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Primera novillada sin picadores de la Temporada Chica 2018, denominada Nacional de novilladas “Soñadores de Gloria”. Tarde
agradable, con sol asfixiante al inicio, y fresco al final. Ante una pobrísima
entrada (unas mil quinientas personas), se lidiaron seis novillos de Campo Hermoso, muy disparejos de
presentación. Mientras que el segundo, el cuarto, y el sexto fueron muy serios;
el abreplaza, el tercero, y el quinto de la tarde fueron abecerrados. En cuanto
a juego, de salida fueron sueltos, y acusaron síntomas de mansedumbre, aunque
rompieron a mucho más en la muleta. Todos
tuvieron prontitud, acometividad, y recorrido, aunque algunos con más clase y
transmisión que otros. Actuaron los siguientes novilleros: Isaac Fonseca: ovación tras aviso, y división
de opiniones tras dos avisos. José María Mendoza: palmas en su lote. Andrés Origel: palmas tras aviso, y ovación
en el tercio. Saludó en el tercio Gerardo Angelino tras parear al tercero de la tarde. Se guardó un minuto de aplausos en memoria
del matador de toros Feliciano “Chano” Ramos, fallecido en la víspera. Al terminar el festejó, saludó en el tercio Pablo Suárez Gerard, ganadero de Campo Hermoso. Fonseca fue el más destacado de los espadas Los novillos de Campo Hermoso, muy desiguales de presencia, tuvieron como característica
general el acudir a la muleta. Lo hicieron con codicia y prontitud, acusando en
algunos casos la falta del puyazo para atemperar su acometida. Es destacable,
pues, la movilidad y las posibilidades que ofrecieron los seis utreros
guanajuatenses, tal y como lo reconoció la gente. Frente a ellos se
desempeñaron tres chicos, de entre los cuales solo Isaac Fonseca destacó por su desarrollo técnico y su buen concepto
taurino, aunque tampoco alcanzó a dar el gran estirón.
Al primero de la tarde, Baratero –n. 257, 351 kg.–, tan chico como astifino, le pegó un
recibo por verónicas sobresaliente, en el que ligó al menos siete u ocho
lances, con buen remate. En la muleta el novillo desarrolló algo de peligro,
sobre todo por el lado izquierdo hacia la mitad de la faena. Fonseca plantó cara
con seriedad al desafío, porfiando por ese lado, buscando la largueza y la
calidad ocultas tras del sentido que poco a poco ganó el novillo. Por el lado
derecho era más noble, pero más corto, y Fonseca no recurrió a él hasta después
de un susto, logrando pases y detalles que le llegaron a la gente. Mató con el
descabello tras pinchar y fue ovacionado. Con el cuarto la gente le apretó de más, y de
manera muy injusta. El michoacano fue el único espada del cartel que demostró
las capacidades técnicas para presentarse en la Plaza México, mientras que sus
alternantes no debieron presentarse en la Monumental, con picadores o sin
ellos. Tortolito –n. 237, 390 kg.–
embistió con codicia y prontitud, pero sin buen estilo, con aspereza y deslucido.
La gente solo ponderó la movilidad del novillo, y con base en ello le chillaron
a un muchacho que alargó su faena, pero que ofreció un espectáculo mucho más
digno de esta plaza. Tuvo algunos problemas con los aceros, por lo que escuchó
dos avisos antes de pasaportar, sin mayor hostigamiento desde el tendido que
antes le apretó. José María Mendoza
se mostró dispuesto
y aprendiendo, pero con carencias técnicas todavía muy importantes. Demasiado
para venir a México, además de un poco extraviado en cuanto a conceptos como
temple, cadencia, y con algunos problemas con la mecánica del manejo de los avíos.
Al torear con la muñeca rígida y desplazando todo el antebrazo para despedir la
suerte, la muleta luce rígida, como si estuviera desprovista de vuelos, desluciendo
en mucho sus faenas. Además, por la dificultad para despedir, constantemente le
cuesta reponerse, lo que completa un muy mal escenario con su revolución y su
tendencia a acelerarse. La oportunidad de venir a México debería venir después
de la oportunidad de librar estos problemas, que en La México se entienden con
otro rasero. Lo mismo con Bandolero –n.
235, 387 kg.– que con Cachucho –n. 240,
342 kg.– la gente se limitó a mantenerse respetuosa. La eficaz estocada de su
segundo turno le valió una ovación. Andrés Origel, de Celaya, se presentó con el
respaldo de la tutela del exquisito subalterno mexicano don Beto Preciado Melendez. Algo le habrá
visto el inmenso maestro de la brega para adoptarlo bajo su cobijo, pero vino
con un verdor casi insolente, que se traduce a los tendidos como un
aburrimiento mayúsculo. El muchacho tiene detallitos, es alto y su complexión
le ayuda, trata de torear vertical y de gustarse. Sin embargo está todavía
lejos de poder llegarle a la gente de México. Su lote se conformó de Lucero –n. 256, 346 kg.–, un novillo con
un poquito más de complicaciones, y el serio Marismeño –n. 241, 385 kg.–, un novillo más claro y noble. Cosechó
una salida al tercio provocada por su numerosa porra celayense, poco pudorosa
hacia el final de la corrida. El resto nos alegramos de que por fin llegara
el momento de huir, no sin antes sacar al ganadero al tercio por su interesante
encierro. La próxima semana se celebrará la primera vacada de selección en
horario por confirmar el día sábado, y la segunda novillada del serial el
domingo. Acudamos a la plaza y respaldemos nuestra fiesta brava.
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