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Con un cuarto de entrada se han lidiado cinco toros de Martín Lorca y uno (6º bis) de Cortijo de la Sierra. Bien presentados y de distinto juego. Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Gregorio Sánchez.
Uceda Leal, ovación en ambos
Ricardo Torres, silencio tras aviso y pitos tras dos avisos
Iván Vicente, ovación tras aviso y oreja tras aviso. Feliz paseando el trofeo Iván Vicente El festejo de hoy, una corrida de simple trámite, para cumplir con el pliego, y con muy escaso público asistente, se lidiaron cinco toros del hierro titular, mas un sobrero que hizo sexto de “Cortijo de la Sierra”, para los espadas: Uceda Leal de Madrid, Ricardo Torres de Zaragoza e Iván Vicente de Madrid, éste último logró una oreja muy meritoria cortada al sexto bis.
Para hacer más amena esta crónica, voy a contarles un cuento y no muy largo. Érase una vez y en una plaza de toros, la más importante del mundo, en que se lidiaron seis o mejor dicho siete bóvidos de los llamados bravos aptos para este espectáculo y que saltaron a la arena y tres matadores en el redondel, para lidiarlos y matarlos según los cánones del arte de Cúchares; cada res tiene su nombre, su hierro al que pertenecen, el año en que nacieron y los kilos con que cuentan en su cuerpo, en este caso, más de lo normal ya que la media en la balanza fue de 607 kilos, es decir unos zambombos, menos el sobrero que pesó 570 kilos y el único que sirvió para el lucimiento del matador, los demás pasados de peso, faltos de raza, incluso faltos de fuerzas más no de defensas, con esa clase de ganado que no se prestaba para el triunfo, naufragaron dos de ellos, el torero de Usera Uceda Leal y el maño (Aragón) Ricardo Torres. Un natural de Uceda Leal Uceda Leal, uno de los mejores estoqueadores de los últimos tiempos, hasta falló con dicho armamento, aseadito estuvo el madrileño, tanto con el percal como con la muleta, pero amigo, los años pasan y pesan, tras tantos paseíllos en ésta su plaza, nunca pudo romper y consolidarse como figura, eso sí ha sido muy querido y respetado por toda la afición, por su elegancia, garbo, profesionalidad y torería. Un desplante de Ricardo Torres Ricardo Torres, el de Zaragoza, ha pasado de puntillas en esta su presentación, yo suelo decir, “como se hace un cirujano, operando; como se hace un torero, toreando”, cosa que no ha sucedido con este torero, se notó muy mucho, su falta de rodaje, porque disposición no le faltó, pero sin torear no es fácil quedarse quieto, ya que estuvo más bien dubitativo toda la tarde, ojalá tenga más suerte y le den más oportunidades para que consiga remontar en el futuro. Iván Vicente con la diestra El tercer miembro de la terna era otro madrileño, bien conocido por la afición capitalina, su nombre Iván Vicente; tuvo una buena actuación en el primero de su lote, tercero del encierro, especialmente toreando en redondo por el pitón derecho, también es verdad que molestó mucho Eolo, pero su oponente no dio para más y lo pasaportó de pinchazo y una estocada entera en buen sitio, pero desafortunadamente lo levantó con la puntilla el tercero de la cuadrilla. Lo mejor y digamos que único bueno de la tare fue su actuación en el sexto bis (sobrero), que aunque fue también un manso que salió de najas de los tres intentos de picarlo, pero el madrileño supo entenderlo. Ya de salida tuvo torería, fuera de rayas, unos derechazos de buen tono y son, rematando la serie con un pase de pecho largo, llegó la ovación del festejo, su labor fue de menos a más, vistoso y torero el cambio de mano para enjaretarle una serie de naturales de esos que se corean desde los tendidos, rematando esos naturales con pase de desdén o desprecio, ahora había que rubricar la labor con la espada, entró a matar en la suerte contraria y dejó un espadazo un pelín trasero, teniendo que utilizar el descabello pero certeramente. Los pañuelos aparecieron de forma unánime y la oreja cayó en sus manos. Y como en los cuentos, todo acabó bien para Iván, que paseó con orgullo el trofeo merecido.
Pero aquí no acaba el cuentito por lo menos para quien escribe, al salir del palco de prensa me encontré con un viejo y gran amigo, un torero de leyenda, me refiero a Andrés Vázquez, para los amigos “Nono” como era su apelativo desde muy joven en su tierra natal “Villalpando”.
A que ha sido un cuento entretenido. Y colorín colorado este cuento se acabó.
Hasta el próximo domingo.
Fotos: Muriel Feiner
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