La temporada española sigue su curso. Ahora durante este julio, y más en el próximo agosto, están preñadas las fechas de festejos taurinos. No hay lugar, pueblo o aldea donde no se produzca un acontecimiento taurino. Así ha sido siempre, desde que tengo uso de razón, y así sigue siendo. Esto último es más que dudoso sin que sea cierto. Cierto es que se dan festejos, pero en nada se parecen a aquellos que mi juventud conoció. Ni suscitan el interés de antaño, ni las plazas se llenan ni dejan ecos los triunfos de los toreros.
Contando con su benevolencia les voy a contar mi vida. Bueno, una parte de mi vida, que es aquella en la que germinó la afición y se hizo dueña de mis preferencias por este espectáculo. Para que se hagan una idea de lo que aquella afición representaba, bastará que les de un dato. Más de uno se sorprenderá, pero quizás alguno encuentre paralelismo con su forma de hacer en aquella época. Quien suscribe, era tal su afición y también su honradez, que propuso, a la empresa en la que trabajaba, que le dieran las vacaciones por tardes; es decir, cada tarde contaría como medio día de vacaciones.
Esto era así, pues tenía horario de comercio y, como hoy, se trabajaba mañana y tarde. Acontecía que justo al lado de la oficina donde trabajaba había un taller de reparación de televisores, y como quiera que por aquel entonces Televisión Española era más española que ahora, retransmitía bastantes festejos. Además, lo anunciaba con bastante antelación y uno podía programarse para presenciar las imágenes. Pues bien, cuando llegaba la hora de la corrida, este que lo cuenta, se las apañaba para buscar excusas y salir a algo si bien nunca era todo el rato. Ese algo era ponerse delante del televisor y ver a Ordóñez, -elegía entre los actuantes- Camino o El Viti. También otros toreros, pues todos, en aquellos años, eran de mucho interés.
Claro, esto era excesivo y, como era muy respetuoso y honesto, -con las dos cosas: trabajo y afición- hubo que buscar una solución. Propuse a la empresa que me dieran las vacaciones a base de tardes, con lo que cubría los dos frentes: no engañarles en el tiempo de dedicación y verme todas las corridas que televisaran. Fue mi primera negociación y, aún sorprendido, me fue aceptada. Las dos partes ganábamos y se producía un justo reparto de los intereses de cada cual. Ahí andan hoy los sindicatos, que dicen representar a los trabajadores, sin encontrar los equilibrios que no perjudiquen ni beneficien a solo una de las partes. Con aquella fórmula tuve ocasión de presenciar, al menos, dieciséis corridas entre julio y agosto (supusieron ocho días de las vacaciones) y con ello aprender de aquellos toreros. ¡Qué años sesenta, Dios mío!.
Esto hoy en día no se da por varias razones: los sindicatos no dejan la negociación individual y, lo que es peor y afecta a la Fiesta, ni televisan corridas ni existe el interés de los trabajadores por verlas. Si acaso, los jubilados que conservan la afición proveniente del siglo pasado, las quieren ver (ahí la televisión de Castilla-La Mancha da ejemplo). A lo peor, es que no interesan y por eso no se televisan y no al contrario, con lo que el mal estaría, casi seguro que es esto último, en los propios taurinos que han sido incapaces de darse cuenta por dónde iba el asunto. Ciegos por lo inmediato, nadie vislumbraba, ni les importaba, el futuro.
De la temporada que avanza hasta estas fechas queda poco en el recuerdo. Si acaso los éxitos de El Cid en Sevilla y Madrid, así como de Rincón en San Isidro, además de los chispazos de Morante. Pero ni ellos mismos los continúan. ¿Y los demás qué?. Pues nada de nada. Y no vale decir que este o aquel van cortando orejitas por ahí, pues de lo que se trata es de arrebatar y de eso, no hay nada. Sin ese arrebato, sin esos éxitos clamorosos que apasionen y que tengan mucho eco, la temporada duerme, sestea y sólo donde se celebra el festejo y poco, pues ni la gente acude a la plaza, se conoce, a duras penas, lo sucedido. No traspasan las fronteras y eso que se cuenta con mejores medios de comunicación y estamos en la era de internet.
Aquí pasan cosas muy gordas, cuando lo más sonoro últimamente están siendo los festejos de recortes. Son esos festejos populares los que más eco están encontrando en los medios poco a poco. Son esos concursos los que se incluyen ya en todas las ferias y plazas y a base de competencia real en el ruedo, arrastran aficionados y apasionan a los espectadores. ¿De qué ese espectáculo iba a ocupar páginas de información, si todos los días actuase Puerta, Bienvenida, Antoñete o los citados anteriormente?. Van ocupando la parcela del interés que otros se han dejado quitar. Si se sigue por el mismo camino, mal camino lleva la Fiesta.
No hay un solo torero que lleve gente a la plaza, ¡ni uno!. Hubo un atisbo de recuperación temporadas atrás con la presencia de José Tomás, pero ya no está y se nota. Y se nota mucho. Demasiado. La temporada continúa y yo no cedería ya mis vacaciones por ver las corridas televisadas. No las hay, pero aunque las hubiera no me mueve el interés suficiente. ¿Usted, querido lector, lo haría?. Eso sí, Opinionytoros, seguirá en la brecha para tenerles informados debidamente.