últimos tiempos, como es el promover, y lograr -con lo difícil que es eso tal como está el patio del poder- realizar un homenaje a la voz más insigne del periodismo reciente, maestro de cuantos escribimos de toros desde la independencia, el alma de aficionados y en aras de la defensa de los valores auténticos del toreo. D. Joaquín Vidal, con quien tuve el honor de compartir sus ideas e inquietudes, no merece más de nadie, solamente le interesaba el aficionado. Por eso el homenaje que se anuncia es el único que le hará feliz allá donde esté. Quienes no le podían olvidar, no le olvidan. Los que le tuvieron olvidado, lo mejor que le pueden hacer es, precisamente, olvidarle. Cuando la voz de la afición homenajea al maestro Vidal, homenajea también sin proponérselo a todos sus alumnos. No cabe un homenaje más universal. Gracias a esa comprometida Asociación.