|
La frase que ilustra el titular se utiliza para valorar la actitud
de un torero en la cara del toro. Siempre ha ido ligada a decisiones de riesgo tomadas
desde el corazón, dejando a un lado la lógica o el sentido común.  La actitud del joven Espada. Foto: Plaza1 Hoy Francisco José Espada ha sido un claro ejemplo, brindó
al público el tercero de la tarde, que había salido templado y llegó a la
muleta noble por ambos pitones. Brindó a la parroquia una faena valerosa, de
entrega, en la que la bisoñez se asomó a lo largo de ella dándole importancia al
hecho, alternándose el desconocimiento con la ética. Hubo detalles sueltos,
como un espléndido natural parido por un cambio de mano, firmeza y expuesta colocación,
durante la faena. Una media lagartijera creó la petición y concesión del premio. Por el contrario, Alberto Aguilar -torero de pundonor- hoy
no quiso jugar con la suerte. El cuarto, que lucía el pelo más contreras de la
tarde, fue también a la sazón el más completo del encierro. Cual Bálsamo de Fierabrás,
la suerte de varas le cambió a bueno después del segundo puyazo. Galopó en
banderillas y atacó la muleta con alegría. No quiso Aguilar, al contrario que
en tantas tardes, tomar una decisión determinante, se amparó en su oficio y
despenó al toro sin pena ni gloria. Tirar la moneda es una decisión heroica, y como tal, siempre,
o casi siempre, tiene su recompensa. Hoy la tuvo. |
|