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Les ofrecemos en su integridad el Pregón Taurino de Huamantla que nuestra compañera Mary Carmen Chávez Rivadeneyra presentó el pasado día 14 de agosto:
PREGÓN TAURINO DE HUAMANTLA 2017
¡Va por ustedes! Señoras y señores, me han convocado para ser pregonera de la Feria Taurina de Huamantla 2017. Lo primero que dije al recibir la invitación y colgar el teléfono fue: ¡Duende mío, no me abandones! Porque ser pregonero o pregonera desde tiempos medievales, era todo un compromiso. El representante era habitualmente un interlocutor, que con sombrero de pluma, traje en terciopelo, trompeta en mano, y voz de alto aliento, comunicaba ante las concurridas audiencias los acuerdos relacionados a diversas actividades que se llevarían a cabo en lo sucesivo. Todo esto, con base a las decisiones tomados por los monarcas, alcaldes y hasta los cabildos del clero. Entendiendo que también era el preámbulo para notificar el comienzo a un hecho importante para la sociedad receptora del momento. Ser pregonera en esta época representa un júbilo, porque considero que a través de ello, puedo decirles que Huamantla, es un sinónimo para recopilar grandes valores a través de la historia de su gente y su pueblo, y hacer de ello un verbo conjugado en tiempo presente. Es por lo tanto, una mirada en colores, una alegría de verano, en la que todos estamos vinculados a vivir intensamente una gran celebración con matices de fiesta. Con este preámbulo, que me da la libertad de expresar la complicidad que me une con ustedes, les voy a contar una indiscreción: ¿Qué creen? ¡Me gusta la fiesta! Sí, y no sólo me gusta, ¡Me encanta la fiesta! Me gusta la fiesta de sol y de oro, la que tiene por incienso un sublime aroma a puro, que emana fragancia a claveles, en la que hay música, jaleo y convite en el tendido de una plaza de toros; pero también lleva oración, luto, sombras y silencios. Yo, como muchos de los que están aquí presentes no tengo remedio, me envenené para siempre de la fiesta de los toros, desde que era una joven gachí. Al paso de los años, he concluido, que mi tauropatía no conoce antídoto alguno, ¡Bendita suerte! Seguro todos tenemos una historia que contar de cómo contrajimos éste romántico mal de montera. Les cuento: Justo en aquellos años lejanos de los 70´S, en la plaza de toros Ranchero Aguilar, al terminar la corrida y haber caído la noche, bajé de la barrera al callejón, luego saqué mi delgada anatomía de adolescente por una tronera, al agarrar el burladero, toqué con la yema de mis dedos unas gotas de sangre aún fresca del último toro lidiado de aquella tarde. Con esa gota de sangre brava, como si fuera un conjuro gitano hicimos el toro y yo, un pacto infinito. ¿A qué voy con todo esto? A que la mayoría de los aficionados a los toros, nos une, nos mueve, inquieta e hipnotiza lo que simboliza una sola gota de sangre de un toro de lidia en cuanto al símbolo que envuelve su significado, tanto para un ganadero por lo que representa la protección de su especie, como por lo que constituye para un Matador de toros, elaborar la estructura de una faena y llegar a lograr darle muerte digna y solemne en ese recinto espiritual que es una plaza de toros, y nosotros, los aficionados, rompiendo en palmas por alegrías flamencas en complicidad del acto consagrado. De esa pequeña gota de vida, derivan todos los aspectos antropológicos y sociológicos que hoy, nos hace estar reunidos para hablar de la fiesta y estar de fiesta. ¡Me gusta la fiesta! Me congratula hablar de esta celebración y decirles que hoy, Huamantla, que en la raíz de su propio nombre lleva el paisaje, proviene del náhuatl cuahuitl significa, árbol, también de mana, que es extenderse y tla, abundancia. Por lo tanto es “el apiladero de madera”, como si fueran árboles juntos, logran en su tierra, un año más de festividad, al concebir una cohesión social que es nuestro motivo de encuentro, todos implicados en nuestra labor aquí y afuera, que se torna multidisciplinaria y que a cada uno nos converge en nuestros espacios personales, para dar paso a un momento compartido que es sin duda esta fiesta. Estamos ya entrados en acontecimientos para esta gala sui géneris, que es una muestra auténtica de tradición y encuentros, de misticismos que representan el valor de lo nuestro, lo que nos une y da un carácter único ante los ojos de nacionales y extranjeros y que mejor lugar que aquí, en este pueblo mágico, en el Museo Taurino que cálidamente nos recibe. Para ello, les quiero pedir que juntos, hagamos el ejercicio de cerrar los ojos un