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12/12/2018
  (Temporada Grande-México) La Crónica del Festejo: De entre las ruinas de la catástrofe guadalupana emergió Roca Rey
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Visite nuestra ficha del festejo.

Petardo. Esa es la palabra que define al pachangón guadalupano que le quisieron armar a Morante. Sin sorteo, cada quien con sus toritos bajo el brazo, una mescolanza sumamente variopinta que ya de antemano se anunciaba como coctel molotov. De chile, de dulce, de mole, y de manteca, solemos decir en México para afirmar que hubo de todo, como en botica. Tamales rancios y medicamentos caducos se recetaron a la afición de México, que soportó tres horas y media de sopor con un ánimo eléctrico, desentendidos de la lidia, pero listos para apretar a la menor provocación dadas las múltiples situaciones censurables que transcurrieron en el festejo.

Durante ese largo lapso de tiempo, todo lo que pudo salir mal salió mal. La tarde fue un caos, un desastre, el peor escenario posible. Por ello, amigo aficionado, disculpará usted que altere el orden de lidia, pues comenzaremos por el último acto, mientras que, amorantaos, abreviaremos con los otros siete. Ya en otra ocasión hemos desarrollado aquí nuestra preocupación por la falta de sintonía de La México con la revolución taurina de Roca Rey. El chaval peruano había estado lejos, muy lejos de montar un palo en México como los que ha pegado en todos los alberos del mundo taurino. Hubo antes, y subsiste hoy, una cierta incomprensión entre la joven figura, y público de La México, avejentado y sumamente comprometido con conceptos taurinos que no están en boga.

Tuvimos la enorme fortuna de ver a un Andrés Roca Rey distinto. El ciclón debió apaciguarse un poco y bajarle significativamente a sus revoluciones. Asentado, reposado, tomándose todo el tiempo que requiere el toreo, mismo que es incompatible con las prisas, gustándose y sintiéndose mucho. Esas fueron las bases de la faena que le hizo a Diácono –n. 45, 475 kg. – de Jaral de Peñas, un ejemplar más bien anovillado que algunos protestaron, afortunadamente sin éxito. No solo lo digo por la faena que vimos, sino porque su devolución al corral hubiera prolongado lo que, para esas alturas de la corrida, era un suplicio para el tendido.

Rápidamente se hizo de la escena Roca, con dos lances mandones, dejando caer subitamente las manos y los vuelos del capote. Ganó terreno hacia los medios y ahí pegó una tafallera tras de la que se echó la capa a la espalda. El puyazo, como fue la generalidad de la tarde, no pasó de un mero trámite. El peruano, por su parte, se encontraba en los medios, con la cara metida en la montera, mascullando quién sabe qué cosa. Un rato de reflexión que precedió al que tal vez sea el mejor momento de Roca Rey en La México, un sensacional quite por gaoneras, candidato inmediato al quite de la temporada, otras cuatro o cinco ceñidas, en un palmo de terreno, sacando apenas las manos, reunidísimas. En resumen, ¡Un quitazo!

La faena tuvo muchas particularidades y muchos momentos importantes. De entrada, es evidente que la desconexión torero-Plaza México subsiste. La nueva figura del toreo sigue sin ligar tandas largas como las que hacen reventar a la Monumental, y la estructura de la faena se basó en series cortas de tres pases y remate. Por ello, en buena parte de la lidia faltó un poco de la emotividad que suele enmarcar a las grandes faenas de México, y daba la impresión de que el torero se estaba gustando más de lo que le estaba gustando a la gente. Incluso en algunos pasajes emergieron gritos de “¡toro!” por ahí.


Foto: @LaPlazaMéxico

No obstante, y como ya adelanté, la seriedad, la torería, el reposo, el temple, la concentración, y el asentamiento de un Roca Rey en figura del toreo convenció a la afición de México. El tendido supo observarlo, entenderlo, y aquilatarlo, a pesar de no ser, hasta la mitad de la misma, una faena que parara a la gente de sus asientos. Es menester recalcar el inicio de rodillas, con unos péndulos escalofriantes, ante los que muchos deberían evitarse el ridículo de exhibirse dando pasitos para atrás en esa suerte.

