Pareciera que... algunos empresarios taurinos mexicanos, no acaban de entender que son precisamente los jóvenes toreros… el futuro de nuestra fiesta.¡Sí!, pero los jóvenes toreros que poseen el contundente argumento de sus cualidades; porque lamentablemente en esta vilipendiada fiesta taurina mexicana, muchos empresarios pierden su misión desviándola con intereses particulares, alejados de la fiesta, y otorgan las oportunidades, a una juventud convenenciera apoyada con “padrinos poderosos”, que buscan en el espectáculo taurino, el escaparate para lucir su vanidad y encontrar un reconocimiento que no han podido hallar.
Y, así esta juventud convenenciera… ocupa puestos que deberían tener las verdaderas promesas del toreo, que además han conquistado con base, en la irrebatible verdad de su expresión torera.
Con esto se entiende que la falta de una real renovación de valores taurinos es por la falta de sensibilidad, inteligencia y visión empresarial.
El caso de la gran plaza es un ejemplo viviente de este extravío.
Durante más de una década el espectáculo se ha llevado al irremediable fracaso por falta de una planeación. No existe una búsqueda de nuevos valores… no existe –cuando se hallan por casualidad esos valores- un seguimiento para consolidarlos; simplemente se van programando novilleros o toreros por otros conceptos que no aportan nada a la revitalización de la fiesta taurina mexicana.
Después de dos lustros, en el coso mayor del mundo… por fin se entendió que se deberían de repetir a los jóvenes que fueran triunfando. Así ocurrió en los primeros festejos de la actual temporada de novilladas, y cuando el público comenzó a regresar y dejar las desastrosas entradas que apenas alcanzaban los mil espectadores; cuando debió haber consolidado el serial, ya que se habían poblado los tendidos con cerca de 5 mil espectadores (la décima parte del aforo) se programó a los triunfadores con una novillada infame… que no garantizaba nada por su procedencia, y entonces… se volvió a echar al público del coso, al caer en el desinterés.
Pero casos como este, existen en otras empresas.
Existen empresarios que fueron hechos a la vieja usanza de cobrar a los jóvenes por torear. No han entendido del necesario cambio y, penosamente, van acabando con la ilusiones de toda esa importante cantera de valores, al no verse en los carteles; y sólo pueden torear, aquellos que sus “padrinos poderosos” les pueden pagar sus caprichos.
O bien, aquellos que tienen la obtusa mentalidad que al torero “hay que cuidarlo” con becerros panzones y despuntados. Lo que acaba resultando un auténtico insulto para la verdadera promesa, porque estos jóvenes están conscientes de su responsabilidad, de su ética, y que todo lo que hagan en su profesión requiere honestidad.
El “cuidarlos”… es hacerlos menos competitivos… menos capaces o totalmente incapaces, para lograr consolidarse como verdaderos arquitectos del toreo en todo el mundo taurino.
A la juventud torera hay que apoyarla con la irrebatible verdad del auténtico toro íntegro, darle todos los festejos que sean necesarios para consolidarlos; sólo así se formarán figuras del toreo.
Otra cosa fundamental… cobrar precios que pueda pagar el aficionado. Luego se exceden cobrando tanto y sólo llenan unas cuentas butacas. Si bajaran el precio de las localidades, el beneficio en su utilidad se incrementaría, porque obviamente acudiría más gente. Nadie va a pagar lo que no pueda.
Y por supuesto, nunca olvidar elementos tan importantes como la mercadotecnia.
Un espectáculo bien publicitado… siempre estará en la mente de los posibles clientes. Al aficionado hay que invitarlo acudir al próximo festejo, consentirlo y recordárselo invariablemente por todos los medios.
Por ejemplo… si es en domingo la corrida, el lunes se le hará la invitación mostrándole el cartel… toros y toreros, así como las facilidades para llegar a la plaza y todos los beneficios.
Habrá que recordarle el martes que tiene esta invitación. El miércoles se le dirá que no haga ningún compromiso porque el domingo está el festejo. El jueves repetirle el cartel y los toros, y reiterarle que es una corrida con grandeza.
El viernes hacerle notar que faltan dos días. El sábado informarle que ya está en puerta la corrida; y el domingo darle la bienvenida, no maltratarlo, nada que le haga molestar y decida no volver asistir.
Porque existen pseudo empresarios que impiden que el aficionado lleve su comida… refrescos o cámaras fotográficas o de video, y eso sólo logra molestar, enfadar y echar a los aficionados.
El cliente… aficionado… público, lector, siempre es primero y merece toda la atención, respeto y consideración.
Esto es, en todos los medios de comunicación… prensa, radio y televisión, estar constantemente reiterando la invitación… inundarle de publicidad, que sepa que la fiesta está viva, que existe, y que el público es la parte que da razón de existir.
Sin embargo, esto también se les olvida a muchos empresarios.
En fin, esto nos demuestra, que si la fiesta puede recuperarse y remontar con grandeza, el responsable de esta labor es justamente el que echó a la gente de las plazas… el empresario; porque el empresario es el apoderado del público y debe velar por sus intereses confeccionar los mejores carteles, buscar los auténticos valores y el toro.
Cuando empieza el espectáculo… en el momento que el señor juez o presidente ordena que suenen parches y metales y da inicio el despeje de cuadrillas… en ese instante, la responsabilidad es del ganadero y del torero, porque si la plaza está llena y el público está contento y expectante… es porque ha cumplido el empresario.