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Octava novillada, primera de la segunda parte, de la
Temporada Chica 2018 Soñadores de Gloria en la Monumental Plaza de toros México. Unas
cuatro mil personas en los tendidos en tarde de lluvia constante, con ráfagas
de viento y episodios de tormenta eléctrica. Los elementos de la Unión Mexicana de Monosabios repararon
el ruedo con aserrín tras la muerte del tercero de la tarde. Se lidiaron seis
novillos de Caparica, desiguales de
presentación, descastados, mansos, aquerenciados, rajados, peligrosos, y sin
clase. Tan solo el abreplaza y el quinto de la tarde se dejaron meter mano,
mucho mejor aquel que éste. Actuaron los siguientes novilleros: Francisco Martínez: palmas y silencio tras aviso en su lote. Pitos
tras dos avisos en el que mató por Roberto Román. Héctor Gutiérrez: silencio y oreja, Roberto Román: ovación en el tercio, y herido. Roberto Román fue horriblemente prendido por los dos novillos de
su lote, dejándolo inconsciente el sexto. Según explicaron los médicos a las cámaras
de Televisa, el novillero sufrió un
fuerte golpe en el tórax que le impidió respirar por normalidad, a consecuencia
de lo cual perdió el conocimiento. Fue estabilizado en la enfermería de la
plaza, y no requirió traslado a un hospital. Foto: La Plaza México La tarde más ilusionante, en términos
ganaderos, de una segunda parte de la temporada con un elenco ganadero discretísimo,
saldó con un señor petardo. Vaya mansada nos trajo Caparica, un desfile de novillos infumables, a la defensiva, y
sumamente desconfiados por el estado del piso. Terciándose casi medio ruedo,
emplazados, tardos para arrancarse, y saliendo sueltos de los engaños cuando
los iban a buscar, reculando, y buscando los toriles. Si hay algo positivo en
esto, es que este ganado les muestra a los chavales sus habilidades para
defenderse en la cara de los toros, lo desarrollado de su técnica en ese
sentido, y que hay que poder con esto y más.
Resulta contraproducente ver
ganado así en el gran escaparate de la Plaza México, pues en poco colabora a
levantar expectación en torno a nuestros novilleros, y a atraer gente a los
cosos. Ojalá se los echen a Julián, que bien nos debe una muestra del poder que
tanto le cacarean. La excepción fue el buen Adampolito –n. 145, 428 kg.–, pobremente
presentado, que se empleó en los engaños de Francisco Martínez con franqueza, alegría, largueza, y calidad. El
sanmiguelense pudo gustarse con el capote, tanto recibiendo por lances como
quitando por caleserinas. Cubrió el tercio de banderillas con muy poca fortuna.
En el último terció consiguió algunas buenas tandas por el lado derecho al
inicio de la faena, tras de las cuales el novillo comenzó a quedarse corto, y a
exigir la necesaria alternancia entre pitones. Martínez no pudo torear por el
lado izquierdo, y la faena se perdió poco a poco. Mató tras varios intentos a
la par de que se soltaba el aguacero, y se tapó en silencio. Hizo cuarto de la tarde Campanero –n. 150, 422 kg.–, bien
presentado, pero con las condiciones ya señaladas, además rajado, áspero pero con
menos sentido que otros hermanos suyos. Martínez
se engolosinó en quites, espoleado por Héctor Gutiérrez, que no dejó pasar
su turno. Igualmente cubrió el tercio de banderillas, dejando solo dos pares de
banderillas sin lucimiento, y salvándose de un cate clavando al violín. Con la
muleta, el novillo le permitió varios intentos de torear en redondo sin ninguna
colaboración, ni ningún éxito, pero sí con una voltereta. Exigido por la gente
se decantó por lidiar de aliño, y mató de tres cuartos de acero. Héctor Gutiérrez se mostró sólido en todas las facetas de
una tarde en escala de grises. Lo más luminoso lo consiguió corriendo la mano
por el lado derecho. Con el segundo de la tarde, Don Simón –n. 151, 415 kg.–, poco le vimos además del buen remate
del saludo capotero, y un estrujante quite por tafalleras, muy jaleado. Con la
muleta le vimos con el oficio suficiente para estar solvente, y además intentar
gustar por varias vías, alargando una faena con poco atractivo. La gente en la
plaza estaba, más bien, preocupada porque no arreciara la lluvia. Pinchó saliéndose
de la suerte, y después dejó una estocada entera volcándose sobre el morrillo. Escuchó
un aviso. Lo mejor de Héctor Gutiérrez lo vimos con el quinto de la función. Soñador –n. 141, 445 kg.–, cárdeno,
acochinado, y brocho de cornamenta. Con el capote sobresalió el remate del
recibo capotero, mientras que en quites hubo poco lucimiento. La primera porción
de la faena de muleta fue sumamente emocionante, el novillo acudía con calidad
y prontitud, permitiéndole a Gutiérrez ese toreo largo y templado que ya impactó
en México. Fueron tandas por la derecha, largas, bien instrumentadas, con su
dosis de profundidad, rotas, jaleadas, muy al gusto de la Plaza México, que recuperó
calor con el toreo del hidrocálido. Por el lado izquierdo el novillo tiraba el
derrote tratando de arrancar la muleta, desluciendo todo. De vuelta a la mano
derecha, el novillo ya no fue el mismo, y la faena vino a menos. Mató de tres
cuartos de estocada en buen sitio que derrumbaron al burel patas pa arriba y
cortó una oreja. Roberto Román pasó una tarde sumamente aciaga, que le debe
significar de tremendo aprendizaje y diagnóstico de dónde se encuentra en su
proceso de aprendizaje como torero. Su lote fue el más parejo, y por ende el mejor
presentado, y también el más malo y peligroso. Un lote honestamente infumable,
peligroso, con sentido, defendiéndose ostensiblemente, y acusando su mal
comportamiento desde la salida. Añada usted a la ecuación, amigo aficionado, que
durante sus actuaciones hubieron las peores condiciones del ruedo. Rubencito –n. 153, 426 kg.– fue el menos mala leche de los
dos. Le permitió a Roberto Román un tremendísimo
quite por saltilleras, caleserina, y gaoneras, rematado con revolera. Uno de
los momentos más intensos de la tarde, junto con la tremenda voltereta que le
dieron, prendido por el chaleco del vestido de luces en una escena
espeluznante. Antes hubo algunos buenos trazos, arruinados por la tendencia a
tirar la cabeza arriba y buscar del animal. Después del percance hubo valor
seco, primero aplaudido, y después recriminado por la afición, que juzgó que no
valía la pena el esfuerzo. Mató habilidoso y valiente al segundo intento para
saludar en el tercio. Tras de tres puyazos, Toñito –n. 158, 466 kg.–, el cierraplaza,
dejó indefenso al hidrocálido apenas presentarle la muleta. Le embistió con un
arreón feo, tardo, a su aire, acorde con el comportamiento de acobardado y
mansurrón con el que se arrancó a las cabalgaduras, también a arreones. Vaya
tremenda paliza que le puso, haciéndole perder el conocimiento visiblemente. Francisco Martínez se limitó a lidiar
como procedía, y mató con muchos problemas bajo un tormentón. El próximo domingo se presenta en
esta plaza el ganado de Fernando Lomelí,
y partirán plaza André Lagravere,
repetirá Héctor Gutiérrez, y se
presentará Sebastián Ibelles.
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