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Se recordará por tediosa, larga, aburridora, falta de raza y además por haber sido la corrida en la que estaba anunciado Enrique Ponce y no compareció por una supuesta lesión en su rodilla izquierda.
Corrida de Juan Bernardo Caicedo de nueve toros en la que los tres espadas, Sebastián Castella – Luis Miguel Castrillón y Andrés Roca Rey, tuvieron que echar mano del recurso del regalo del mismo hierro para satisfacer las exigencias del público pero que infortunadamente tampoco sirvieron para el triunfo de la terna.
Única oreja de la tarde cortada por Sebastián Castella Una sola oreja se cortó por parte del francés Castella que con porfía, voluntad y profesionalismo, obtuvo en su segundo ejemplar al iniciar por estatuarios quedándose muy quieto y posteriormente toreando en redondo, obligando las remisas embestidas de la res.
La debilidad de los ejemplares fue otra de las circunstancias que acompañaron la tarde y que le tocó a Luis Miguel Castrillón sortear para salir dignamente del compromiso.
De las pocas veces que se va de vacío Andrés Roca Rey, fue la de este festejo que además dejó ver su carencia para “lidiar”, cosa que ahora no se ve en los toreros modernos pues siempre aspiran a que salga el toro sin complicaciones que va y viene. El tercero de la tarde era para “lidiar”, para machetear, término que desapareció del léxico taurino; quiso torear de manera estética y el toro no lo aceptaba, tenía una condición diferente y era para “lidiar”. Lo mejor de su labor, el espadazo.
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