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28/01/2018
  (Temporada Grande-México) Tiempo de novilladas en La México. Sánchez, la bravura de un toro de Xajay, y la torería de Diego Martínez, lo rescatable
 
Firma: Jorge Eduardo
 
     
 

Décimo primera corrida de la Temporada Grande 2017-18 de la Monumental Plaza de toros México. Paupérrima entrada (quizás dos mil personas) en tarde nublada y muy fría, con ráfagas de viento tras el quinto de la tarde, y lluvia en el sexto. Saltaron al ruedo ocho reses. Cinco de ellas fueron del hierro titular de Fernando de la Mora, todas protestadas, con presencia francamente de novillos, excepto tal vez por el muy pitado tercero, algo más hecho que sus hermanos. El sexto fue devuelto por minúsculo. En cuanto al juego fueron descastados y sosos, con mejor condición los corridos en primer y cuarto lugar, fijos y nobles. Parchó la corrida un toro de Xajay, quinto de la tarde, bien presentado y encastado. El sexto bis fue de Montecristo, bien presentado, áspero y difícil. Actuaron los siguientes matadores de toros:

Juan Pablo Sánchez: división de opiniones tras aviso, y ovación en el tercio tras aviso.

Arturo Saldivar: palmas en su lote.

Ginés Marín: ovación y bronca tras tres avisos.

Saludó en el tercio Diego Martínez, quien recibió una ovación de lujo por sus pares al quinto de la tarde.

Antes de romper el paseillo, se brindó un minuto de aplausos en memoria del ganadero Luis Álvarez Bilbao, de Barralva, y del matador de toros decano Ricardo Balderas, fallecidos la semana pasada.

Durante un fuerte revolcón al tercer espada, saltó al ruedo indebidamente una persona vestida de civil, de nombre Jorge Cutiño. Parte médico: En la lidia del sexto toro el Matador Ginés Marín, fue empalado en varias ocasiones, por lo que su apoderado Jorge Cutiño Ruiz entró a hacer el quite, siendo sacado del burladero de manera aparatosa sufriendo grave cornada sobre costado derecho de dos trayectorias una hacia arriba y atrás de 15 cm y otra hacia abajo de 10 cm, que lesionan piel tejido celular subcutaneo, aponeurosis y músculos de la región. Fue operado en la enfermería de la Plaza en donde se efectuó exhaustivo lavado quirúrgico, amplia debridación y reparación de piel y tejidos lesionados. No ameritó internamiento hospitalario, y será valorado mañana para revisión y retiro de drenajes para que de ser posible pueda viajar mañana por la noche a España. Atte. Jefe del servicio médico.


El primero de la tarde, un poquito más que otros

No conozco al señor Fernando de la Mora, no conozco su trato personal, ni conozco sus conceptos taurinos. Aunque tengo más de una referencia, y uno escucha cosas mientras se desenvuelve en el medio, no haré eco de ninguna: simplemente no lo conozco, y no es un personaje lo suficientemente mediático para saber mucho más de él. Por lo tanto, y como con cualquier personaje con dichas características, me intriga saber cuánto poder tiene, o cuántos hilos maneja en lo oscurito. Y es que si el longevo ganadero no es una persona sumamente poderosa, no tiene ningún sentido que empresarios, autoridades, toreros, apoderados, y el resto de quienes operan la maquinaria de la fiesta brava cedan ante el ganado que insiste en mandar.

Pareciera que anunciar sus toros (toritos, en realidad) conlleva el acuerdo tácito de que nadie puede ponerle un alto antes de que el daño esté consumado. Si los taurinos actuaran con rigor ante su desvergüenza, el quinto toro de la tarde del mano a mano entre José Tomás y Joselito Adame del 31 de enero del 2016, ante el inmejorable marco de La México llena hasta los topes, ni siquiera se hubiese embarcado. El torito que le salió al Payo el 12 de diciembre hubiera corrido misma suerte, así como a los cuatro toros (toritos) que finalmente se lidiaron el domingo pasado. Así pues, se protestaron todos los toros de dicho criador, aunque solo dos con fuerza, y por lo menos tres no tuvieron el trapío necesario para lidiarse en México.

¿Por qué no se pitaron con la fuera suficiente los otros? ¡Porque la afición se calló! Fue notorio como, sobre todo las porras, evitaron hacer ruido en contra de los novillos que sortearon los matadores mexicanos, mientras que a Ginés Marín le cargaron la mano. Incluso, cuando salió el cuarto de la tarde, un conocido gritón echó un grito duro sobre el trapío, pero no hicieron escándalo como en el toro anterior. ¿Será que los compromisos salieron a flote? ¿Será que, contrariando el señalamiento de los jilgueros de costumbre, nuestra afición no se está hispanizando, sino que atraviesa por un sospechoso nacionalismo selectivo? En todo caso, tiene sentido que, habiendo tan poca gente en la plaza, y casi todos conocidos entre nosotros, los asistentes se cubran sus propias espaldas.

