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Con una entrada que rondará los 26,000 asistentes (casi lleno el numerado -22mil personas- y discreto el general -4mil personas-) se llevó a cabo la 1ª corrida de la Temporada Grande 2017-2018. Fue lidiado un encierro de Teófilo Gómez disparejo en presentación y sumamente descastados.
Julián López El Juli: una oreja, vuelta tras un aviso y silencio
Joselito Adame: leve división, silencio y leves pitos
 Lo de Teófilo, pobre por fuera y por dentro Antes de romperse el paseíllo se guardó un minuto de silencio a la memoria de Miguel Espinosa Armillita.
Una vez más, se repite la historia. No puede ser de otra manera. Se dice una, otra, otra y tantas otras veces que, lo aceptamos, nos hemos cansado primero.
Si lo que sale por toriles no tiene casta, esto no es nada. Un falso intento, un engaño con alevosía y ventaja. Oles ávidos de un no quiero salir de aquí sabiendo que me han timado, pero al final, es imposible fingir toda la tarde. Lo que echaron los herederos de Don Teófilo Gómez, o lo que eligieron los veedores, fue aquello de lo que peor fama le ha dado a este hierro. Falta de casta, así como kilos sin cuajo; y eso es suficiente. Tercero y cuarto, contaron con algunas de esas características de lo que hoy, dicen, gusta y debe ser la base de una fiesta de ¿toros bravos? No exigir, nobleza extrema, clase, no emocionar, provocar ternura antes que una mínima sensación de peligro, la omisión de la suerte de varas como un deber ser, entre otros.
Cansados estamos de una fiesta sin fondo. Pero lo diremos una vez más: sin casta, sin bravura, esto no tiene ningún sentido. Una tarde de toros sin emoción es lo peor que le puede pasar a la fiesta, a los aficionados y al público.
Y con este punto de partida, lo más destacado fue el trasteo de El Juli con el tercero de la tarde. Un animal pleno de nobleza, con voluntad para moverse y repetir con clase, sin codicia y, como hemos dicho, sin la menor dosis de casta. Más de uno celebrará el poder y la cadencia del torero madrileño con Rebujito. Que hubo fragmentos con tersura, toreo erguido, bien plantado y ajustado, estructura, y conocimiento, sin duda. Como hubo aquellos grandes guiños a la galería que no se embelesa con vueltas y vueltas. Los pinchazos dejaron aquello en una vuelta al ruedo que, comparado con el ritmo delante del astado, fue a todo vapor.
Con el abre plaza le fue concedida una oreja tras una petición menor. El trasteo inició por el pitón derecho, pero el de Teófilo iba absolutamente descompuesto. Lo intentó en otro momento, pero fue lo mismo. De ahí que su labor con la muleta se centrara en el pitón izquierdo. Todo fue un entretenerse ante la sosería de Compadre. El quinto, además de manso, descastado, flojo e inválido.
Por su parte, El estrellón del toreo hidrocálido fue contra la pobreza de Teófilo, así como contra sí mismo. Hoy tenemos la peor versión de Joselito Adame. Un torero vacío en el ruedo. Un hombre vestido de luces intentando ser celebrado solo por el hecho de ponerse a pegar pases. De ahí que, el segundo, quizá el menos malo del encierro, se haya ido con un trasteo apenas a medias. Adame no le exigió al animal –tampoco es que hubiera mucho de dónde-, pero tampoco a sí mismo. Lo último es lo que realmente preocupa.
Decíamos, con el segundo se limito a estar más o menos bien, con el cuarto menos que bien, y con el cierra plaza, todo quedó en la intención al cubrir el segundo tercio.
De mano a mano, absolutamente nada
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