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Para detallar, cinco mansos de Alcurrucén y uno de Lozano Hermanos… Que es lo mismo.
Habría que, al igual que se deshoja una margarita, ir buscando en los apuntes los detalles que ha habido durante la tarde, porque no hubo nada que de manera contundente llamara la atención.
Si la torería la puso Curro Díaz en sus inicios de faenas ante dos toros que no le aportaron colaboración, más algunos detalles sueltos después de haber sido volteado de fea manera, Adame puso el desparpajo para engatusar al toro y por ende al público menos entendido. Dos buenas estocadas habrá que mencionar en su haber. Del Álamo bregó primero con un toro bronco y después con el más manejable del encierro, ni uno, ni el otro, le ofrecieron nada positivo para triunfar. A su segundo lo mató de manera colosal.
 Así mató Juan del Álamo al sexto Lo cierto es que, al desolladero ha ido un arco iris de mansos, y, sin mimbres, no hay canasto, y si lo hay es fraudulento. ¿Y la oreja? De pueblo… No se puede premiar una labor técnica para sacar fruto de un toro huido –que cualquier matador de toros conoce- en la primera plaza del mundo. Si la fiesta la reducimos a que un torero de manera habilidosa saque faena a un toro que mansea durante los tres tercios y que, a modo de tentadero, le haga embestir, mal futuro nos espera. Lo dicho: la oreja de pueblo.
P.D. Los fallos garrafales cometidos por la presidencia de la plaza de toros de Las Ventas nos hacen pensar que debería ser renovada o, al menos, especializada.
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