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De entre los males que se le puedan acusar a la corrida de hoy en Pamplona (Fuente Ymbro), el de la falta de fuerza es el más sobresaliente. De ese problema se derivan siempre otros como el agarrarse al piso o cambiar cierto tono de nobleza por embestidas defensivas. Otros males pueden ser el irse sueltos de continuo y preferiblemente a querencia, rajaditos. El festejo cambió en la segunda mitad si bien el cuarto de la tarde continuaba teniendo las carencias de los anteriores. El quinto fue el de mayor calidad, en manos de Perera.
Castella: Ovación y oreja
Perera: Silencio y ovación tras aviso
López Simón: Silencio y oreja.
 Foto archivo Dejando aparte la primera mitad, en la que todos tuvieron que mover las muletas como si quisieran limpiar el aire de los tendidos, tan altas las llevaban, la corrida empezó a tener atractivo en el momento en que se vio que Castella podía cortarle una oreja a flojote cuarto. Y se la cortó. Perera falló con la espada algo más que una buena faena, la oportunidad de homenajear al mejor de la tarde. Experto en estos lares, pronto el extremeño lograba meter al toro en la bamba, correrle y bajarle la mano, lo que parecía casi imposible. Fue lo más meritorio del festejo.
López Simón no es que encontrara un toro de calidad en el sexto. Pero se movía, venía, entraba, la tomaba. Tras un enganchón el comportamiento del toro cambió: hizo lo que sus hermanos y buscó las tablas, como quien dice: Ahí te quedas que yo paso. Era el momento para López Simón porque el sol había reaccionado a la cogida y él sabía que en mostrar valor estaba el éxito. Terrenos complicados, muy cerrado en tablas, casi sin espacio para que ambos cupieran. Allí estaba el trofeo.
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