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La distancia es la prueba de la bravura. Embestir a distancia
es señal de la casta del toro que defiende su terreno. Aguantar la embestida en
una distancia larga es señal de valor del torero, pues no hay colocación buena
o mala cuando el toro viene desde más de 5 metros. Ahí siempre hay que tragar.
 Román aguantó el tipo en la distancia. Foto: Plaza1 Román regaló hasta media docena de veces estas aperturas de
series a larga distancia donde la unión del galope del toro con la quietud del
torero afloran la emoción propia de la
bravura. Claro que torear no es sólo citar en distancia, además hay que recoger
al toro, rematar el pase, ligar la serie, componer la figura, templar la
embestida y todo esto Román lo realizó en distinta medida. Compone bien la
figura, tiene desparpajo para estar delante del toro y del público, transmite
convencimiento, aunque le cueste colocarse en el sitio donde dominar al toro
hace surgir la belleza.
La imprevisibilidad, vaya palabreja, es imprescindible para el
espectáculo del toreo, lo contrario es la docilidad y con esta, el toreo se
despeña en el abismo de la falta de emoción. Con la embestida que puede ser
incierta aparece el riesgo y en el dominio del riesgo está el interés de la
lidia. Inciertas fueron las embestidas del primero y cuarto toros que le
tocaron a Joselito Adame, que resolvió mejor en el primero. También incierta
fue la embestida del toro que Román citó en la distancia, que levantaba la
cabeza aun sin tocar los engaños, era abanto y la fijeza no era una de sus
cualidades, por eso la faena de Román fue interesante y por esos tres toros
valió la pena la corrida de Fuente Ymbro.
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