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20/01/2019
  (Temporada Grande-México) La Crónica del Festejo: Regálenos un par de faenas
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Visite nuestra ficha del festejo.

El séptimo cajón. Pocas prácticas tan polémicas en la fiesta brava actual. Una costumbre sumamente enraizada en la fiesta brava mexicana, pero prácticamente incomprensible desde otros sitios, particularmente desde España. En nuestras tierras, donde usualmente todos los protocolos, costumbres, y formalismos, de algún modo u otro, pueden relajarse. No obstante que el toro de regalo se había suprimido a su mínima expresión recientemente, por segunda vez en tres semanas, se abrieron los cajones séptimo y octavo. Los matadores que buscaron llevarse todas las canicas con este recurso fueron Sebastián Castella, y Octavio García “El Payo.

Antes de continuar con esta línea de pensamiento, es necesario mencionar dos asuntos. En primer lugar, la corrida de Fernando de la Mora. Hacía un tiempo que el hierro queretano no cruzaba la aduana de La México sin que le devolvieran algún astado por minúsculo. En esta ocasión toda la corrida estuvo correctamente presentada. Incluso se anunciaron cuatro toros por arriba de los seiscientos kilos, tres de los cuales los cargaban sobre sus lomos ostensiblemente. Por otro lado, fue notoria la pobre entrada que registró el gran coso. El llamado del torero francés reunió prácticamente al doble de gente en la primera parte de la temporada, que en esta ocasión se reunió en número de unos diez mil.

De vuelta a los regalos, no está de más recordar que Castella ha sido un asiduo de los toros de regalo durante su carrera. Basta con señalar que en sus dos participaciones en la temporada regaló toros. Antes de ello, el de Beziers abrió plaza con Espanta Suegras –n. 151, 586 kg. –, una tremenda mole. Su pinta fue negro bragado jirón, lucero, y bien armado. En su juego fue pastueño y noble, con recorrido y movilidad, además de su dosis de debilidad y una cierta tendencia a huir. Castella tuvo buenos momentos, tanto de recibo con el capote, como con la muleta. Así fue en la primera parte de la faena, cuando el toro fue capaz de emplearse, y el francés tuvo la paciencia de estar suave y sobándolo. Después se puso un tanto bronco, y no pudo abrochar su faena a un toro ya muy rajado. Mató de dos pinchazos y descabello tras un aviso.

Hizo cuarto de la tarde Mi TX –n. 155, 563 kg. –, un toro deslucido, un tanto soso, pero que se desplazaba y acudía a los engaños. Castella estuvo impaciente, apresurado, brusco, y hasta un tanto desordenado. Incluso la gente comenzó a meterse un tanto con Sebastián, que apuntaba para completar una mala tarde. No obstante, el recurso salvador se urdió durante la caótica lidia del sexto. Justo en los momentos de más desconcierto, tanto en el ruedo como en el tendido, Castella levantó su dedo.


Castella respira hondo de cara al 2019

Salvación por mi podría exclamar el torero galo tras de la suerte de encontrarse con Río Dulce –n. 154, 562 kg. –. Y es que vaya bocanada de oxígeno puro que fue para la temporada de Castella, que no está en los primeros planos de la fiesta en España, y que, a pesar de su cartel, ya llevaba un tiempo sin golpear la mesa en México. El de Fernando de la Mora tuvo dos defectos muy marcados, lo de rascar la arena, y lo de salir sueltito en la primera parte de la faena. Dejando de lado esos detalles, vaya toro... Un torazo, emotivo, entregado, noble, claro, con repetición, tranco, y clase. Se rebosaba en la muleta por el lado derecho, y por el izquierdo qué forma de planear, y de humillar, aunque sin la misma codicia. Un toro de bandera, de lío gordo, con el rabo agarrado con pinzas.

