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Sexta novillada, quinta con caballos, de la
Temporada Novilleril 2018. Ante pobre entrada en tarde soleada de inicio, y
después nublada con ráfagas de tiempo, se lidiaron seis novillos de Real de Valladolid. Estos fueron
disparejos de presentación, quedando por debajo primero y cuarto, con mucha
edad. En cuanto al juego tuvieron movilidad y desplazamiento, aunque poca clase
y desarrollaban sentido. Actuaron los siguientes novilleros: Sebastián Macías: vuelta tras petición. Arturo Soto: al tercio tras aviso. Jorge Salvatierra: palmas. Juan Padilla: silencio. Arturo de Alba: división de opiniones tras
aviso. Sebastián Soriano: palmas. Se rindió un minuto de aplausos en memoria del sensacional rejoneador Ángel Peralta, y del fotógrafo taurino José Negrete, fallecidos recientemente. Foto: @LaPlazaMéxico Entre poco y nada para el recuerdo nos dejó
la penúltima de las primeras novilladas que habrá en el coso de Insurgentes. Justo
cuando la temporada podría tomar vuelo de verdad mediante las repeticiones
adecuadas, irrumpe una sexteta, que bien se merece una oportunidad, pero que
debería integrarse mejor en el serial. Los dichos novilleros se las vieron con
seis novillos viejos y disparejos de presentación de Real de Valladolid, todos con tendencia a desarrollar sentido, y
algunos con más calidad que otros. Algunos muchachos mostraron su técnica e
incipiente oficio, otros su valor y su verdor, y otros que simplemente no están
para toreros. O al menos no para torear en la Plaza México.
Sebastián Macías tuvo una labor firme ante un
novillo enterado, que buscaba, se vencía, y se quedaba corto. De salida mostró
debilidad, pero con la muleta pudo dar cierto juego, incierto y peligroso, pero
ante el que se vio firme el chico tlaxcalteca. Sobre todo cuando dio las
distancias adecuadas lució bien en la cara de Mexicano –n. 4, 402 kg.–, aunque su labor vino a menos con el arrimón
final. Mató de estocada caída, y le negaron correctamente una oreja solicitada
por el público. Dio una vuelta al ruedo con justicia. Arturo Soto no niega la cruz de la
tauromaquia zotoluquista, ni en procedimientos ni en formas. Así, pues,
desarrolla lidias con sentido utilitario, funcionales, haciéndose de los
novillos rápidamente y con eficacia. Sin embargo, su toreo, tal como el de su
maestro, se ve mermado por sus formas, por la manera de encontrar las
distancias, siempre dando la impresión de quedar mal colocado, y obligándole a
perder muchos pases para lograr el siguiente. Pudo correr la mano muy dentro de
ese estilo por ambos lados, pero sobre todo por la derecha en un par de series
que llegaron a la gente. Despachó a Exitoso
–n. 18, 430 kg.– de estocada caída, y fue ovacionado. Jorge Salvatierra estuvo muy firme ante un bicho
informal y cobero de nombre Abreojos –n.
16, 417 kg.–, que lo mismo tomaba bien los avíos en los primeros pases de la
tanda, que tiraba gañafonazos de pronto. Poco pudo lucir dada la evidente
dificultad de gustarse en la cara del novillo. La gente lo entendió poco, y
mientras algunos le guardaron un respeto condescendiente, otros lo presionaron.
Se llevó dos achuchones, y mató de estocada para escuchar palmas. Juan Padilla y Arturo de Alba tuvieron las actuaciones más pobres de la tarde,
pues su verdor y su poco oficio les pusieron muy difíciles las cosas ante los
complicados novillos que les tocaron en suerte. Además, el viento comenzó a
arreciar, por lo que poco pudimos ver de sus tauromaquias. Hicieron cuarto y
quinto Futurista –n. 27, 384 kg.–, y Democrático –n. 24, 125 kg.–
respectivamente. Sebastián Soriano tampoco voltea la cara a su
escuela, la zapatista. Fiel a dicho estilo, armó un escándalo en banderillas,
con vistosos galleos, pares al violín, y un torero recorte antes del único
cuarteo que clavó. Con el capote hubo detalles de calidad, sobre todo en el
recibo por verónicas, aunque naturalmente que al chico le falta desarrollar
mejor sus habilidades. Con la muleta lució un tanto sobre piernas, con trabajo
para templar y ligar, pero conservando la buena fe de la gente. Mató de una
estocada horrorosa, y fue ovacionado. El cierraplaza se llamó Decisivo –n. 22, 407 kg.–.
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