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Con casi lleno se han liado toros de Juan Pedro Domecq, feos de hechuras y descastados; excepto el enclasado 5º.
Enrique Ponce, ovación y oreja tras aviso José María Manzanares, oreja tras aviso y dos orejas López Simón, oreja tras aviso y dos orejas.
Manzanares y López Simón en hombros. Foto: Plaza toros Alicante Tarde de máxima
expectación en la ciudad de la Luz y como era de esperar, tarde de
triunfalismo empedernido, pero no se lleven a engaños a estas horas ya
nadie recordará nada de una tarde como otra de tantas cuando confluyen
figuras y encaste Domecq. Hoy ha ido a parar a Alicante un auténtico
muestrario de los horrores de la casa Domecq, toros descastados, sin
tranco ninguno, justo de fuerzas, cómodos de pitones y excesivamente
manejables. Pero, como suele ser habitual, nunca hay corrida Domecq sin
que aparezca un toro excepción que confirme la regla, en esta caso
el quinto, un toro con clase con el que Manzanares se ha podido recrear
en una elegante faena en la que logró hasta tres series de derechazos de
cinco muletazos y el de pecho que pusieron la plaza boca abajo para
acabar cerrando con otra serie esta vez culminada con un artístico
cambio de mano. Mató de estocada en la suerte de recibir que le valió
para pasear dos trofeos junto a su hijo. Con su primero que
recibió con dos largas cambiadas y brindó a su paisano Francisco José
Palazón también paseó un trofeo gracias a una faena ligadita en la que
alternó buenos pasajes con otros a distancia sideral y en la que tras
varios intentos con el cuento de la suerte de recibir ante toros que no
pueden ni con el rabo, mató de estocada tendida. El descalzado
Alberto López Simón le acompañó por la puerta grande, tras cortar una
oreja en el primero y dos en el segundo en dos faenas muy parecidas, con
arrimones finales incluidos ante dos toros moribundos en la que la única diferencia fue la efectividad de la espada.
Completó
el cartel el enfermero Enrique Ponce cortando una oreja a su segundo en
una faena en la que tiró de molinetes, pases de las flores,
circulares, rodillas en tierra y poncina incluida, y que si no es por el
fallo a espadas en la cansina suerte de recibir, a estas horas
estaríamos hablando de otra puerta grande. Poco que decir de su
primer toro, muy en la línea del resto de la corrida hoy, una corrida
que nos muestra el camino de la futura tauromaquia, esa en la que el
toro deja ser el actor principal para convertirse en un pelele moribundo
criado para lidias de sólo el último tercio.
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