instante y nos sintamos (con todo respeto a los toreros) también vestidos de luces, para celebrar en total complicidad la espectacular “Corrida de las luces”. ¿Listos? ¡Sigamos! ¡Con esa sensación de estar vestidos de ceremonia, recibamos estos días de fiesta! ¡Porque destellante es la fiesta! aún en la penumbra de la noche que hoy se vestirá de lujoso color azabache. ¡Porque luminoso, es el aura y el manto de la Virgen de la Caridad! confeccionada por el bordado de las mujeres Huamantlecas que la visten de raso fino y oro. También fulguroso es el espíritu de los artesanos que trabajan con sus manos las alfombras de este arte efímero, que diseñan con flores de brillantes colores las calles de esta tierra, por donde partirá plaza la Santísima y venerada imagen en esta noche conocida como: “la que nadie duerme”, porque no se necesita dormir para hacer de ella un sueño, por ello se espera todo el año, con tanta devoción. ¡Pero también de luces, son nuestros toreros tlaxcaltecas! Uriel Moreno, “El Zapata” José Luis Angelino, y Sergio Flores, quienes se juegan la vida en la plaza, en ese indescifrable escenario que macabramente nos cita, de tarde o de noche, pero que también estamos involucrados todos los aficionados que llevamos la liturgia taurina como una actitud de vida, en ese otro imaginario, pero tan cierto espacio que es el ruedo de la vida, de él, no escapa nadie, ni payo ni gitano, porque en este redondel también se da y se quita. Con todo esto me refiero, a que el compromiso es de todos, por seguir preservando sanas las arterias que se ramifican para que el corazón de la tauromaquia palpite cual clavel descarado de belleza en ésta nuestra fiesta. Por eso insisto ¡Me gusta la fiesta! Para hablar de toros y ejemplificar sus profundas raíces, me puedo dispersar por Creta, citar a los árabes, llegar a España, transitar por el Mediterráneo, puedo mencionar a Federico García Lorca, a José Ortega y Gasset, hablar de Pablo Picasso, o de Manuel Machado, citar a muchos escritores y artista, a quienes les ha tocado el alma el arte de torear, pero con ello no me extravío, ni pierdo la brújula en este pregón; por el contrario, puedo conectarme a todas esas venas que nos llevan al fin común de un latir que une la respiración del toro y el hombre, de la vida y la muerte en un inseparable ciclo que deriva en la celebración de las corridas de toros que tienen vigencia en un tiempo pos moderno. Por eso hablé al inicio de la gota de sangre, porque si la viéramos al microscopio, mezcla también el entrecruzamiento de las culturas y logra con ello la comunión que existe entre el rito y el sacrificio que en la Gran Tenochtitlán, ya practicaban nuestros antepasados en honor a nuestros propios dioses. La fiesta de los toros es parte de nuestra esencia, de nuestra idiosincrasia y a quien le guste o no, está tan arraigada, como las profundas raíces de un maguey a la tierra, con todo y lo agridulce de su licor; es una forma de explicar lo que es una ofrenda ceremonial repleta de valores. Siempre he dicho que torear señores y señoras es un acto de amor. Un día me escuchó una mujer decir esto públicamente, volteó, me miró, movió la cabeza, me dijo horrorizada ¡No, eso no es posible, al contrario! ¡Era mansa, claro! Ella estaba acostumbrada al desamor. Porque su horizonte no alcanzó a dimensionar el entorno de la belleza y la cultural que existe en el arte de la tauromaquia. La mujer y yo ya, entradas en este careo la cuestioné. ¿Has leído un poco acerca de la corriente literaria del romanticismo? ¿A caso sabes algo de Manuel Acuña? ¿Sabes que el toreo se conjuga en versos? El toreo también ha sido un movimiento cultural y artístico, basado en la creación del sentimiento humano. Guardó silencio y en su cara se dibujó el caballo del Guernica, le bajé la mano a mi muleta y proseguí. Torear lleva al romanticismo a través del tiempo y a los aficionados nos salva de la frialdad del mundo virtual. Derrotó por el derecho y dijo: ¡Pues a mí no me gusta la violencia! Se levantó y se fue avante sosa… a seguir viviendo en el desamor. Amar: es bordar un terno, escribir de toros, llorar la muerte de uno de los nuestros, criar un toro, tomar la foto, hacer un par de banderillas, amar, es entonar un olé desde la entraña, es marcar los anillos del ruedo, tocar pasodoble, torear a la Verónica, amar es un verbo, que los taurinos podemos conjugar en todos sus tiempos y con todos sus protagonistas, dentro y fuera del ruedo. ¿Por qué no permitirse entender que el toreo resume épocas históricas y sociales? Si se ha adaptado y readaptado a través de los