Las llamadas figuras del toreo, tras haber fracasado en Madrid, con rotundidad, declararon como grandes triunfadores de la temporada a todos los empresarios de España: Los toreros y, por supuesto, lo ganaderos. El fracaso de Madrid por parte de los profesionales, ello siempre es un cheque en blanco para las empresas y, a las pruebas me remito. ¿Se ha fijado alguien que, en realidad, están toreando mucho más los que fracasaron que, los triunfadores? Échale hilo a la cometa a ver si vuela más.
Dicen que, el toreo, indudablemente, es grandeza; quiero adivinar que, se referirán a la grandeza intrínseca por aquello de la creatividad taurina puesto que, jamás creo que el término grandeza lo utilicen en tono crematístico. Lo explico. Se están dando muchas corridas de toros; incluso en pueblos que, ni Ortega Cano es capaz de torear; pero se llevan a cabo dichos espectáculos. Se montan, claro, porque no cuestan dinero y, con toda seguridad, el que lo organiza, a sabiendas de que hay muchos memos sueltos, colma su vanidad, organiza la corrida y, todos tan contentos. Conforme has venido, te vas. Es una frase típica dentro del mundo del toro, justamente, cuando no hay un duro para repartir.
Uno, que ya ha visto de todo, se imagina a todos los empresarios de España poniéndole velas a su santo preferido, sencillamente, para que ningún desconocido salga lanzado desde Madrid; o, en su defecto, que cualquier figura actual de un aldabonazo fuerte y, a partir de ahí, hay que darles dinero y, eso de dar porque sí, suena como muy fuerte. Es cierto que, como siempre he dicho, al torero, por malo que sea, siempre le pagarán poco; es su vida lo que está en juego y, eso no hay dinero en el mundo para amortizarlo. Las empresas taurinas, obviamente, se rigen por un mercado; por una escala de valores de sus “productos”, llamémosles toros y toreros que, sin caché, apenas valen nada de cara a la contratación. A su vez, ellos, los toreros, los que suenan en cualquier esquina, aunque sea sin cobrar, tienen que torear todos los días. Nadie quiere que le pase lo que a Víctor Puerto que, el pobre, sin torear en lado alguno, una vez terminados los montajes de primeros de temporada, le cuenta batallitas a Rosa Villacastín, queriendo justificar las razones por las cuales no torea. ¡No torea porque no le contratan, por Dios¡ Pero eso debe ser muy duro y, muchos, como explico, con tal de no verse como el citado Puerto, se tiran de cabeza a donde les quieran llamar y, nadie es tan osado de preguntar qué tiene que cobrar. Hasta me atrevo por aplaudir a Puerto que, antes que andar puteado por la vida, es preferible vivir su soledad sin contratos. Pero así está el toreo. Una pena, pero es la gran verdad. La poca gente que todavía asiste a los toros, si en realidad supiera que, esa fortuna que pagan por una entrada, al torero que admiran, lo arreglan con nueve mil euros, otro gallo les cantaría; yo diría que, de saberlo, todavía iría mucha menos gente a las plazas. Lo lamento, pero es la pura verdad. Y se quejan los trabajadores porque, muchos, entienden que son explotados. A todos esos que se lamentan de sus empresarios en la vida laboral, a todos los metía yo toreros y, sería entonces cuando se quejarían de verdad.
Razonemos y, entendamos lo que explico. Sebastián Castella y El Cid, por sus triunfos en Madrid, deberían de estar en todas las ferias de España; es cierto que, El Cid, el hombre, antes del éxito de Madrid ya tenía firmadas muchas corridas pero, ¿y Sebastián Castella? El diestro francés está toreando mucho menos de lo que debiera, sencillamente porque, el hombre, con su verdad en la arena, esta pidiendo un dinero que entiende que es de justicia y, como se da la triste paradoja de que, muchos, con más nombre que él, torean por lo que les quieren dar, el francés, al dique seco. Podría enumerar todas las ferias que han prescindido de El Cid y, cualquier día, con tiempo, lo hago; pero han sido muchas porque, el diestro de Salteras, rotundo triunfador en Sevilla y Madrid, entiende que, miserias ya pasó bastantes y que, ahora, le ha llegado su momento; el que lo quiera entender que lo contrate y, el que no lo ve así, peor para él; pero El Cid, muchos días, gracias a sus exigencias, se queda sentado. Y no es que no toree; claro que torea, faltaría más. Pero ha pedido el hombre un dinero justo, el más justo del mundo y, los empresarios, para relleno, tienen a Finito de Córdoba, Rivera Ordóñez, Tejela, Jiménez; así como un plantel de toreros más jóvenes y novedosos que, con todos ellos, se forma un cartel decentito y, sin apenas presupuesto.
¿Se ha fijado alguien que, el máximo triunfador de Madrid, César Rincón, apenas torea en lado alguno? ¿Verdad que este diestro debería ser la base de todas las grandes ferias de España? Pues el otro día estaba de vacaciones en Pamplona; pero como espectador, claro. Tengo la absoluta seguridad de que, César Rincón, con su silencio y sus ausencias de muchas plazas de toros, está dándole categoría y caché a su glorioso nombre y, como a Dios gracias, frente al toro y con su arte supo forjarse un porvenir, veinte años más tarde, en pleno vigor como torero, triunfador indiscutible de Madrid, no tolera que, a estas alturas de su vida, tenga que jugarse la piel por el precio que otros quieran ponerle; eso se llama dignidad, lo demás, lo que hacen casi todos es arrastrarse como las serpientes para que, los empresarios, hasta el más humilde de ellos, viva como un rey.
Está claro que, la ganancia está en ser empresario; pruebas cantan. El empresario es el jefe y, todos los demás, incluidos toreros, los empleados y, un empleado, por muy bien pagado que esté, jamás estará a la altura de su jefe. Y esa es la disyuntiva. Al respecto de cuanto digo, hace unas fechas, un empresario que había sido torero, se lamentaba el hombre de los años que anduvo en la profesión mendigando un contrato y, arañando unas pesetas. Un buen día, este hombre, avispado y avisado por la vida, se lió la manta a la cabeza, se hizo empresario y, en la actualidad, regenta diez plazas de toros, vive como un privilegiado y, para colmo de su dicha, con tristeza, contempla la mendicidad de los toreros. Y les aseguro que, dentro de todo, este señor, es generoso con los hombres con los que contrata; podría pagarles mucho menos pero, por la decencia que tiene, por todo lo que ha penado como torero cuando estaba en activo en su profesión, a todos los toreros que contrata, con todos, pacta el precio; será más o menos justo, pero el precio queda pactado antes de la actuación y, jamás quedó a deber una sola peseta a nadie.
Termino como empezaba; no me gustaría ser torero, pero por nada del mundo y, menos, de los que no son figuras que, desdichadamente, son casi todos. Ha quedado claro que, el dinero de los que se juegan la vida sigue siendo muy escasito; nada en el mundo les beneficiará tanto a los empresarios que, el propio fracaso de las figuras. ¿O alguien puede creerse que, un tal Jesulín de Ubrique tiene caché de figura? Torea por lo que le quieran dar; eso sí, para que su nombre siga sonando. Como éste, la gran mayoría. Por todo ello, el fracaso con estrépito logrado en Madrid por parte de tantos toreros ha sido, sin lugar a dudas, el triunfo de los empresarios. Ahí están ellos. ¿Se han fijado ustedes que cara de felicidad tienen todos?