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Resultó sosa la corrida de Núñez del Cuvillo lidiada ayer en Pamplona. Corta en funcionamiento, nula en el caballo, aquerenciada, aburrida de ella misma en ocasiones. Total una de esas del hierro que salen con más frecuencia de lo que se espera, con un comportamiento que se critica hasta la saciedad cuando surge en otros hierros. Son toros figuras y al parecer hay cuestiones que se contangian.
Antonio Ferrera: Ovación y silencio
Andrés Roca Rey: Oreja y dos orejas
Ginés Marín: Silencio y silencio.
 Foto archivo Si hay una tauromaquia ahora mismo en el escalafón que encaja perfectamente con la afición de Pamplona, esa es la de Roca Rey. Van ya cuatro temporadas en las que el diestro triunfa en esta plaza y pronto, si no ocurre ya, se le va a esperar en los tendidos con alguna enseña que le represente. Hay ídolos que se van y por tanto otros tienen que llegar. Andrés Roca Rey está predestinado a ser tótem en Pamplona. Es ese valor que siempre está presente, la decisión con que se enfrenta a los quites, esos cambios por la espalda que generan congoja y todo ello sin aspavientos, sin el aliño propio del tremendismo. Hay en su toreo un equilibrio entre el valor y la estética, el gesto rotundo, quizás se trate del toreo del siglo XXI.
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