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Que te salga un toro bravo. Se cumplió. Por eso, la plegaria dice: Dios libráme de los bravos que de los mansos me libro yo. ¡Por supuesto! Sacar adelante una tarde de mansos o débiles es más sencillo, las figuras del toreo incluso les hacen monumentos; los mansos de libro no tienen nada que exigir, hay que andar tras de ellos porque huyen. Lo difícil es salir de una tarde donde salta el bravo con la furia de la lluvia que no quiere cesar, cuando inesperado como el amor de tu vida dice aquí te pillo aquí te mato. El bravo, siempre resuelto vuelve con la prontitud y codicia con la que repetimos el viaje hacia los brazos que deseamos tanto, hacia lo que sentimos impostergable. Pero, el bravo necesita uno igual, alguien que como Ricardo de Santiago tenga la rabia de sobreponerse a la fiera que desde los primeros lances canta lo que es, que no duda y regresa a pedir más, a pedir todo; la fiesta pide toreros así, cuya hambre sea más grande a cualquier golpe, el chico se llevó una voltereta y tremendo golpe por haber caído con las cervicales, sin embargo, regresó para hacerle frente a un Triunfador ya con un sentido bastante desarrollado, el de San Constantino le pidió el carnet del hambre. La bravura necesita alguien que se quede para hacerle frente, no es fácil mirarle pero quien lo hace podrá trascender.  La rabia Lo contrario sucederá con quienes no logren templarse a sí mismos porque tampoco podrán imponerle ritmo al toro. José María Hermosillo estuvo irreconocible a su actuación anterior en el coso capitalino, esta vez transmitió presión y derivado de ello falta de toque, sin hallar las distancias; ni hablar, no siempre se está bien y de buenas pero habrá que aprender a lidiar con la responsabilidad de volver a la México para, que los triunfos no pesen sino que serenen y proporcionen seguridad.  José María Hermosillo sin encontrarse En ello precisamente va avanzado José Miguel Arellano, ciertamente le pesó la plaza más grande del mundo -¿y a quién no?-, a pesar de ello lo llevó bien, la técnica le ayudó bastante a subsanarlo y su buen gusto desde que toma los trastos nos dan idea de lo que sabe pero también es luciérnaga en la noche larga de la tauromaquia, noche donde se han aparecido los mansos más insoportables y nos han tenido en vela esperando la emoción de la bravura.  El empaque de José Miguel Arellano Elevo mi suplica para que en La México como en el mundo se cumpla mil veces más la maldición gitana.
*Fotos: @LaPlazaMexico
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