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Undécimo festejo novilleril, sexto sin
caballos, de la Temporada “Soñadores de Gloria” de la Monumental Plaza de Toros México. En tarde agradable y con poca
entrada en el tendido se lidiaron tres novillos de La Joya (1º, 4º, y 6º), y tres de Santa María de Xalpa (2º, 3º, y 5º), que cumplieron en cuanto a
presentación. Los primeros se emplearon, destacando el quinto de la tarde;
mientras que los xalpeños fueron sosos, sin transmisión y de mal estilo.
Actuaron los siguientes novilleros en mano a mano: Miguel Aguilar: al tercio en el primero, y silencio
tras dos avisos en el resto de su lote. Roberto Román: silencio tras dos avisos, al
tercio tras un aviso con petición de oreja, y al terco tras un aviso. A la verónica el joven Román Tal pareciera que los chicos que actuaron sin
caballos en el Coso de Mixcoac se fueron definitivamente por delante de
aquellos que lo hicieron ya con la lidia completa. Nuestra novillería se enfrenta
a una etapa complicadísima en cuanto a oportunidades y festejos menores se refiere.
En ese sentido es por demás destacado que no solo tengan representación en el
cartel de triunfadores los muchachos hechos en España y su solvencia frente a
las reses, sino también los toreros hechos en México. Roberto Román, simpático joven aguascalentense, ha conseguido el
favor de la Plaza México en tres tardes. No radica el convencimiento solamente en
su simpatía, ni mucho menos en el valor a toda prueba que lo ha hecho
levantarse de tremendas volteretas como único factor, sino en la forma en la
que ha hecho el toreo. Pero vayamos por partes.
Lo de Santa
María de Xalpa en muy poco se prestó para el lucimiento. Dos de los tres
deslucidos e informales le tocaron en suerte al también hidrocálido Miguel Aguilar, que antes pudo repetir
color con el abreplaza de La Joya. El
castaño, bautizado Come Uñas –n. 166,
371 kg.--, aplaudido en el arrastre y protestado de salida por ser algo feo de
hechuras, pero con un tamaño acorde para una res de su procedencia más joven
que los novillos-toros que se lidian con caballos. En quites alcanzó al segundo
espada, abriéndole la taleguilla a la
altura de una nalga, y en banderillas sobresalió Diego Martínez banderilleando
de dentro hacia afuera. Aguilar lo llevó muy templado desde el inicio de la
faena, gustándose con un inicio plástico, insistiéndole al novillo y
obligándole a acudir. Miguel se vio templado y solvente técnicamente, basando
su trasteo en el toreo al natural. Mató de estocada contraria al segundo
intentó y saludó desde el tercio. Miguel Aguilar mostró mucha solidez con el primero de la tarde Con el resto de su lote, su formación técnica
le jugó un poco en contra, puesto que ante la poca acometividad y transmisión
de los utreros de don Benigno Pérez Lizaur, tampoco alcanzó a prender la chispa
en la afición. Maestro –n. 506, 410
kg.--, con el que logró algo más de lucimiento, y Jerónimo –n. 505, 425 kg—completaron su lote, y escuchó dos avisos
en cada turno.
Y con el resto de su lote tuvo pocas opciones Lidiando al primer cornúpeta de los de Santa María de Xalpa, llamado Príncipe
–n. 513, 437 kg.--, apenas pudo
esbozar el ya mencionado Roberto Román su
buen concepto. Toreó muy largo y acompañando los muletazos en las dos primeras
tandas, y después apuntó buenas maneras embarcando un cuarto de embestida ya
muy deslucida. Escuchó otros dos avisos del muy puntual juez Enrique Braun, que ya veremos si estará
igual de riguroso con los matadores de toros en la próxima temporada.
Variado y templado con el capote Chino –n. 196, 381 kg.--, el cuarto novillo fue, además, el mejor de la
tarde. Le protestaron lo zancudo de lámina, ya que la afición está acostumbrada a otro tipo de toro,
aún a pesar de lo serio y lo alto del burel, más que suficiente para una
novillada sin caballos. Desde la brega inteligente y templada caminando hacia
atrás embistió largo y con codicia, situación que se acentuó en los quites, de
buen agarrón entre las saltilleras de Aguilar y las sabrosas cordobinas de
Román, muy de su repertorio que ya hemos paladeado. En el último tercio Roberto
pudo correr la mano en la primera mitad de la faena, ligando y transmitiendo
con su concepto, acompañando mucho desde que embarca hasta que remata. Sus
inicios de faena son sobresalientes, como los doblones rematados por un buen
trincherazo con los que hizo por someter al negro bragado.
Vino la faena un poco a menos hacia el final
del trasteo, considerando lo difícil que era poderle a un novillo tan encastado
y emotivo como crudo, acusando la falta del puyazo. Se llevó un revolcón fuerte,
con las cuadrillas llegando tarde y mal a quitar al novillo. Tras de otros
adornos finales, el joven de Agüitas dejó una estocada caída y calada de mucha
exposición, no obstante lo cual se pidió la oreja de forma mayoritaria. El juez
Braun, en plan estoico, negó la oreja y el arrastre lento que solicitaba la
concurrencia, aquella tal vez justamente considerando la colocación de la estocada.
En lo que respecta al premio para el toro, es complicado saber a qué concepto
taurino respondió la postura del palco. El torero saludó dos veces en el tercio
con ovaciones cerradas tras no arrancarse en una pretendida vuelta al ruedo que
dividió opiniones con fuerza, pero que bien merecía darla. Y mejorando con la muleta La joven combinación de espadas nos regaló
todavía otro buen momento de emoción en el ruedo. Defendiendo lo suyo
alternaron en quites Roberto Román y
Miguel Aguilar, el primero toreando
por muy buenas caleserinas y larga cambiada de rodillas. Tras de templadas zapopinas
y el manguerazo de Villalta del primer espada, salió Roberto sin pensarlo para
torear por gaoneras con previo giro en contra del viaje del novillo.
Remembranza de grandes toreros mexicanos y de una fiesta brava en peligro de extinción
fue el primer tercio que dieron los dos chavales: Pepe Ortíz, El Calesero,
El Imposible, y El Zapopan reinterpretados por la sangre nueva de la torería.
Con la pañosa el lucimiento fue escaso,
gracias al rebrincado e informal Sonámbulo
–n. 184, 407 kg.--. Tan solo después de la más fuerte de las volteretas que
se llevó, Roberto Román enrabietado volvió al albero para ligar un par de pases,
algunos detalles toreros, y no se pudo hacer mucho más. Mató tras de un recado
desde las alturas, y saludó de nuevo en el tercio bajo una ovación cerrada,
misma que se replicó mientras el chico se retiraba de la plaza. La gente está
con él, le ha cogido el gusto a la Plaza México, y ésta le ha respondido
calurosamente. Así, pues, el panorama de las novilladas sin caballos, que por
ahora se quedan en puntos suspensivos en nuestra capital, pero desde ya comemos
ansias para volver a ver a estos chicos jugarse la vida con un año más de
experiencia. Fotos: Luis Humberto García "Humbert".
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