El toreo de la mano de Talavante

El cielo se pone negro, se pone a llover, el suelo se pone impracticable y el partido de tenis se suspende. Así de fácil. Pero en la Plaza de Madrid, a plaza llena, caen chuzos de punta y para que el público no se ofusque, el presidente saca el pañuelo y el festejo continúa. Se da más importancia a que una bola bote bien a que un resbalón provoque una desgracia. Aunque claro, tal y cómo están las cosas, con la tácita instauración de la oreja del chaparrón, igual que la oreja del revolcón, ambas primas de la oreja verbenera o clavelera. López Simón cosechó una de las dos primeras, con más méritos la del primer grupo. Talavante dos en su primero, quizá una de ellas de las claveleras y la otra por el merecimiento de su toreo, en especial esas dos tandas de derechazos por abajo, tirando del Cuvillo y rematando el muletazo. Lo bien que sabe el toreo cuándo surge. Puertas grandes, orejas, entusiasmo y una tremenda falta de respeto a la integridad de los toreros, pero ya se sabe, desconcentra y perjudica más una protesta que tener que mirar dónde se pisa. Eso no es importante, al menos, no tanto como el que una bola bote con limpieza y será por eso por lo que en caso de lluvia torrencial, en el tenis se suspende.