La semana pasada dijimos que a sus 72 febreros La México huele a melancolía, pero aunque nos provoque bilis negra volvemos a ella porque le queremos, porque se debe estar a las duras y a las maduras. Asistimos al hasta pronto que significa cada fin de temporada y nos encontramos ¡por fin! un toro con fondo.

Fue para el rejoneador Andy Cartagena quien al parecer de a poco se hace de la afición capitalina, despacito muy despacito ha ido midiendo terrenos y ganándose las palmas. En su primero puso de acuerdo al público pero no redondeó por fallar con el rejón de muerte; las cosas cambiaron con el cuarto de la tarde, Copo de Nieve #256 con 514 kg procedente de la ganadería de Reyes Huerta, mismo que le permitió llevarlo a la grupa y templarlo en prácticamente todos los terrenos del ruedo. El caballista nos permitió ver un toro de embestidas largas, noble y con duración, pero en el quite del sobresaliente Jorge López dejó en claro su codicia y prontitud. La petición de indulto comenzó en el tendido de sol para irse multiplicando en todos los sectores de la plaza, no tardó mucho en concederlo Enrique Braun. Así, de pronto nos encontramos ante el primer toro indultado por un rejoneador y la controversia que siempre genera el perdonarle la vida a un toro. Al final del día el único sabedor de si lo merecía o merecerá padrear es el ganadero.

La bravura se niega a desaparecer

Es importante decir, nadie duda de la edad de Copo de Nieve, sin embargo no es el toro más grande que se haya lidiado en La México ni tampoco el más guapo, estaba incluso tocado de la cornamenta; Victorino Martín decía que tenemos el toro más grande de la historia, entonces no se trata de volumen, la exigencia del aficionado es respecto a la integridad del toro, está más relacionada con la bravura que con el tamaño. Rechaza el toro de embestidas bobaliconas y clama por la codicia.

Pero no sólo en los astados, también en toreros como Arturo Macías quien a comienzos de la década era un torero de esta plaza, antes de haber optado por tratarla como a cualquiera. Además, de los toreros jóvenes de nuestra baraja taurina, es de los pocos que desarrolló personalidad y firma las suertes con su sello; el domingo estuvo como en los viejos tiempos, toreó pues y la gente se entregó al hidrocálido.

El sello de Arturo Macías

No así con su paisano Leo Valadez, quien no ha podido ser en la capital del país el chico avanzado que nos entregaron en Aguas luego de su larga estadía en España; aunado a toparse un lote compuesto de un manso perdido y un animal lastimado -que el juez no fue capaz de devolver- tampoco ha logrado ser su mejor versión, no la técnica sino la de entregarse. El de Agüitas no se halla en el embudo de Insurgentes, transmite sentirse ajeno, no estructura y en esa falta de procedimiento se ha dejado un ambiente bastante frío.

Leo Valadez ajeno al coso capitalino

Así ha culminado la Temporada Grande 2017-2018, con muchos altibajos y más bien lo último, la segunda parte de esta fue devastadora, causó en el aficionado tanta fatiga como desaliento; conocimos sensaciones nuevas, como aquella de enmudecer de impotencia, reventamos de rabia, tuvimos miedo al ver cómo pasamos del coraje por la falta de respeto a la tristeza y pena por una Plaza tan importante en nuestra formación taurina. Alberto Manguel en un ensayo sobre la censura de libros se pregunta: ¿Es la crónica de un arte que muere, o la declaración de principios de un arte que se niega a desaparecer?