|
Los aires de renovación no dejan
de soplar a lo largo y ancho del territorio mexicano. Son tiempos de Cuarta Transformación, como dijera la
flamante cabeza del ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador. Siempre un
paso adelante, siempre visionarios y previsores, en la fiesta de toros nos
adelantamos a los acontecimientos. Desde el 2016 la Plaza México sufrió su
cuarta transformación con la llegada de la nueva empresa. A partir de entonces
se han gestado los acontecimientos de toda clase de naturalezas que acompañan a
la organización de corridas de toros: triunfos, éxitos, tragos amargos,
derrotas, fracasos, escándalos, y polémicas. Ha habido de todo, palos y
petardos, como es la naturaleza de la fiesta. De entre las situaciones menos promisorias
para la fiesta brava nacional de cuantas se han presentado en el embudo de Insurgentes,
sobresale la dificultad para dar la vuelta a la raquítica situación de la torería
mexicana. Las nefastas prácticas de la empresa anterior dejaron a la fiesta al
borde de la inanición, pues todo aquel nacional que triunfara corría el riesgo
automático de que cayera sobre su cabeza un veto fulminante, usualmente por
asuntos de dineros (que nunca les faltaron a los Ponces, Julis, y hasta
toreros de medias entradas, como los Castellas). En la actualidad, esa práctica se
ha detenido. Sin embargo, solo nos cambiamos de un obstáculo a otro. Y es que
la nueva empresa es parte de un grupo hegemónico, prácticamente monopólico, que
mantiene una forma de trabajar en la que se conforman grupos muy cerrados, en
los que es muy difícil penetrar. Con la caída del poder del grupo del doctor Herrerías,
son los allegados a Espectáculos Taurinos de México, y en menor medida los
allegados al incipiente grupo de su socio Xavier Sordo quienes entran en los
carteles de México. A ello se debe la deuda primordial de TauroPlaza México con la afición taurina tras casi tres años, tras
de los que no han logrado sacar una figura del toreo mexicana en tres años. De entre estas desafortunadas políticas
sobresale un acierto verdadero de la empresa de La México. Me refiero a la
reaparición de Ernesto Javier Tapia “El Calita”, matador de toros
mexiquense que tomó la alternativa en el albero de la Monumental hace diez
años. Aquella vez fue debut y a la congeladora, aparentemente por algunos
conflictos del entorno del torero con la empresa. Tampoco la nueva administración
le dio la oportunidad hasta ahora, cuando, tal y como nos lo sugieren varios
indicios, Calita ingresó al círculo del matador Mario Zulaica, gerente de la empresa del coso, y sus cercanos como el
matador Christian Aparicio, quien
acompañó a Ernesto en el callejón. El empresario potosino terminó recientemente
su relación profesional con Arturo Saldivar  ¡Nomás fue el susto! ¿Atamos los cabos correctos? Solo
lo sabremos a la sazón. Pero, por ahora, lo que es una realidad digna de
aplaudir es la inclusión del Calita en los carteles de la Temporada Grande. El Calita
reafirmó lo que se le ha visto en otros cosos, y que en este espacio le hemos
reseñado. Un torero maduro, con proyección, con transmisión, con buen concepto,
con temple, con firmeza, y con mando. Mató cuatro toros, y todavía se tomó el
tiempo de cortarle una oreja al octavo de la función. En fin, una tarde muy
promisoria para el que puede ser un torero importante. No dejaremos de animar a
TauroPlaza México para que busque a
los otros Calitas que andan por los ruedos nacionales y extranjeros, pidiendo
una oportunidad para pegar un palo.
Antes abrió plaza Fabián Barba, que mató el primero de
siete toros de Rancho Seco. Ochentón –n.
195, 535 kg. – fue un toro serio y fuerte, encastado, difícil, que exigió temple
y mando. Es necesario mencionar brevemente que saltó al callejón de forma muy
parecida a la de su célebre hermano Pajarito.
El aguascalentense estuvo firme, iniciando por doblones toreros y corriendo la
mano con buen gusto por ambos pitones, templado y gustándose. No obstante faltó
un poco de temple y suavidad para meter al toro en la muleta y obligarlo a
romper, lo que provocó algunas protestas. Mató de un bajonazo entregándose, y
cortó una oreja sumamente benévola cortesía de Jorge Ramos.  Viene el Calita... Con el otro de su lote, estuvo
muy sobre pies robando muletazos en cantidad un poco a la trágala. Un poco
lejos, pues de someter a un toro bastante malo, de nombre Pastorcito –n. 119, 495 kg. –. La participación de Fabián terminó
abruptamente con el primer regalo de la noche, un toro corraleado de Monte
Caldera, llamado Mitotero –n.
