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El maquillaje no tiene un poder regenerador, ni propiedades
para devolver la presencia en una determinada tara. El maquillaje no
cambia absolutamente nada, el feo sigue siendo feo, y los calvos, aunque nos
pongamos un postizo seguiremos siendo calvos.  La estocada de Roca Rey. Foto: Plaza1 Pues eso es lo que ha pasado hoy, que una tarde de ausencia
de toros, en la que los toreros eran los protagonistas, terminó siendo
maquillada. Habían salido tres toros, los tres primeros, indignos en presentación para esta plaza. Los
cinco primeros mansearon y llegaron sin fondo a la muleta. El sopor se hacía el
dueño del cotarro. Y fue cuando saltó el sexto de la tarde, manso también como
toda la corrida de Victoriano del Río, pero que mostró movilidad y al que Roca
Rey, con más sabiduría que duende, con más lógica que torería, con capacidad y,
hay que decirlo, valor, le aguantó las embestidas cargadas de más genio que bravura.
Tras un saludo insulso que fue jaleado, sin que sepamos por qué. Destacó un
espeluznante quite por saltilleras. El resto no pasó de ser un arrimón
temerario para conquistar al tendido, ante un noble toro que hasta incluso –y nos
alegramos- le perdonó la cornada cuando el torero se encontraba a merced de él.
Reseñable fue la estocada, que aunque produjo vómito, la cobró con lentitud y
en corto, hoy que se estila matar de largo sorprendiendo al animal sin dejarse
ver. Pero lo dicho, con maquillaje o no, lo de hoy, un petardo.
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