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La tarde transcurría sin mayor historia, con Ponce en el cartel y la confirmación, sin fortuna, del venezolano Colombo, con un hierro predilecto de las figuras, Garcigrande.
Sin embargo en el quinto en los primeros lances de capote, se vivieron momentos de angustia y tragedia. Castella fue zarandeado como un pelele, desde los tendidos pareció percance severo.
Tras unos instantes de la incertidumbre propia de esos momentos, se vino arriba, como un gallo de pelea. A partir de ahí, con un público volcado con el torero de Beziers, se abrió camino la épica.
 Castella se mostró ejemplar en entrega y ganas. Foto: Plaza1 Prácticamente cojo, muy mermado, pues no podía irse de la cara del toro, Castella protagonizó una actuación ejemplar, en cuanto a entrega y ganas de ser, no de exquisiteces. Inasequible al desaliento, quiso y pudo, hubo verdad, valor sin cuentos ni alharacas, sin venderse ni dar pena…
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