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 Dos puyazos en el morrillo, dos Las
vanguardias hicieron que las corrientes culturales fueran muy variadas y que se
empezara a considerar cultura cosas que hasta entonces podrían ser tomadas como
grotescas y hasta de mal gusto, pero, cosas de la modernidad, era cultura. La
tauromaquia siempre se ha considerado un fenómeno cultural, pero como en todo,
aquí también ha habido lo suyo. Ya todo es cultura, un negocio montado por un
señor empresario, en el que intervienen seis animales, uno que pasaría por toro
y cinco que igual no pasarían, de ganaderías muy cultas, pero poco fiables para
el aficionado. Un Juli que hasta dio unas tandas de muletazos que se
consideraban sin demasiada trampa y un Ginés Marín al que se le atragantó el primer
volumen del catón del buen toreo. Quizá lo que más desentonó fue que en el
sexto, el toro, un picador, Agustín Navarro, fue fiel al clasicismo, citando y
toreando con el caballo y posando el palo en lo alto del morrillo. Anacrónico
en aquella performance de la chabacanería y mal gusto taurino, pero gloria
bendita para el aficionado, que estará encantado de que ese tercio de varas no
tenga cabida en esa corriente de vulgaridad taurina, en esa Cultura grunge. |
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