33, 515 kg. –, que le cogió mientras esperaba de rodillas en los medios. Suelto
el torete, se fijó súbitamente, se arrancó, pasó en la larga cambiada, y volvió
encelado sobre el torero, pegándole dos cornadas grandes. Poco pudo hacer Calita
con dicho astado.
 ...y pisa fuerte Volviendo a la actuación de Calita, hizo primero de su lote Epifanio –n. 147, 550 kg. –, cárdeno
precioso de lámina. El mexiquense conectó con el tendido tan pronto como se
abrió de capa por mandiles. Con la muleta hiló su faena más templada y de mejor
sello artístico, marcada por templadas series de derechazos, cuidando mucho al
cárdeno, que era noble pero débil. Sin embargo, el mayor calado vino en el
toreo al natural, suerte por la que consiguió ligar un par de tandas toreando
muy despacito, largas, de bastantes muletazos. De entre ellos destacó un
muletazo cortito, apenas el muñequeo tras de tocar, muy reunido, un cromo. Terminó
lidiando de pitón a pitón con mucho lucimiento. Mató de un bajonazo y cortó
otra oreja que no debió entregarse.
 Viene el Calita... Su actuación con el quinto de la
función fue sumamente interesante. El torero hizo al burel, de nombre Gaspar –n. 120, 504 kg. –, que era un
toro huidizo, distraído, sumamente deslucido, soso, embistiendo a media altura.
En resumen un toro que valía para muy poco. Con base en estar en el sitio, Ernesto
Javier Tapia hizo una faena in crescendo,
en la que hicieron ruido, primero, los remates por alto. Después, el último
pase antes de ligar el de pecho empezó a provocar el olé. Y, hacia el final de
la faena, fue toda una tanda de naturales, con la muleta enrollada sobre el
palillo para ayudarse contra el viento. Siguió una estupenda serie de ocho o
nueve muletazos caminando de los medios hacia los adentros, dejando un
trincherazo soberbio y la torerísima escena de andarle al toro. Como colofón,
el toreo por alto, sentido, proyectando, y llegando al tendido. Lástima del
desastre con los aceros, porque hubiera cortado la otra oreja.
 ...y pisa fuerte Tapia despachó al primer regalo, sin mayor éxito. Con el propio,
octavo de la noche, Melchor –n. 141,
493 kg. –, del hierro titular, consiguió una faena de buen sabor artístico. Tal
vez un conjunto menos logrado, pero definitivamente una faena con buenos
pasajes por el lado derecho. A pesar de que el toro deslucía echando la cabeza
arriba, El Calita llegó entregándose y alargando los trazos, muy despatarrado,
y reponiéndose para quedar en la distancia. También le jugó a favor, hay que
decirlo, las ganas de la gente de jalear algo a esas alturas de la maratónica
jornada. Mató de estocada algo delantera, y cortó la segunda oreja.
Diego Sánchez está en ese limbo tristísimo y gris de los toreros a
los que sus apellidos y relaciones les significan un tremendo handicap en
contra. Y es que en Diego hay afición, hay valor, y hay condiciones para
funcionar como torero. Hay todo menos sitio, el mismo que le negaron por
llevarlo cuidadito desde el inicio de su carrera, y evitarle el fogueo natural
en el que los chavales con afición y valor se hacen toreros. Tal y como su
paisano Armillita, desde la alternativa todo ha sido una carrera dura, aunque más
discreta en comparación con aquel. El tercero de la tarde fue un
toro con movilidad, pero áspero, con más edad que trapío. Había que someterlo
para aprovechar las embestidas, o al menos para lucir por encima del astado. Lástima
grande que estuvo lejos el joven hidrocálido de ello, y desesperó al
respetable. El toro se llamó Baltazar –n.
125, 477 kg. –. Con el sexto de la función vinieron los mejores trazos de Diego,
tanto con capote como con muleta, y quedó claro que en él hay calidad. Hay
también idea, cierta estructura de intentar las tandas largas y rematadas. No
obstante le hace falta el dominio y la técnica para no destemplarse, cosa que
complica mucho lo de llegarle al público de México. Tuvo problemas con el acero
y escuchó silencio. El toro se llamó Rey Mago
–n. 124, 515 kg. –.  Diego Sánchez tiene condiciones y un panorama complicado La próxima semana, vuelve la ganadería madre de la cabaña brava mexicana, San Mateo. Partirán plaza Federico Pizarro, quien lo hará por última vez, Fermín Rivera, y Gerardo Adame.
*Fotos: Luis Humberto García "Humbert"
|
|