Más de media plaza para ver el primer cartel de los de a pie en el coso donostiarra de Illumbe. 8 Toros de Jose Miguel Arroyo y Martín Arranz, desiguales de hechuras, flojos pero nobles de comportamiento por lo general. Enrique Ponce: ovación tras aviso y pinchazos y silencio. Morante de la Puebla: abucheo tras dos pinchazos y ovación. Matías Tejela: Ovación y Silencio. Eduardo Gallo: Oreja y fuerte petición y palmas. El primero de la tarde tomó bien las telas de Enrique Ponce que cuajó gran faena. Inmediatamente y con muletazos casi imperceptibles colocó al toro en los medios para ligar allí tandas de muy buena factura, colocado en el sitio. Fueron series de muletazos con mucho empaque. En la izquierda optó por echar la muleta a los morros y tirar del animal. El toro fue quedando más tardo por momentos e iba a menos. Ponce le iba dando terreno de toriles que era los que pedía el animal. Pero no le ayudó en la muerte y hasta dos veces los pinchó. Una pena. Gran ovación. El segundo de su lote, quinto de la tarde, tenía calidad en los dos pitones pero no quiso ligar el toreo el de Chiva. La faena resultó menos vistosa y con la espada tampoco hubo suerte. Morante no quiso ni ver a su primero. En el segundo sacó a relucir su arte. Le dio al toro diferentes salidas mientras lo mecía en la derecha con los riñones metidos, los hombros desmayados y la barbilla en el pecho. Fue faena en dos partes con una segunda mitad más deslucida. Cuando parecía que había cuadrado al toro para la muerte instrumento preciosos naturales de uno en uno. Tampoco estuvieron con él los aceros. Muy voluntarioso Tejela con sus dos toros. Pero tuvo el peor lote, los más flojos. El primero tenía buena condición pero caía constantemente. Al final desarrolló sentido y fue a peor. Dejó una estocada y escuchó una ovación. El segundo también era un flojo de cuidado, el que hubo que tener con él para que no cayera. La faena completa fue la de Gallo al cuarto de la tarde. Lo recibió con el cartucho cambiado en los medios. Entendió los tiempos y las distancias. Toreó mecido en la derecha, acoplado y ligado. Después naturales buenos, el toro embarcado, la mano lenta pero corrida. Calidad. Se fueron acortando las distancias, terminó con manoletinas muy estáticas, de quietud. Lo mató al recibo. Se le pidió la segunda con fuerza pero no fue concedida. Estuvo más que digno y aplicado en el octavo, que era bronco e incómodo, punteando en los engaños y para colmo flojo. Escuchó un aviso y las palmas.
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