En estos próximos días inicia la feria de Pamplona, una de las ferias con mayor personalidad de las que se celebran en todo el mundo. Una feria reconocida en todo el planeta gracias a su peculiaridad y al eco que de ella hiciera el gran escritor norteamericano Ernest Hemingway. Su personalidad no solo nace de sus célebres encierros o de la forma como viven la corrida las innumerables peñas en el tendido de sol, sino también radica en lo que se conoce como el “toro de Pamplona”, característica que pasa un tanto desapercibida para la gente normal pero que los taurinos tienen bien presente por la responsabilidad que representa la seriedad del toro que allí se lidia.
Todas las ferias se distinguen por sus peculiaridades. La feria de Bilbao se reconoce también por aquello del “toro de Bilbao”, o la feria de abril de Sevilla por sus impresionantes silencios, por el marco inconmensurable de su plaza o los arranques toreros de su banda. Es bien conocida la rigurosidad que impera en la feria de San Isidro en Madrid, y elementos de cada feria como la merienda en Burgos, o los variopintos mantones en Almería. Y así, todas las ferias en el mundo.
En América y más específicamente en Colombia tenemos unas ferias consolidadas que tienen también su personalidad arraigada pero que en algunos casos se ha visto algo difuminada en detrimento de ellas mismas.
Cali, por ejemplo, es una feria en todo la extensión de la palabra, la alegría de la gente, la belleza de las mujeres, el ritmo picante de la salsa y el calor a tope hacen que sea un acontecimiento especial. Una feria con gran categoría, incrementada hace unos años por la impresionante resonancia que tenía en España lo que sucedía en Cañaveralejo, cuando toda la tropa de cronistas españoles venía a comentar la feria, y más importante que eso porque también valía eso del “toro de Cali”, porque se lidiaba el toro de más trapío y seriedad de todo el territorio colombiano y de América. Eso tenia importancia y daba aún más categoría a la feria. En los últimos años se perdió ese norte y sumado a la crisis económica, la feria perdió un poco de entidad. Se abandonó un tanto esa seriedad del toro. Este año se quiere recuperar lo del “toro de Cali” para así volver a dar el lustre que merece una de las ferias más importantes de todo el calendario taurino mundial.
Cronológicamente sigue Manizales, “la feria que hizo las ferias en América”, un refrán que se popularizó y se enraizó gracias a don Ramón Ospina, que lo repitió año tras año y que no es poco para una feria. Además de esto, la de Manizales es una feria con duende. Se dice que su ruedo tiene un embrujo especial, que allí suceden cosas mágicas. Y así lo aceptan y esperan los manizalitas y quienes visitan esas tierras cafeteras en los primeros días de enero. No se exige el gran volumen del toro, y se privilegia la calidad de las embestidas para que brote el duende flamenco y la inspiración de los toreros. Generalmente son tardes memorables las que anuncian al ganadero de la tierra y los toreros se transforman en orfebres del arte con suertes antológicas como aquella del bú que inmortalizara Ortega Cano en el cenizo ruedo manizalita.
Sin olvidar las ferias de Cartagena, Armenia, Duitama, Sogamoso y ahora Bucaramanga que son ferias que van construyendo su personalidad. Medellín sigue en el calendario colombiano a manera temporada e intercalada con Bogotá.
La feria de la Macarena, antes de la Candelaria, de Medellín tiene algo en común con la de Manizales, un gusto especial por el arte. La gente se entrega de manera apasionada a los toreros y el tapete de claveles que cae a los pies de aquel que triunfa es inolvidable y de una belleza particular. Ahora esta en un camino de recuperar la identidad de la feria un tanto apagada por la nueva estructura de la plaza.
Y Bogotá. La plaza más importante del país. Se da a manera de temporada y no de feria. Y cada domingo se engalana para cada corrida. Se dice que es la “Madrid de América” por lo entendida y exigente que es su afición. Se reunen las personalidades más influyentes del país y gente del jet-set nacional pero también los aficionados de las peñas que copan las barreras del tendido de sol para fiscalizar que lo que suceda en el ruedo capitalino sea puro y con verdad. Es una temporada con inmensa categoría y que hace unos tres años se ha ganado el cartel – perdón la redundancia - de ofrecer los mejores carteles de América y a fe que lo ha logrado y en ese camino va a seguir.
Estos elementos particulares de cada feria o temporada se deben identificar y cuidar y cada empresa que tenga la responsabilidad de llevar las plazas debe velar por nunca perderlos porque son intrínsecos a la idiosincrasia de las ferias que las hacen únicas y reconocidas en el mundo.
Nota : Para aquellos que se preguntan por la insistencia de esta nota quiero decirles que lo que expreso en ella no es más que un deseo propio, que quizás compartan algunos más. Pero todo quedó en deseo porque César Rincón matará en Bogotá la corrida de Ambaló y de Agualuna y no los “Mondoñedo” como hubiésemos querido y como se merecia la plaza en su 75 aniversario.