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Ignacio Garibay llegó y convenció. Su argumento... una sensibilidad a raudales, la serenidad en el pensamiento. Tuvo un primer ejemplar que además de manso y descastado, ha sido sumamente débil, como fue todo el pésimo encierro de Bernaldo de Quirós. A pesar de este lamentable hecho, Ignacio no se desanimó y sí logró conjuntar, una intensa faena, que tuvo episodios importantes. Primero, porque logró hacer que el burel no sucumbiera por su ostensible debilidad; y por otro parte, apoyado en su poderosa muleta, pero en la que también el temple, la cadencia y el ritmo son también parte fundamental, obligó a embestir al astado... marcando el tiempo y el espacio, de la senda a la que tenía que ocurrir. Así, sus trazos fueron sumándose en el redondel plenos de clase y calidad, y trascendieron al tendido, por el poder del sentimiento que desbordó. ¡Eso es profundidad! Darle un argumento tan contundente en técnica, sitio, oficio y sentimiento, que no sólo emociona sino que desquicia a los ennoblecidos espíritus del respetable. Por eso, después de una entera, y tras ceder el burel, se exigió le concediera el juez de plaza (presidente) las dos orejas y el rabo; aunque la autoridad se excedió ordenando una inmerecida vuelta al redondel del bovino, que además de estar cayendo en la arena sólo pudo recibir un rasguño como puyazo. Ignacio, regaló otra interesante faena con su segundo, plena de suavidad y ritmo. Fue breve, pero intensa, y así después de un espadazo y un descabello, le otorgó el público, otra merecida oreja; para esta vez izarlo en hombros y conducirlo por el umbral de la Puerta Grande, como reconocimiento a su entrega sin cortapisas. Otro torero que demostró su verdad, fue José María Luévano, así le vimos realizar dos faenas con dos débiles, mansos y descastados ejemplares, llenas de templanza y buen gusto, que le hicieron merecer una oreja en cada ejemplar. Por lo que también salió a hombros ante las ovaciones del público que llenó los tendidos. El madrileño Julián López “El Juli”... con ese cuento de que anda en busca de la “profundidad” en su toreo. Se observa que todavía no la halla, y es porque no se vende en ninguna esquina, esa cualidad es inherente en el artista. La magia de la inocencia de su niñez ha desaparecido, y sin este sustento, es simplemente un diestro que en cada tarde, inunda al público de un océano de vulgaridad. No puso banderillas, el público se molestó y se lo hizo saber. Quizá se podría salvar de su comparecencia, una serie -de su segundo- con la mano diestra cerca de tablas en el área de sol, pero no con mucho. Así, el señor Juli, acabaría saludando en el tercio en su primero; y recibir como bondadoso regalo de la autoridad, una orejilla que tuvo que regresar después de haber sido protestada. Del pésimo encierro de Bernaldo de Quirós, ya hemos mencionado que fue manso, descastado y débil. Y se le reprueba a Javier Bernaldo, no sólo el hecho de que se haya sumado a una salida a hombros que no le correspondía... el público se lo hizo saber, sino que no haya correspondido al plausible esfuerzo que hace Espectáculos Taurinos de México, por ofrecer festejos serios y dignos. El resumen: Ante un lleno se lidió un pésimo encierro de Bernaldo de Quirós, que fue manso, descastado y débil. No pelearon en las cabalgaduras. Incomprensiblemente se le dio arrastre lento al tercero. José María Luévano, oreja; y oreja. El madrileño Julián López Escobar El Juli, saludó en el tercio; y oreja que devuelve por ser protestada. Ignacio Garibay, dos orejas y rabo; y oreja. Tarde agradable. Lleno. |
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