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La cal representa a aquellos toros lidiados que han mostrado casta, y la arena todo lo contrario.
Hoy, los toros, con defectos y virtudes -más de lo primero-, han sido los protagonistas. La corrida de Dolores Aguirre ha sido un pleno a la mansedumbre, pero dentro de ella, los tres primeros fueron portadores de casta y han aportado emoción. Han peleado en varas con poder y han sacado pies en el último tercio, además de malas ideas. Los tres lidiados en la segunda parte de la corrida han sido otro cantar. Fuera de tipo todos, descompuestos y huidos, mansos de libro. Una mansada en toda regla que certificó el sexto de la tarde al echarse en la puerta de los toriles.
Toda la corrida costó banderillearla hasta que llegó David Adalid en el quinto y agarró dos pares soberbios por exposición, dos pares buscando e invadiendo los terrenos del toro en una demostración de torería.
No les faltaba razón a aquellos aficionados -vilipendiados tantas veces- que pidieron banderillas negras, además de llevarla, es una muestra de saber de toros y de preocupación por la fiesta.
Los toreros fueron despedidos como merecían: respeto y admiración. Foto: Plaza1 ¿Y los matadores?... heroicos los tres. Cada uno jugó sus cartas, pero todos tuvieron un denominador común: el valor, la entrega y la vergüenza torera.
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