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¡Feliz año 2019! Salud, afición, y muchos
toros, nuestros deseos.
Cerró el 2018 taurino en La México con el
festejo de rejones. El de mejor entrada de los tres ofrecidos hasta ahora, pues
unas cinco mil personas se reunieron en los tendidos del embudo, situación de
la que nos congratulamos. En términos del éxito artístico, también fue la de
mejores resultados, destacando por sobre todos sus elementos las seis tremendas
pegas que consiguieron los Forcados Amadores
de Montemor y nuestro grupo nacional insignia, los Forcados de Mazatlán. Tremendo agarrón de vergüenza torera
ofrecieron ambos grupos, en los que brillaron con luz propia los matices
propios de la técnica portuguesa, y la raza del forcado mexicano. Destacado
resultó también el quite del sobresaliente, Paulo Campero, al sexto de la tarde, por tres caleserinas y media
de rodillas. La corrida de Enrique Fraga,
con sus matices, se volvió a dejar para el toreo a caballo, y apetece verlos
lidiarse a pie.
 ¡Qué torero es René Tirado! Jorge Hernández Gárate
hizo primer
espada. Al primero de la tarde le hizo una faena meritoria, emborronada un poco
por la pobre colocación de rejones y banderillas. El abreplaza se llamó Lucio –n. 90, 522 kg. –, un precioso
negro bragado lucero, de cuna imponente y muy abierto de sienes. El mayor
espectáculo del potosino apareció hacia el final de la faena, cuando cubrió la
suerte del violín tres veces consecutivas con mérito y exposición. Mató de
metisaca y escuchó división de opiniones. Los forcados de Montemor lograron la
pega al segundo intento con un gran trabajo de sus ayudas, que no evitaron ser
estampados contra las tablas.
El cuarto fue un toro un poco más parado y de
menos recorrido. Su nombre fue Cantante –n.
92, 502 kg. –, de respetable catadura y bella pinta, negro listón, bragado y
nevado. Con el segundo del lote Hernández Gárate lució más bien monótono,
repitiendo los mismos cuarteos y procedimientos del abreplaza, y alcanzando de
nuevo las mejores cuotas de emoción con los fierros al violín. Mató de tres
cuartos de rejón caído y trasero, y un descabello. Hubo petición y Enrique Braun aflojó una oreja difícil
de entender tras negarle la del tercero a Andrés Rozo. Los Forcados de Mazatlán consumaron la segunda de tres pegas al primer
intento, en la que fue una tarde redonda.
 Hernández Gárate, decorosa actuación Emiliano Gamero anduvo en una tónica similar,
monótono, recargado de detalles a la alta escuela a mucha distancia de los
toros. Ambos caballeros nacionales parecen escasos de recursos, no optan por
los quiebros, ni por las reuniones emocionantes, ni por encelar en carreras
largas. Son dados más bien a rodar con los toros. Así lo hizo con el segundo, Cantaclaro –n. 86, 505 kg. –, un astado
anovillado, negro bragado, alunarado, meano, y gargantillo, que fue de menos a
más. Enterándose y aprendiendo a emplearse. René Tirado a la cabeza de sus Forcados de Mazatlán consumó una
pega estupenda, extraordinaria, sumamente emocionante, aferrado a los pitones
por un buen trecho de ruedo antes de la aparición de sus ayudas. Gamero tuvo
problemas con los aceros y escuchó pitos.
 El cabo de Mazatlán, la máxima figura de los forcados en México No muy distinta fue la labor del capitalino
con el quinto de la tarde. No obstante, fue mucho más lógico seguir esos procedimientos
en virtud de que fue un toro con bastantes más problemas para desplazarse, por
lo que había que pisarle los terrenos y encelarlo muy en cortito, rodando con él.
Así lo hizo Gamero, que tampoco tuvo su mejor tarde clavando los fierros, no
obstante que su actuación fue meritoria. Quitó el cabezal al caballo, al estilo
de Ventura, para poner una banderilla con la innovación de pisarle el terreno
al toro y no necesitar de un viaje franco para consumar la suerte. Mató con el
rejón de muerte y cortó una oreja.
 Gamero, una oreja de oxígeno puro Los Forcados
de Montemor hicieron una pega suprema, superior, en la que el cabo de cara
aguantó dos derrotes terribles en un terreno muy corto, para que sus estupendas
ayudas completaran después el trabajo de parar al astado. Vaya ovación que se
llevaron. Los rabilladores portugueses son de otra proporción. Pareciera que el
fuerte de nuestros paisanos es la pega de cara, mientras que los portugueses
empeñan su técnica en completar la suerte hasta la pea de rabo, que hacen con
mucho lucimiento.
 Toda una lección técnica del grupo portugués. Imagen de la pega del abreplaza Andrés Rozo, ahijado de Pablo Hermoso, no solo
abrevó de esa fuente la estructura de las faenas (misma que han abrazado todos
los rejoneadores modernos) y algunos caballos. En el colombiano subsiste algún
destello del sentido de espectáculo, de lidia, y de temple del estellés. Así lo
comprobó al llevarse al tercero de la tarde por un tercio de ruedo cosido a la
grupa, y capturando la atención de los espectadores inmediatamente. No obstante,
Copetón –n. 78, 501 kg. – comenzó a
sosear y no se entregó lo suficiente para que la faena levantara. Aun así, la
colocación de las banderillas del colombiano fue mejor que la de sus
alternantes, y la gente supo valorarlo pidiendo la oreja que no fue concedida. Los
forcados de Montemor pegaron al primer intento sin mayores complicaciones
gracias a la embestida clara y noble del toro de Enrique Fraga.
Al sexto de la tarde le clavó los rejones más
emocionantes del festejo. Ahora sí, reuniones emocionantes al quiebro, al
estribo y a la grupa, muy de frente y muy de verdad. El toro, que se llamó Mambo –n. 61, 498 kg. –, tuvo mejor
desplazamiento y más emotividad de largo, situación que jugó a favor de Rozo. Sin
embargo, también tuvo la tendencia a barbear las tablas y distraerse de la
lidia, algo para lo que la lidia de rejones resulta poco benéfica. No obstante,
la labor tuvo un buen calado entre la gente, que ovacionó con fuerza a pesar de
los hierros con la hoja de peral. Los Forcados de Mazatlán completaron su
estupenda tarde con una tercera pega al primer intento. Andrés Rozo, en plena evolución *Fotos: Luis Humberto García "Humbert".
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