El canto I de la plaza de toros La Taurina nos dejó un cielo con aroma a tabaco y una luna llena, llenita de claveles cretenses. El toreo de Jerónimo es canela en rama, el capitalino bordó flores con su lote de Coyotepec el sábado pasado en el inicio de la feria taurina de Huamantla.
. Anduvo con torería desde el comienzo de faena a Observador #43, de 450 kg, un toro feo de hechuras pero cuyo recorrido le permitió cuajarlo por el pitón derecho; en su labor vimos un poeta maduro que no ha perdido la frescura, entregado cual chaval pero con reposo, no sólo de los años, también el de haber toreado mucho los hierros tlaxcaltecas.
Sus trazos largos Su expresión artística transmite y transpira en el ruedo. Cada trincherazo, tan abajo, tan hondo e imperecedero, como si con la muleta escarbara la arena para dejarlo enterrado en ella; sus pases de pecho un vientecillo, chiquito, suave y limpio que le daba oxígeno al tendido.
Lances con torería Tras el estoconazo una merecida oreja, pero no hay trofeos suficientes, ni palabras que alcancen su temple ni el sentimiento que pone al torear, hay que ver. Verlo. Porque el torero es un poeta que hace rimar su capote con los belfos de XI # 72 de 483kg, cuando lo somete y le impone su compás; cada muletazo firme es un clavel que pinta el mundo de rojo sangre y beso.
El toreo, el suyo es un canto a la vida. Sus trazos como claveles, son largos y florean todo el año; ojalá otros ruedos quieran perfumarse con su muleta de albahaca fresca y su capote, dulce dátil.
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