Entiendo por utopía la belleza irrenunciable, y aún la espada del destino de un ángel que nos conduce hacia aquello que sabemos imposible.

María Zambrano

Cuando decimos, como Sabines, espero curarme de ti, mentimos. Se lanza el conjuro a sabiendas que no hay deseo de ello, porque ni se puede y ni se quiere curarse, sacar ese veneno de que tan despacio que mata gusta. 

El veneno del toro bravo nos mueve a lugares dispares a nuestro cotidiano, en días impensables y nos deja cuestionándonos eternamente si morimos por el o es por su bravura que resucitamos.

La feria taurina de Huamantla que inició el 6 de agosto y recién pregonada con la luz de nuestra compañera Mary Carmen Chávez Rivadeneyra llegó a su culmen el sábado pasado con la tradicional corrida de la Huamantlada en la que se vieron los matices de los toreros así como la fuerza y bravura en los toros como común denominador.

Abrió plaza Mexicanish #73 con 460 kg y el rejoneador Luis Pimentel, quien de inicio dio muestras de templar pero conforme se desarrolló la faena no fue así sino lo contrario; dejó el primer rejón de castigo en el morrillo del toro y a pesar de que el toro se desplazaba no se decidía a arrimar mas la cabalgadura para medir la distancia, estuvo siempre a la espera de que los capotes conocedores le colocaran al toro para así ponerle las banderillas. Tras ello saltaron al ruedo los Forcados Amadores de Puebla, quienes consiguieron la pega al segundo intento gracias a la actuación de cara de Paco Pineda. Para terminar su labor, Pimentel dejó el rejón de muerte trasero y se apropió la vuelta al ruedo en la que acompañó al forcado que hizo la pega.

El valor a toda prueba de los forcados

Fermín Rivera estuvo desencajado toda la tarde, nunca se encontró con su estilo, con esa expresión torera a la que tiene acostumbrada a la México por ejemplo, ayer no hubo toreo con la cintura ni trazos finos; su lote en Huamantla no eran esos toros sosos o mansos que cuantas veces los sortea les inventa faena y los construye, sino lo opuesto, salieron los bravos. Entonces, uno cree que un toro que embiste y es franco haría lucir a un torero del calado del potosino pero no se le dio. Con su primero, Mutuo #6 con 490 kg la plaza escuchó el eco del olé tras los lances a la verónica, vinieron entonces los piqueros y en la contraquerencia recibió un buen puyazo; pasó con dos pares de banderillas al último tercio donde Fermín comenzó la cita cerca de tablas y por abajo, el toro se arrancó con mucha fuerza, como queriendo comerse la muleta desde el inicio de faena; ya en los medios pegó una tanda por derecho pero no pudo acomodarse pronto ante el de De Haro que se mantuvo fijo y con el hocico cerrado. Trató de torear por el pitón izquierdo pero tampoco pudo y por poco se le cuela; volvió una vez mas por derechazos pero nunca logro estructurar faena ni dominar la codicia del cárdeno de preciosa lamina, mismo que al pinchar con el acero provocó que la plaza le cayera encima. Finalmente mató al tercer intento con media estocada y el toro escuchó palmas en el arrastre.

La franqueza del De Haro desde el comienzo

El quinto, Etiquetado #23 con 440 kg dio buen juego aun cuando lo picaron atrás, pero Fermín lo dejó siempre a su aire, muy ligeros y sueltos sus lances. Con la muleta lo llevó a los medios por abajo, probándolo para después seguir por derecho e intentarlo también por naturales, sin embargo no le tomó la distancia, no estuvo cómodo y ninguno de los dos rompió; pues el toro aunque era fijo y se desplazó en el ruedo, al no sentirse sometido terminó por salir de su muleta. El diestro batalló para preparar la suerte suprema, incluso en el primer intento se tiró a matar sin hacerlo y pinchó; tras dos avisos mató con descabello para dividir la opinión.

Quien si se encontró a gusto y muy pronto fue Angelino de Arriaga, se notó en su procedimiento lo mucho que está acostumbrado a las exigencias del toro tlaxcalteca, de inmediato descifró las condiciones del primero de su lote, Gracias don Jorge #160 con 466kg. Lo esperó en los medios de la plaza pero al ver que el toro se paró de salida se puso de pie para torear a la verónica las embestidas enérgicas y prontas del burel. Una vez más el piquero puso rigor en la suerte y Angelino se lució con el quite por chicuelinas así como en los pares de banderillas. El brindis al público, los doblones firmes, un molinete y en el centro del ruedo hizo su faena por derechazos muy toreros pues aprovechó todas las embestidas fieras y de largo en tanto los tendidos se desgranaban en jalearlo. Dejó la toledana entera, el de De Haro estaba después de la línea del tercio, amarraba las patas al piso resistiéndose a caer, vendía cara su muerte y nos permitió contemplar en una escena el milagro de la bravura, cómo la rabia de su estirpe le permite crecerse, ese instinto de pelea que en cada gota derramada vierte razones de vida. Cayó unos segundos después para que el juez de plaza le concediera una merecida oreja y el arrastre lento para el cárdeno.

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Así se expresó Angelino

Con el sexto, Maestro Domingo #48 de 464 kg tampoco batalló para encontrar el terreno, breve de capote, dos puyas y alegre en el segundo tercio donde invitó a dos subalternos a acompañarle. De muleta los doblones para someter, luego una tanda de pases largos por derecho y las posteriores con más temple, cambio de mano para rematar con el de pecho, uno que otro natural; mató después del segundo viaje y aunque hubo petición de oreja el juez no la concedió, el torero de la tierra dio vuelta al ruedo a ruego del público que estuvo volcado con él.

Por lo que toca a Gerardo Rivera, con el cuarto, Antojo #64 de 450 kg trató de torear abajo con el capote pero mantuvo los brazos muy abiertos, picaron al toro en la querencia y tardó enormidades de tiempo en clavar los palos. Lo mismo pasó en el último tercio, no halló ni el lado ni la distancia y ya se sabe, si a ningún toro se le debe dejar pensar, mucho menos a un tlaxcalteca; en el tendido comenzaron las protestas pues él estuvo parado mucho rato, finiquitó con entera caída y se fue en silencio.

Gerardo Rivera

El cierraplaza, Numbro #106 de 459 kg lo desarmó en el saludo capotero, la puya fue trasera; quiso ganarse la afición con el par de banderillas pero no sustentó nada con la muleta donde tomó mucha distancia y no consiguió mandar al toro que tenía sus complicaciones. Espada entera y caída para irse con algunas palmas.

Así remató la feria taurina en la patria de las flores, las luces y los muéganos, en la Plaza de toros Fernando de los Reyes “El callao”, a la que todos llaman con orgullo y cariño La Taurina, vaya si lo es. Regresamos a nuestra Itaca con la música de su banda que suena más a tambora que a sinfónico, ese toque y olor a provincia que tanto se extraña en las grandes ciudades; para siempre en la espuerta el don de gentes hallado en esos lares y lo más importante una inyección de raza, fuerza y bravura -como los cárdenos que cría don Antonio de Haro-, que nos permite contestarnos porqué seguimos en este berenjenal y volver al cotidiano con el gusto de andar por la vida como andaba El Pana, a pasito y con salero.

De Haro cerró la feria taurina de Huamantla

*Fotos: Ramón Sienra