Abrió la desastrosa jornada Peineto –n. 168, ¿546? kg.–, un joven burel al que le daba algo de seriedad lo montado de su conformación, la forma de su cara, y su cornamenta delantera. Sin embargo era tan poquito de carnes, que fue protestado con cierta fuerza, aunque sin prender del todo. El animalito sin embargo tuvo mucha calidad, nobleza, y duración. Juan Pablo Sánchez hizo una faena muy suya, entre la exquisitez del temple y la medianía de no desbordarse toreando, de cortar las tandas, y de mantener su toreo dentro de unos parámetros muy estrechos. Esa falta de entrega repercute en las estocadas, en las que no se tira como quien no puede dejar ir las orejas, sino como quien está entrenando en el carretón. Pinchazos, descabellos, y división de opiniones.

Al cuarto le hizo una faena con más contenido, con más saborcito, con tandas más largas, ligadas, con mejores adornos, y momentos muy toreros. Sin embargo queda el mismo sabor agridulce. ¿Qué sería de Juan Pablo Sánchez si fuera menos correctito, y sintiera más lo que hace? La necesidad de sentir y hacer sentir se redobla cuando se está en la plaza enfrente de un novillito tan descarado y noblote como Río Dulce –n. 158, ¿542? kg.–, un caramelo envenenado que llevaba las orejas colgando con alfileres. Claro, envenado porque no alcanzar las alturas del toreo con semejante carretilla puede ponerle al público en contra a cualquier torero. Pinchó otra vez, ahora posiblemente las dos orejas, y salió al tercio.


La cara del cuarto de la tarde lo dice todo

Arturo Saldivar tuvo otra tarde bastante gris. Le tocó en suerte el que posiblemente fue el toro más chico del festejo. Tan chico, que le pusieron 478 kilos, y a todos los demás, quesque de quinientos para arriba. El bicho se llamó Pintor –n. 152–, y protagonizó una lidia bastante aburrida, con muchos pases y ningún interés. Silencio.

Luna Nueva –n. 51, 530 kg.–, de Xajay, fue un auténtico toro mexicano en tipo y presencia. Nada de los becerretes y los novillines que nos quieren imponer en floridos discursos durante las corridas y los lunes a las 23:30 horas, sino un toro hecho y derecho, serio, con edad, trapío, y tipo saltillo. El talante de la gente cambió. Nos emocionamos en el puyazo, y con los pares de banderillas que con toda torería y acierto preparó Diego Martínez de dentro a afuera. Ni modo, el primero no se clavó en las carnes del toro, pero el segundo vaya que fue un par muy bueno, cuarteando en la misma cara. Las manos heladas echaron humo aplaudiendo al subalterno de Tacubaya. Por su parte, Arturo Saldivar, como en otras ocasiones, estuvo decoroso, pero falto de mando, recursos, y oficio. La gente le aplaudió cálidamente debido a la muy buena estocada con la que pasaporto al buen remiendo de la vacada del empresario del coso.


Seriedad del remiendo de Xajay, un toro-toro

Ginés Marín volvió a La México catapultado por los intereses de Espectáculos Taurinos de México, pero sin los merecimientos necesarios para hacerlo. Esos mismos que lo quieren meter con calzador a nuestra plaza, estrellaron a su torero con esta vergonzosa moruchada. Él no juega de local en la Plaza México, y la afición se lo hizo saber. El más desarrollado de los Fernandos, fue Cuervo –n. 164, ¿545? Kg.–, al que la gente protestó con mucha más virulencia que a los utreros que tocaron en suerte a los mexicanos. El bichajo se quedó en el ruedo, y el jerezano llamó la atención a la gente con entrega en las bernadinas finales y con una buena estocada. Fue ovacionado.


El tercero, de lo más pitado

Vino después el acabose. Saltó a la plaza Mayito, herrado con el número 128, y con el que se aventaron el chistorete de ponerle ¡545 kilogramos! Vaya que es optimista la báscula de La México. Se quiso pasar de vivo el ganadero echando un auténtico chivo con cinco pesos más de cuernos, y la gente no lo toleró después de ver al toro de Xajay.

Devuelto el novillete, salió un reserva muy serio de Montecristo. Fiel Amigo –n. 128, 531 kg.–, negro y corraleado. Ante el poco agradable marco del aguacero y con la plaza vaciándose, Marín no quiso ni ver al sustituto, que lo trajo por la calle de la amargura. Se llevó incluso un feo arropón, del que salió herido su apoderado de apellido Cutiño, a quien le salió barata su inocentada de saltar al ruedo. La cereza en el pastel de una tarde digna de los peores tiempos de Herrerías fue el rosario de pinchazos y descabellos, muy mal ejecutados del rubio triunfador de Madrid. Sonó el tercer aviso justo cuando se deshizo del de Montecristo. Bronca, insultos, y trato ríspido del poco público aún en la plaza hacia el torero.


Seriedad del reserva de Montecristo, feo de hechuras

¿Por qué subsiste la práctica empresarial de tapar y ser cómplice de quienes agreden tu producto y te dejan en ridículo frente a tu clientela? Vaya usted a preguntarle a quien le puso 545 kilos a los torillos de Fernando de la Mora, más chicos que algunas novilladas sin caballos. Mientras tanto, la plaza desierta, y poco optimismo hacia adelante.

*Fotos: Luis Humberto García "Humbert".  

 
     
   
     
   
     

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