Se debate mucho sobre el peso que deben de tener los toros, sobre si pesan menos de lo que muestra la cartelera.
Y, cabe preguntarse: ¿qué tan importante es el peso en un toro de lidia?, porque muchas veces vemos en las plazas del mundo animales de mucho peso que, con el correr de las faenas se aploman, impidiendo así el triunfo de los matadores de turno.
Lo más grave es que, también toros de menos peso, más “light” llegan a padecer de ese marcado aplomo al final de las faenas. Lo que lleva a pensar que quizá la importancia del peso del toro sea secundaria, que lo que debe de primar es la raza.
Por el propio decoro de las plazas debe de presentarse ganado que tenga los suficientes cojones como para ser lidiado, que tenga los pitones íntegros, que tenga trapío y ante todo y por sobre todo, bravura y nobleza, casta.
Los toros no se vienen abajo por tener más o menos peso, se vienen abajo porque les falta raza y este problema es un problema generalizado en todos los países taurinos del orbe.
La evidente falta de casta de la cabaña brava mundial podría deberse a tantas y tantas generaciones de ganado de lidia criado para ser noblote, repetidor y con menos peligro para las figuras, es decir a ese toro soso que tan a menudo vemos lidiarse desde hace algunos años.
Los ganaderos del mundo, salvo excepciones que hay, deben cuestionarse seriamente, hacia donde están enfocando la Fiesta Brava; con seguridad aún existirán medios genéticos para recuperar aquellos toros de antaño que soportaban largas faenas de capote, tres varas bien puestas, las banderillas y que llegaban a la muleta con arrestos suficientes como para permitir faenones de postín.