Como diría uno de nuestros más célebres refranes, al perro flaco todo se le vuelven pulgas y, es verdad. Dicho refrán, desgraciadamente, se lo podríamos aplicar, ahora mismo, al matador sevillano Luís Vilches que, ilusionado, estaba afrontando sus compromisos con esa torería que rezuma por los cuatro costados. El matador de Utrera, a sangre y fuego, estaba sacando la cabeza y, ahora, una úlcera estomacal, lo tiene en el dique seco. Ya es mala fortuna que, cuando no lo hieren los toros, como ahora, una enfermedad lo deja tirado en una cama.
Luís Vilches sabe, como pocos, de las injusticias del mundo del toro; como sabe de cornadas, en el ruedo y en los despachos y, todo ello, no le resta ni un ápice a sus inquebrantables ilusiones toreras; un caso de auténtica vocación el de este hombre que, con sus acciones, vaya lección que nos está dando. Es verdad que, para ser torero, ante todo, hay que estar un poco loco porque, justamente, en plena cordura, no se entiende que nadie pueda dedicarse a este menester. Y, a priori, aún siendo el toro el enemigo a batir, la gran realidad es que, los peores peligros están fuera de la plaza, de ahí la tremenda dificultad que entraña ser torero.
Escribo ahora mismo de Luís Vilches porque, como en notorio, escribir del que está arriba, eso es lo más fácil del mundo y, para colmo, el gentío, hasta te lo agradece. Ahora bien, narrar sobre un hombre humilde; apostar por un muchacho que, pese a todo, tiene condiciones para ser torero, ello, como les pasa a los toreros, hasta puede sonar a locura pero, es lo que me dicta el corazón. Uno, en honor a la verdad suele analizar y, confieso que, Luís Vilches, pese a quien pese, está empeñado por la causa de su arte; por esa pasión que le desborda y que, como él confesara, está dispuesto hasta dar su vida por su profesión. Pruebas, las tiene todas; nada es más verdad.
Son ya varios los años en que, el diestro de Utrera, continúa en esa encarnizada lucha contra el toro y los elementos; cornadas, desprecios, sinsabores, desilusiones y, toda una amalgama de situaciones que, a cualquier mortal, con toda seguridad, nos harían venirnos abajo por completo. Por esta razón, por el afán de superación ante la adversidad, por ello y por muchas más cosas, son admirables los hombres de la estirpe de Luís Vilches. Se necesita un corazón a prueba de bombas; un valor espartano para no caer en la derrota; ni en los ruedos ni fuera de los mismos. Todo eso y mucho más atesora este diestro sevillano que, como evidencia, nada ni nadie le puede apear de sus convicciones; tremendo, pero cierto.
Desde aquí quiero animar al matador; su situación, la de ahora mismo con esa enfermedad, es una más de las muchas que ha tenido que sortear. Seguro estoy que, Vilches, con toda seguridad, al hablar de enfermedades, se mirará en el espejo del maestro César Rincón que, como todo el mundo sabe, al margen de innumerables cornadas, tuvo la fuerza para ganarle la batalla a su cruel enfermedad. Siendo así, como explico, Rincón servirá de espejo; si y tantas veces sirviera en calidad de torero, tras su circunstancia adversa en lo que a la enfermedad se refiere, seguro que, Luís Vilches y todos cuantos pasen por trance similar, se mirarán en la vida y obra del maestro bogotano para tirar hacia delante. De cobardes jamás se ha escrito y, Luís Vilches, como se sabe, además de artista, es un hombre muy valiente.