La faena rompió hacia el final de la misma en virtud de los excelentes procedimientos del peruano, llevando a media altura, dando pausa al toro, muy a favor de él durante esta primera parte del trasteo de reconocimiento sin mucha emotividad. Hubo mando y entendimiento, decidiéndose el torero por la senda derechista tras el fracaso al natural. Así, poco a poco, creció la faena hasta dos sobresalientes tandas de derechazos, consolidación de la estructura que fabricó durante toda la faena. Vino, como colofón, la entrega de las bernadinas, estrujantes, como solo un tío con los tamaños de Roca Rey las puede pegar.

Si a los demás les salió todo mal, a Roca todo le salió bien. Gritos de “¡Torero! ¡Torero!” y el público de pie. Mató de un señor estoconazo aguantando mucho en la suerte contraria. Patas para arriba rodó el Jaral, y la locura en los tendidos. Dos orejones otorgados por Jesús Morales y la Plaza México, que premió la actitud, la inteligencia, y el buen hacer de una figura del toreo, que saldó su mayor asignatura pendiente en su breve pero intensa trayectoria. Hubo alguna petición de rabo más bien marginal.

El primero de su lote fue Agua Clara de Villa Carmela, número 135, que dio 490 kilos de romana. Un cárdeno escurrido y cómodo por delante que fue protestado sin mucha enjundia. El mismo tuvo acometividad, pero sin estilo ni humillado. Roca Rey se hizo más bien bolas con el engrudo, tuvo problemas con la espada, y la gente le apretó. Escuchó pitos.

Volviendo al orden de antigüedad, la otra cara de la moneda fue Morante de la Puebla. Vino extraviado, sin ganas, y además con unas exigencias ridículas, y un vedettismo insultante. Por cuatro minutos hizo frente a Gonzalo Querido –n. 52, 488 kg. – antes de tomar la espada. Lo mejor de su actuación fueron los lances que pegó al choto desmochado Morenito –n. 485, 521 kg. – de Teófilo Gómez que volvió por donde nunca debió salir.


Foto: @LaPlazaMexico

En otro episodio vergonzoso, tardaron todo el tiempo del mundo en echarlo al corral, como en tiempos de Herrerías. Tal vez en lo que referente al toro no ha cambiado mucho desde entonces. Al reserva de Los Encinos, Toto –n. 27, 487 kg. – le pegó algunos trapacitos, lo cambió de tercio por ahí, hizo lo necesario para hacer ver peor al toro, y mató de pinchazo y estocada. Abucheos.

Joselito Adame consiguió un trasteo de altibajos con Escapulario –n. 3, 510 kg. – de Santa Bárbara, mal presentado y protestado. En general la faena tuvo continuidad y vino a mejor. Hay que destacar el inicio, muy torero, con la muleta en la mano izquierda, por trincherillas, desdenes, estatuarios. De ahí en más hubo un abuso del grito y el zapatillazo, un tanto destemplado y echando para afuera. Hacia la mitad del trasteo las series fueron más limpias y ligadas, haciendo algo más de consenso a su favor. Después intentó las llamadas luquecinas, sin mucho lucimiento. Mató de estocada defectuosa tras igualar mal y saludó en el tercio. Completó su lote Clavellino –n. 413, 502 kg. – de Barralva, tan bien presentado como vacío, con el que hubo poco.


Foto: @LaPlazaMexico

La peor parte la llevó Sergio Flores, que tuvo la tarde más gris de su trayectoria en la Plaza México. Por delante echó a Pato –n. 43, 502 kg.– de Los Encinos, deslucido y descompuesto que le tiró un fuerte derrote al tlaxcalteca en la cara. De Campo Hermoso fue el séptimo, una mesa sin ningún juego que provocó el cabreo de los tendidos. San Lupito –n. 110, 482 kg. –, bautizado tan feo como el juego que dio. Quizás no haya más que recordar que el catastrófico tercio de varas en el que el burel perdió las manos, quedó por debajo del caballo, y lo tumbó de esta forma. Un bochorno, igual que el tercio de banderillas con el toro apencado en tablas, al que le clavaron tres palos a la media vuelta. Sergio, visiblemente frustrado, abrevió.


Foto: @LaPlazaMexico

En resumen solo la faena de Roca Rey pudo tapar, muy a medias, el petardo del formato de una corrida con lotes de dos toros por matador y ocho toros distintos. Habrá que agradecerle, también, a quien determinó reducir el trapío con relación a la corrida del año pasado, a quién quitó la televisión, y todos quienes ayudaron a enrarecer el ambiente en torno a la corrida. Todos los indicios apuntan a La Puebla del Río. Bien dicen que al que obra mal... 

 
     
   
     
   
     

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