Sebastián se desbordó toreando. Consumó series emocionantes por el lado diestro, y pegó pases colosales y de imperio por la mano siniestra. Además pudo encausar las buenas condiciones del toro, y le obligó a romper tras de que intentó rajarse, incluso estuvo por llevárselo delante en esa parte de la faena. En la segunda mitad de la labor, mientras el pitón derecho lentamente se apagaba, el izquierdo resplandecía, comenzaba a brillar. Ya Castella intentó tan solo algunos detalles, aunque parecía que el toro todavía podía ofrecer otra tanda, y otro cierre.  Le costó trabajo tirarse a matar, pues trató de asegurar la estocada con un toro que se desigualaba rápidamente dada su tendencia a rascar. Sebastián se tiró a matar y desafortunadamente dejó un bajonazo, con el que se fueron las orejas. Hubo petición mayoritaria, y Enrique Braun se guardó la oreja adecuadamente. Aunque, sinceramente, bien pudo soltar un apéndice, y nadie se hubiera molestado. Castella dio una tremenda vuelta al ruedo, con la Plaza México entregada como hace mucho no se le entregaba. Los restos del toro fueron ovacionados. Regálenos, pues, una faena.


Hubo grandes momentos

Su sublimó Octavio García “El Payofrente a Quitapenas –n. 144, 628 kg. –, otro tremendo cárdeno. Tras de la probadita quitando por navarras en el primer toro, con exquisita media, disfrutamos otra al poner al toro en el caballo. El toro, por su parte, se arrancó de largo al caballo, y peleó mientras recibía un puyazo muy trasero. En banderillas comenzó a hacer cosas de probón y reservón, mismas con las que tuvo que vérselas El Payo. Andando inició el rubio torero, rematando con cambio de mano y el de pecho en los medios, de veinticuatro quilates. El cárdeno, con su impresionante lámina, rascaba se lo pensaba para embestir. No obstante, con buen oficio y tino, Octavio atinó a echar los vuelos de la muleta al morro por ambos lados y a encontrarle la distancia.

Otras dos tandas de derechazos antes de un cambio de mano en la boca de riego. A partir de ahí insistió por la siniestra, por donde el toro era estaba más parado pero tenía más calidad. En un par de series vimos cuatro o cinco estupendos muletazos, de los que detienen el tiempo. Fue entonces el momento de cambiar los procedimientos y buscar las tablas. Ahí, la dosantina ligada con el derechazo de vuelta entera, y un supremo cambio de mano. Luego un desdén supremo. Abrochó la faena con otro supremo natural y el muletazo de la ranchera. Marró con los aceros mediante una media tendida, y un racimo de descabellos tras aviso. Saludó en el tercio.


Qué naturales del Payo

Esa fue nuestra probadita de ese gran Payo. Desencajado, pálido, famélico, de una expresión casi mística, y sumamente entregada. Desafortunadamente ese Octavio García no siempre sale le sale al toro. Con el quinto, Gitanillo –n. 55, 628 kg. –, que no tenía mayores opciones, tampoco buscó hacer mucho más que regalar el sobrero. El puntillero Emilio Ríos se llevó una fuerte ovación tras de cachetear con torería y estética. El octavo de la función fue Mar de Nubes –n. 140, 570 kg. –, descastado y soso, al que solo le extrajo un par de derechazos ligados para alargar de más la tarde. Salió al tercio Rafa Romero tras un escalofriante par de banderillas al regalo. De obsequio, pues, otra faena.


Oficio, cabeza, y arte

El que tuvo una mala tarde fue Juan Pablo Sánchez. El primero de su lote fue Bandolero –n. 36, 602 kg. –, un toro del que había que tirar para conseguir buenas embestidas. A diferencia del Payo, que entendió el procedimiento de echar los vuelos al hocico, el de Aguascalientes siempre presentó su muleta planchada, esperando a un toro del que había que tirar. Silencio, pinchazo, y bajonazo.

El sexto fue Fina Estampa –n. 150, 620 kg. –, un toro manso de solemnidad, que provocó un herradero en los primeros tercios de la lidia. Sánchez no lo quiso ni ver, y aprovechó el desconcierto para hacer notorio su descontento. Sin que fuera su intención, también dejó ver su incapacidad y su indolencia. Escuchó un aviso.


Juan Pablo Sánchez, mala tarde

La próxima semana, ante toros de Villa Carmela, partirán plaza Antonio Ferrera, Arturo Saldivar, y Diego Silveti.

Fotos: Luis Humberto García "Humbert".

 
     
   
     
   
     

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