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Nos aburrió en exceso la corrida de Juan Pedro Domecq. Una corrida a modo de figuras que dio al traste con la tarde.
Pareja y bien presentada como única virtud... y pareja también en la falta de casta, bravura y poder.
Manzanares toreando al que cortó la oreja. Foto: lamaestranza Manzanares cortó la única oreja de la tarde sin parecerse en nada al Manzanares del pasado día 17 en la que desmitificó el indulto de Julián López El Juli. Más perfilero y menos profundo, hoy. Castaño, alto y pasado de romana era el primero de su lote, al que recibió a gusto y se lució templando la verónica. Ginés Marín se gustó en el quite con dos verónicas y media muy lentas. Se desmonteraron Suso y Luis Blázquez, y habían dejado un muestrario a lo largo del costado del toro, ¿no era en una perra gorda donde se colocaban los pares? Manzanares se ayudó de la inercia a derechas. Le faltó hondura con la zurda y citó en exceso con la muleta retrasada. Lo más enjundioso del trasteo, un templado redondo, el de pecho con la diestra y el final ayudado por alto. Faena de tandas cortas, en las que el primer muletazo, por aliviado, las dejaba más cortas aún, en la que sólo apareció el temple en aquél muletazo diestro. Con la espada, de nuevo, colosal.
Poco pudo hacer con su segundo, que repitió de salida y fue deslucido en el tercio de varas. Le dio sitio de inicio y le perdió pasos para recuperar la pujanza del toro. Todo quedó en una buena declaración de intenciones antes de que se aburriera el toro y además dio un mitin con la espada.
Ponce es uno de los toreros menos considerado con los aficionados cuando le sale un toro inválido, su empeño de hacerle faena le hace insoportable. Su primero que era bonito pero flojo, y que perdió las manos en el tercer lance, peleó fijo en varas pero sin poder, anotamos un vistoso recorte al llevar de segundas al caballo. Le pasó por alto si forzarle al inicio. Uno a uno le fue robando muletazos al toro que ni pasaba ni humillaba. Al natural también brotaron pases entrecortados. Faena de cuidados paliativos para intentar sacar agua de un pozo seco, esperando el milagro que no surgió por la falta de fuerza y casta del toro. Ni siquiera la rúbrica con la espada fue la mejor, lo finiquitó de dos medias, una en los bajos.
Más de lo mismo en su segundo. Un saludo largo de poco sabor. Medido en varas, por no decir que no se picó. Sin apreturas la primera tanda y despegado le fue robando tandas cortas. Hasta tres toques en algunos muletazos diestros. Uno a uno le sacó naturales al marmolillo. Se adornó en exceso ante un toro más muerto que vivo. Ponce ha pechado con dos marmolillos a los que ha despachado con dos faenas de aliviar y aliviarse. Y a los dos los ha finiquitado de mala manera.
Lo mejor de Ginés Marín lo hemos visto con el capote, tanto en el saludo, en un quite en un toro de Manzanares y al llevar al caballo, éste suyo. Una tremenda costalada y la consiguiente situación de riesgo de Guillermo Marín nos hizo pensar que estábamos en una corrida de toros, el resto resultaba una pantomima. El trasteo de faena de muleta fue muy frío, a la ya frialdad de este torero se unió el comportamiento descastado del toro. Ni tan siquiera lucieron los naturales eternos de frente por culpa de un toro muy apagado. Faena a menos en la que el toreo no tomó intensidad.
Hasta tres toros tuvimos que ver salir por chiqueros para cubrir el sexto lugar. Octavillo, como segundo sobrero, que besó el albero en el primer lance fue en definitiva quien cerró el festejo, y que perdió las manos al salir del caballo. Llegó deslucido y sin posibilidades de éxito a la muleta. Lo mejor la estocada, cobrada a ley, hizo rodar al toro de manera letal.
Qué feo resulta ver a los picadores alejarse por el callejón, mientras son aplaudidos por su labor, ajenos a la lidia que continua desarrollándose. Que poco les queda de aquél protagonismo heróico que tuvieron en la fiesta de los toros.
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