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Visite nuestra ficha del festejo. Las distancias siderales, además de ser un
tema muy complejo y de difícil manejo para el no iniciado, resultan una figura
poco relacionada con los artes de Cúchares y Marialva en primera instancia. No
obstante, en este texto, dada la nula posibilidad de pretender un mayor y mejor
uso del término, me limitaré a utilizarlo como una figura para referirnos a las
diferencias enormes. Auténticas distancias que marcaron a hierro las
actuaciones de los espadas que hicieron frente a los toros de José María
Arturo Huerta y Arturo Gilio el domingo pasado. El primero que mide muchas veces la distancia
que recorre la luz durante un año desde su posición hasta la cumbre, es Andy Cartagena. Vaya paquete que les
deja a todos Diego Ventura, en una
plaza que, además, no tiene la paciencia ni la buena onda suficiente para poner
atención a los detalles de las actuaciones de los rejoneadores como sí lo hace
con los de a pie. En consecuencia, su primera actuación se saldó con una división
de opiniones, en la que los pitos fueron más bien sonoros después de tres
pinchazos y un bajonazo. Andy tuvo una actuación con buenos momentos, en la que
clavó acertadamente las banderillas, y se dejó llegar al toro. Algunas veces,
incluso, le tocaron la cabalgadura, otro pecado difícil de pasar por la afición
de La México. El toro se llamó Mi
preferido –n. 289, 528 kg. –. Espartano –n. 300, 514 kg. – hizo cuarto
de la tarde, fue un toro descastado y débil que se desplazó poco y con el que Cartagena
estructuró medio trasteo soso y sumamente aburrido. Siguió por la misma línea
de la mitad hacia adelante, con el aderezo de las piruetas y desplantes de sus
cabalgaduras, a bastantes metros de la cara del toro, y con un aire más
circense que taurino. Muchos aplaudieron, otros nos aburríamos mientras el
marmolillo, más quieto que un sillón, le alcanzaba a los cuacos por estar
mirando al tendido. Mató de rejonazo contrario y efectivo, acompañado del
numerito del caballo que se echa, para cortar una oreja de marras que nos libró
de la amenaza del toro de regalo. Estuvo casi como Ventura, aproximadamente a
algunos cientos de años luz.  Dura papeleta para los caballistas esta temporada En el punto más bajo, Arturo Macías estuvo a doscientos o trescientos años luz del que
fue el torero más importante de México. No es menester de este escrito volver
sobre los pasos y reiterar la trayectoria de Macías: Don Palillo, el toro de Garfias, alternar con El Pana, el 61 aniversario, las tardes con Tomás, Pales, Cuatro Caminos, Corbacho, España, las corridas duras, las cornadas, la
vuelta a México, la pérdida de sitio... mil cosas que se han dicho ya. Hoy el Cejas
opera otro chip, por el camino de la
seriedad y la torería. Se borró la eterna sonrisa en favor del gesto seco y
adusto de un hombre de planta arrogante y semblante escuálido. Este Cejas también
está a años luz de aquel. Sin embargo, ya direccionó los instrumentos de su
viaje estelar hacia arriba y adelante, a diferencia del torero corrientón y
bullanguero que dejó ir el sitio de figura del toreo.
 Gran tarde del Cejas A Bienquerido
–n. 291, 527 kg.–, de Pepe Huerta,
le cuajó un muy buen trasteo de más a menos, que preludió toreando con mucho
sello a la verónica, tanto en el recibo como en el quite. Con la muleta, Macías
toreó terso, templado, y con mando por ambos pitones, larguísimo, serio,
parado, sin los aspavientos que tanto lo afectaron. Además con buen gusto, con
ligazón, con torería. Hubo una larga serie de naturales auténticamente enorme. Vaya
sorpresa de Arturo Macías, que ya la temporada pasada nos adelantó su regreso
al buen camino, pero que ahora además lo hizo con rotundidad. Posteriormente,
el toro empezó a acusar síntomas de rajarse y mansedumbre, hasta que finalmente
cantó la gallina con el toro terciándose y completamente apencado en tablas. Matarlo
fue una hazaña que Macías consiguió andando hacia atrás y permitiéndole hacer
hilo con él para buscar el morrillo. Estupendo recurso que fue muy celebrado
por la afición tras un aviso, que bien pudieron ser dos.
Completó su lote Dos amigos –n. 19, 478 kg. –, de Arturo Gilio, cornalón y en tipo del encaste Parladé, aunque muy
discreto de carnes. Ese fue un toro débil y parado, que apenas tuvo algunas
embestidas durante su lidia, con el que el hidrocálido debió apostar por el
arrimón. Entonces sí vimos a la otra versión de Arturo, pero ya no como su propuesta
taurina esencial, sino como un recurso para agradar a pesar de las malas
circunstancias. Mató de dos pinchazos y estocada para escuchar palmas.  Ya vendrán las orejas Al transporte intergaláctico de Leo Valadéz también le falta un buen puñado
de millas de viajero para completar la misión de ponerse en sitio de figura del
toreo. El primero de su lote se llamó Orgulloso
–n. 321, 557 kg. –, de Pepe Huerta. Fue
un toro enterado y con genio, con el que lo único destacable es que Leo salió
adelante, y que lo despachó de eficaz estocada.
El bueno de su lote fue el castaño, bragado y
chorreado, Tocayo, número 17, con 478
kilos. Este fue un toro boyante y con calidad, muy en la línea de su origen Domecq,
de más a menos, perdiendo gas conforme avanza la lidia, y dando sus mejores
momentos al inicio del último tercio. Valadez quitó por zapopinas, puso
banderillas con exposición y reunido, aunque un tanto traseras de colocación. Falló
también al intentar un quiebro al hilo de las tablas, dejando un palo en una
paleta del cuarto delantero de la res. No obstante ello, el toro se empleó en
la muleta, y el joven aguascalentense le echó disposición, conectando con el público
a pesar de la impresión de que, en otras manos, la faena hubiese crecido más. Mató
de estocada entera en todo lo alto y cortó una oreja benévola. Combustible para
sus años luz por delante. ¿Le alcanzará para mucho?  El espejo de Valadéz es evidente El próximo domingo, en punto de las 16:30,
cartel de expectación. Los siempre impredecibles toros de Xajay se las verán con el
maestro riojano Diego Urdiales, que
reaparece en esta plaza tras tres años, y los mexicanos punteros Octavio García El Payo, y Sergio Flores.
*Fotos: Luis Humberto García "Humbert".
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