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Quinta
corrida de la Temporada Grande 2016-17 en
la Monumental Plaza de toros México.
Ante unas cinco mil personas en tarde agradable se lidiaron dos toros de
rejones de José María Arturo Huerta,
discretos de presentación, nobles y con movilidad, el primero fue premiado con
el arrastre lento. Completaron la corrida cuatro toros de Torreón de Cañas, muy bien presentados, sobre todo los que hicieron
segundo, tercero, y sexto. En cuanto al juego fueron descastados y sosos, muy a
menos tras del primer tercio. Actuaron los siguientes matadores de toros: Andy Cartagena:
ovación tras aviso, y oreja protestada. Fermín Rivera:
palmas tras aviso, y pitos tras tres avisos. Juan Pablo Sánchez:
oreja, y palmas. Juan Pablo se justificó con otro ganado Mientras
que Andy Cartagena desplegó su tauromaquia, Juan Pablo Sánchez salió como un
perro de presa a defender su sitio, y Fermín Rivera firmó una tarde
desconcertante ante una plaza que lo ha adoptado como propio. La corrida de Torreón
de Cañas cumplió con creces en el ámbito en el que levantó más expectativas
desde su anuncio: el del trapío. Sin embargo, les faltó la casta necesaria para
conservar las buenas cosas que apuntaban de salida durante toda la lidia.
Los dos
toros de rejones de José María Arturo
Huerta se dejaron en términos generales, aunque con bastante más nobleza
que bravura. El primero, Turronero –n.
248, 521 kg.–, acudió a los embites del caballista valenciano sin emplearse
gran cosa. Andy Cartagena gustó
sobre todo clavando al quiebro, suerte que bordó en dos ocasiones, tras de una
atinada lidia, templando mucho la sosa embestida del negro bragado. Mató tras de
repetidos pinchazos y se retiró ovacionado. El juez Enrique Braun premió con arrastre lento a este ejemplar, por razones
que solo él sabrá. Cinco
Jotas –n. 199, 513 kg.– embistió más emotivo a las cabalgaduras de Cartagena
durante casi la mitad de su lidia. Desafortunadamente, vino muy a menos tras de
la segunda banderilla, de la que se dolió mucho. Hasta ese punto el de Benidorm
había estado muy serio, templado, y emocionando al tendido. Lució de
sobremanera montando al tordillo Iluso, sobre del que toreó al
estribo completando casi dos vueltas al ruedo, y después dio los terrenos de
adentro con la grupa en pleno viaje. A toro parado vinieron las florituras de
la extraordinaria cuadra de caballos, aunque ya mucho más de cara a la galería
que al toro. Sobresale, naturalmente, el ahora polémico caballo Humano y
su paso sobre las patas traseras. Mató de dos pinchazos y rejonazo. Se pasó de
desplantes exigiéndole al juez una oreja con el caballo echado, misma que
consiguió con pitos del respetable. El mano a
mano a pie quedó bastante cojo con la mala tarde de Fermín Rivera, torero muy de la Plaza México, que apenas y esbozo
su tauromaquia con el primero de su lote. Ciertamente, el de mejor juego de los
de Torreón de Cañas fue Garrochista –n. 201, 516 kg.–, precioso
aldinegro, delantero vuelto de mucha plaza, que hizo el avión durante el primer
tercio. Embistió con cierto recorrido a los engaños del potosino, que lo templó
con la mano derecha, alargando el trazo, y luciendo roto y muy torero, como es
su costumbre. Con la izquierda no pudo acomodarse, y la faena perdió
continuidad conforme el toro perdió recorrido. Ahí quedaron también los trincherazos, desdenes, y otros pases por bajo
que bordó Rivera. Desafortunadamente
sus fantasmas se le presentaron pronto en la tarde. Tirarse a matar fue un
galimatías, pues su técnica es deficiente. Invariablemente deja el brazo
derecho estirado, y el estoque llega al morrillo mucho antes que la muleta a
los belfos del animal, quedando el torero sin posibilidad de pasarse. En
consecuencia, pincha y se sale de la suerte una y otra vez. Un aviso escuchó
con Garrochista, y tres con León de Orduña –n. 233, 528 kg.–,
forzando de más la tremenda paciencia de La México para con él. Este quinto
toro solo quedará para el recuerdo por el homenaje al llorado Iván Fandiño, pues de juego fue malo, parado
y soso, muy a contraestilo del concepto largo de Fermín. Juan
Pablo Sánchez, en contraste, no se dejó ganar la partida en ningún momento.
Acostumbrado al cobijo del establishment taurino, ahora el
hidrocálido tiene que vérselas con otro toro y con otro trapío a consecuencia
del cambio de estatus de sus familiares en el organigrama del emporio taurino
de la familia Bailleres. El torero no se ha quedado corto ante el compromiso de
sobresalir a pesar de las circunstancias. A su tauromaquia le van mucho mejor
los toros más parados que a la de Rivera, lo que quedó claro durante la lidia
del precioso Alabardero –n. 149, 521 kg.–, aldinegro como el
segundo de la tarde, pero más descarado de pitones. Bonitos doblones
precedieron al acortamiento de las distancias, muy en la línea, obligado por la
debilidad del burel. A pesar de
lo rebrincado y deslucido, Juan Pablo pudo trazar derechazos muy templados,
extraídos de uno en uno, entregado y exponiendo. El climax de la entrega vino
en la estupenda estocada del de Aguascalientes, llegando con la mano al pelo
mientras que el serio toro le apuntaba con ambos pitones, uno en el pecho y
otro en una axila. La mucha verdad y la excelente ejecución del espadazo le
valieron el corte de una oreja con poco margen de discusión. El último
de la corrida, Amparador –n. 276, 548
kg.–, otro toro muy serio, con bonitas hechuras para embestir, acabó por
mentirnos a todos. Tal como el primero de sus hermanos, se empleó con
emotividad y buen estilo en los capotes, para acabar parándose. La diferencia
principal recayó en el sentido que imprimió de riesgo a su lidia, pues se vencía
y volvía muy cortito. Juan Pablo Sánchez tuvo el acierto, motivado por su
valor, de estar en el sitio con muchísima actitud y seriedad, con una firmeza
que causa admiración, quitándose varias cornadas de encima después de un feo
derrote que no lo caló de milagro. Mató tras de pinchar y se retiró de la plaza
fuertemente ovacionado. La mala
nota la dio la incapacidad de las autoridades y el personal de la plaza para
actuar con acierto y celeridad para devolver a los corrales al quinto de la
tarde tras de los tres avisos. El toro dobló antes de que se decidieran a sacar
a los cabestros o apuntillarlo, exhibiendo los viejos vicios y deficiencias que
subsisten a pesar del cambio de administración. El próximo domingo se las verán
con un encierro de Rancho Seco los
espadas mexicanos Fabián Barba, Gerardo Adame, y Antonio Romero, que reaparece en Insurgentes tras de la tremenda
cornada que le pegó aquel toro de Piedras Negras al que estaba bordando.
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