siglos a cada etapa y ha dejado un legado en diversas obras de arte gracias a la aportación de las soberbias faenas de los toreros y de la entrega de la afición de los pueblos que la sustentan. Sí, el toreo es del pueblo, de todos nosotros, que no obligamos a nadie a asistir, por el contrario invitamos a conocerlo, en un hecho de total libertad. La tauromaquia es sabia y selectiva, no todos pueden ver la ráfaga de luz que se filtra una tarde en el patio de cuadrillas, no saben que el toro y el hombre o mujer mantienen un diálogo profundo que ha atravesado agudos laberintos; adaptando escenarios arquitectónicos y legendarios como el coliseo romano de Nîmes, plazas edificadas de enorme belleza de arte mudéjar, plazas monumentales como la Plaza México, otras íntimas o incluso portátiles o artesanales como La Petatera; todas ellas escenarios de fiesta, que pareciera que nosotros las cargamos en retablos en nuestras espuertas, como los toreros, para celebrar una corrida en nuestra total soledad; en cada una de ellas, existe su público, con su propia fisonomía y su interesante interacción humana, en cuyo tótem sagrado sigue siendo nuestro toro de lidia. Por eso, los toros nacen ya, vestidos de gala, con traje de noche en terciopelo negro o de tarde en color ocre, hecho castaño, o de un amanecer nevado de montaña ensabanada; el toro va a su capricho, con el arrullo en la cuna de sus astas o el azar de suerte en el diamante de sus puntas. Y aquí estamos, ya contando las horas para ver a los Matadores partir plaza, para ver los toros de Piedras Negras que llevan hasta corbata y divisa bicolor, “rojo y negro”; lo que es lo mismo, en color “sangre y toro” para deleitarnos con la sonrisa de un capote en movimiento, y ser testigos de que los simbolismos de la tauromaquia que aún guardan vestigios del romanticismo de aquella corriente literaria en el siglo XVIII y que los aficionados encontramos como una fuga a la saturación de la pos modernidad que muchas veces la quiere asfixiar, pero ella misma, le pega un quiebro de ironía para salir airosa. Porque el toreo es verso y poesía, es un romance cargado de erotismo, además de ser profundamente espiritual. Todos estos aspectos también están basados en sentimientos humanos que también rescató el romanticismo como aporte literario que traigo a cuenta porque el toreo se consolidó poco a poco en el mismo siglo. Y como el toreo también es una joya en oro viejo, en plata opaca, encontramos en estos días ese murmullo de olé y alabanza, de Ave María y veladora en plegaria. Se escapa el aroma de un buñuelo bañado en piloncillo, el olor a pólvora de la pirotecnia retumbante, la noche envuelta en un rebozo de esperanza de la señora sentada en la puerta de su casa, de las manos trabajadas de sus hombres que revisten las calles de norte a sur de oriente a poniente la alegría de Huamantla, tierra brava, de cielos de color azul en altanero y sobre todo de tierra que emana vida al rey de la noche, el toro de lidia y la inmaculada, que en su nombre lleva la humildad “La virgen de la Caridad”, que también en un hecho de amor, protege a todos sus fieles, a los toreros y sus cuadrillas, y hasta a uno también ¿por qué no? Por eso, no sólo a mí, ¡me gusta la fiesta! La vivo a través de su cálida compañía, nuestra complicidad taurina, que enlaza también lo cristiano y lo pagano, el despilfarro de la algarabía que da una carácter a sus habitantes, que explica los por qué y para qué, nos llenamos de símbolos y significados de arquetipos tan profundos y nobles flores de aserrín en gélida madrugada, en espera del paso de la virgen que porta en su manto más de cuatro metros de largo, en color azul cielo y oro. Iremos a la plaza todos, esta noche, vestidos de luces que de luces somos los aficionados a los toros, como luciérnagas del campo en madrugada. ¡Señores y señoras, niñas y niños, el toro es fiesta, nuestra fiesta, con su gota de sangre brava que puede quedar en una noche de luna alba más herrada en la vida de alguien o de la manera en la que cada quién los embelesó para siempre. Esta tarde, doy por pregonada la festividad más hermosa de Huamantla, pueblo mágico, y la corrida de las luces, en noche de insomnio colectivo, porque de luces es, el espíritu de su plaza, sus calles fulgurosas y su gente. ¡Me gusta la fiesta! ¿Y a ustedes? ¡Muchas gracias!
Mary Carmen Chávez Rivadeneyra 14 de agosto de 2017 Huamantla, Tlaxcala. México.
Bibliografía Montemayor Carlos. Diccionario del náhuatl. Ed. Universidad Nacional Autónoma de México. Año 2007. Pág. 200
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