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Visite nuestra ficha del festejo Una tercia mucho
muy bien conformada en el papel invitaba a presentarse en los tendidos de La México.
Muy escasamente respondió la afición, ofreciendo la peor entrada de la
temporada hasta ahora. El encierro de Santa Bárbara ofrecía más misterio
que expectación, del modo en el que lo han hecho muchas corridas lidiadas bajo
la gestión de la actual empresa, tan dada a experimentar. Un torero le puso
nombre y apellido a la tarde del 9 de diciembre del 2018, Antonio Ferrera, el torero balear que conquistó una plaza más con
su torería y su sentimiento. No obstante, sus
formas son todo un tópico que se ha comentado insistentemente desde el tendido
mismo. Por momentos luce antiestético, pues se retuerce hacia adelante, luce
afectado, y es innegable que en muchos trazos se pasa a los toros a una
distancia más bien respetable. Sin embargo, la personalidad, el sentimiento, y
la honestidad con la que se interpreta a sí mismo bastan para llegarle a la
afición, asunto que vale más que mejores poses al torear. Así trocó las lanzas
por cañas lidiando al abre plaza, Calesero
–n. 26, 521 kg. –, pitado de salida por chico, aunque peores nos pasan casi
cada semana, y nadie dice pío. Torería de Antonio Ferrera Para comenzar la
letanía, fue este un toro débil y soso, sin emotividad ni codicia, al que Ferrera
le tuvo que pisar el terreno para extraer muletazos cada vez mejores. Sin duda
una labor in crescendo, en la que, a
pesar no poder emocionar gran cosa, el de Bunyola se fue ganando a la afición
con su oficio y su capacidad taurina. Al ralentí los muletazos por ambos lados,
sin ayudado una buena parte de la faena, por ambos pitones. A pesar de la
estocada desprendida, la petición de oreja fue bastante fuerte, misma que Jorge Ramos adecuadamente se guardó. Le
hicieron dar la vuelta al ruedo.
El del escándalo
fue el toro Abuelo –n. 24, 520 kg.–,
al que un Ferrera desbordado le hizo vaya faena. Desde los detalles con el
capote, las mecidas verónicas, las chicuelinas en un emocionante quite de sabor
antiquísimo, asolerado, cogiendo al toro en plena huida tras de tumbar al
montado. Una escena digna de los tiempos sin peto. Añada usted, amigo aficionado,
dos medias de escándalo, una tras del recibo, y otra, belmontina, larga y
templadísima, tras del quite. Desde el capote puso Ferrera a humear las palmas
en su vuelta a La México tras, más o menos, unos quince años. 24 kilates de natural En el último
tercio se vació el maestro. Se gusta, le echa tipo, es, sin duda, un torero de
sentimiento, de sensaciones. Un tipo que no se traiciona a sí mismo, y justo
por eso es que llega mediante formas que, a muchos otros, les serían
abiertamente censuradas en la plaza. Encaja, además, de maravilla con la
sensibilidad del público capitalino, fanáticos de vaciarnos, de las faenas conmovedoras
que nos hacen levantarnos pase a pase. Así fue la de Ferrera, desde el inicio más
formal por el pitón derecho, con la muleta armada, citando muy de largo.
Pronto se
deshizo el balear del ayudado, para torear al natural por ambos pitones sin
espada. Vaya concierto de Ferrera, de ligazón, de entrega, pero sobre todo de
cambios de mano. ¡Ah qué cambios de mano! Uno de izquierda a derecha por el
rumbo de toriles simplemente supremo, justo cuando le brotaban las lágrimas. Los
remates, por alto y por bajo, otros cromos. Armado de nuevo, ya con el acero,
un trincherazo de escultura. Mató de estocada entera que tardó en hacer efectos
para cortar dos orejas. Le acompañó el ganadero, más bien arribista. A su toro
le premiaron con el arrastre lento, principalmente por lo bien que lo hizo ver Ferrera. Ahí quedó la vuelta de Ferrera a Insurgentes Jerónimo tuvo una tarde muy mediana,
como le ha pasado muchas veces en su carrera cuando más se espera de él. En
primer lugar sorteó un toro de Lebrija que parchó el encierro,
bautizado Hermoso –n. 92, 558 kg. –,
berrendo en cárdeno y cinqueño. Fue este un astado con mucho sentido, que volvía
muy pronto y buscaba al capitalino, quien no se amedró, pero sí tomó sus
precauciones. El público lo notó, y se puso pesado con el Jero, que mató de un
sartenazo tras aviso para marcharse entre pitos.
Hizo quinto de
la tarde un toro bien hecho, quizás algo bajo y corto de caja, pero serio, de
nombre Compadre –n. 33, 476 kg. –. Este
fue un toro sumamente débil pero con algún atisbo de calidad, con el que Jerónimo
pudo hacer el toreo casi como ejercicio gimnástico de forma. Dejó, pues, en
claro su calidad de gran esteta, pero no hubo transmisión ni emoción posible en
virtud de la antibravura del estado. Mató de estoconazo y fue ovacionado. Jero, sin suerte A Juan Pablo Sánchez no le tocó el mejor
de los lotes. Con el que tuvo más posibilidades fue con Casalito –n. 25, 543 kg.–, otro toro que desde el capote acusó que
no contaba con el recorrido y la repetición suficientes. No obstante, parecía
que el hidrocálido lo haría romper en el último tercio con los primeros
compases del trasteo. Sobre todo por el lado derecho hubo trazos templadísimos,
fieles a su costumbre ligados de a tres en tres. Usualmente la Plaza México
tiende a recriminarle eso a los toreros, pero no a Juan Pablo, que de aquella
camada de las tres eses, y ya a toro
pasado y a la luz de los años, es el que más le llega al público capitalino. No
obstante, el toro se desfondó, y poco vimos de ahí en adelante. Mató de dos
pinchazos y un descabello.
El sexto fue el
castaño Sentimiento –n. 8, 472 kg. –,
cuya lidia valió para la estadística y paremos de contar. La frustración del
espada fue tal que, a la salida de cuadrillas, hizo un sprint digno de
maratonista para alcanzar a Jerónimo, y salió de la plaza antes que él. En un
oficio en el que todos los detalles cuentan, este fue uno pésimo. ...igual que Juan Pablo Sánchez El próximo miércoles
12 se lidiarán ocho misteriosos astados de Jaral de Peñas, Villa Carmela, Xajay,
Teófilo
Gómez, Barralva, Santa Bárbara, que no pudo lidiar un
encierro completo pero sí mandará un toro a la guadalupana (¿?), Los Encinos,
y Campo
Hermoso. Como es sabido, alternarán Morante de la Puebla, Joselito
Adame, Sergio Flores, y Andrés Roca Rey, y la venta de boletos
va viento en popa.
Fotos: Luis Humberto García "Humbert"
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