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 El toreo eficaz que doblega la mansedumbre Vaya tarde la de Dolores Aguirre, torazos que tiraban bocados, el primero que permitía el toreo más preciosista, pero exigiendo mando, quizá también el segundo, pero en bastante menor medida y a partir de ahí una mansada de las de banderillas negras en más de un caso. Mansos, muy complicados, encastados, quedándose con todo lo que se les hacía, por dónde habían salido y a dónde no querían arrimarse, precisamente por dónde le mostraban capotes y dónde había un señor subido a un penco y con un palo que hacía pupa. No era día para goyerías, había quién decía que no se les podía torear. Quizá los que solo ven como toreo el ponerse pinturero y pegar mil y un pases vacíos de fundamento. ¿Y qué hacer contra este tipo de ganado? Pues está claro, toreo. Toreo por abajo, toreo mandón, del que hace crujir a los mansos y luego, si cabe un natural, pues se da. Toreo que no entendió Rubén Pinar, toreó que quiso intentar Venegas y toreo con el que dominó y pudo al tercero, Gómez del Pilar. Por abajo, plantando cara y con la muleta firme ante los arreones y tarascadas del de doña Dolores. Y es que, cuándo las cosas se ponen complicadas es cuándo no que dudar y tirar de eso tan poco frecuente, pero eficaz, el arma del toreo.
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