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Un año más, la Diputación de Valencia apuesta decididamente por la plaza de toros como espacio museístico. En torno a las dos grandes ferias taurinas de la ciudad, la de Fallas y la de Julio, la corporación provincial convierte el coso en una galería de arte de primer nivel, en la que un amplio abanico de exposiciones pone de manifiesto que el toreo, además de arte, es cultura. Las diversas exposiciones se podrán visitar gratuitamente hasta el 19 de marzo.
 Foto museo Estas Fallas se conmemoran cincuenta años de la reinauguración de la plaza de toros de Valencia. Precisamente el mismo día de la puesta de largo de la remodelación tomó la alternativa Ricardo de Fabra, torero valenciano nacido en Alcácer y criado en Torrente a quien se dedica la primera de las siete exposiciones que podrán contemplarse durante el ciclo fallero.
El perímetro inferior del coso acoge también dos exposiciones fotográficas: “Tauromaquia mediterránea”, de los hermanos Pedro y Rafael Mateo; y “El toro, de principio a fin”, obra de Alberto de Jesús. Por otro lado, los vomitorios de acceso a los tendidos están decorados con la cartelería taurina que anunció los festejos celebrados en Valencia durante el año de la reforma, 1968, de la que se cumple medio siglo en este 2018. Además, como se trata de englobar todas las manifestaciones culturales taurinas, la plaza acoge otra muestra dedicada a los festejos populares, a nuestros famosos “bous al carrer”. Organizada por la Federación de Peñas, la exposición se centra en una modalidad concreta de tan arraigada y milenaria cultura: la del “bou en corda”. Fotografías y utensilios propios de tan singular espectáculo se recogen en una muestra en la que el visitante podrá “arrimarse” más que nunca al toro a través de cuatro imponentes astados disecados, obra del taxidermista valenciano José Ros.
Todas y cada una de las cinco exposiciones citadas se ubican en el perímetro inferior de la plaza de toros, pero aún hay más. Arriba, en el primer piso, se recopila en más de medio centenar de imágenes el transcurrir artístico de la temporada taurina de 1968, una campaña de grandes éxitos que quedó retratada a través del objetivo de los Finezas, una de las sagas de fotógrafos de más raigambre en esta tierra. Junto a ella, la siempre bella estampa del toro bravo en el campo es el eje de la séptima y última exposición, en la que al animal, convertido en un ser cuasi mitológico, se le rinde pleitesía mediante una antología gráfica de otra de las firmas de mayor reputación en el mundo del toro: la de los Arjona.
Además, cada mañana tras el sorteo, la empresa gestora, en colaboración con la Diputación y la Federación de Peñas Taurinas, organiza tertulias taurinas con los protagonistas del día en los bajos de la plaza. |
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